martes, abril 24, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXIV

No sabía como reaccionar, esa pregunta me complicaba porque no quería responderla. Supongo que me daba vergüenza reconocer que lo había querido, mucho menos lo admitiría sabiendo que existía la posibilidad de que al hablarle de Bruno, Matilda descubriera que lo amaba igual o más que antes. Sólo sonreí y me atreví a decir:
-Eso da lo mismo porque fue hace muchos años. Fue una cosa de niños.
-Lo sé, pero en se momento podías habérmelo dicho. ¡Ni si quiera lo note! ¡Que tonta! Cuando Carolina me contó no lo podía creer.
-Bueno, pero ya pasó. Ya te dije que son cosas de adolescentes.-Mentí
-Si, tienes razón. En todo caso, si ahora se diera la oportunidad… ¡haría todo lo posible porque ustedes estuvieran juntos!-Dijo mientras lanzaba una carcajada.
-¿A pesar de Emilia?-Pregunté sonriendo.
-Realmente haría cualquier cosa por mi hermano. Si no es feliz con Emilia… y quisiera intentar algo contigo…tendrían todo mi apoyo.-Contestó.
“Ojala Bruno quisiera estar conmigo”, pensé. Me pellizqué la pierna para retractarme de lo que había pensado, era una estupidez.
Dejamos a Bruno de lado y Matilda me contó más de su vida. Era una periodista, trabajaba en una revista haciendo reportajes sobre turismo. Viajaba constantemente a diferentes países, entrevistando a los habitantes de cada lugar y también a personajes importantes e influyentes de la zona, que por lo general eran grandes negociantes. Cuando terminó de narrarme lo que había sido de ella en todo este tiempo, me hizo una invitación:
-Me voy de viaje por una semana, así que con esto te doy tiempo para que te organices y no tengas excusa para faltar. Te quiero en mi casa el próximo sábado, he organizado un almuerzo con unos amigos cercanos y esta es una buena ocasión para recordar viejos tiempos, y para que conozcas a gente nueva. Estando en esta ciudad lo necesitaras.
-La verdad es que a mi no me gustan esas cosas. Disculpa, pero no.-Me negué.
-¡No me puedes hacer esto! ¡Haz una excepción! ¡No siempre nos encontramos con amigos del pasado!-Rogó.
No quería, por una parte porque esos eventos sociales por insignificantes que sean, me cargan. Por otro lado el ver a Bruno en un lugar en el que no tenía ni dónde ni por qué huir, me aterraba. Pero ninguno de mis argumentos dejó conforme a Matilda, ella insistió hasta que al final logró que aceptara.
Llegué a la casa muy tarde y cansada, sabia que me esperaba un extenso interrogatorio, Florencia no tendría piedad y no esperaría hasta el otro día para que le contara lo que había pasado. Apenas entré ella me estaba esperando, me ofreció un café y me hizo detallárselo todo. Me dejó libre en horas de la madrugada, Flor no se acostó hasta repetirme mil veces: “Tienes que intentarlo con Bruno. No lo dejes escapar otra vez.” Ese consejo resonó en mi cabeza incluso en sueños.
Durante toda esa semana me la pasé evitando a Bruno, si me lo topaba inventaba cualquier excusa para irme, realmente me portaba muy grosera con él. Lo evadí lo más que pude, incluso llegué al infantil punto de esconderme, igual que un niño. Jugué a las escondidas hasta que llegó el día del almuerzo, ahí no me podía seguir ocultando.
Matilda me esperaba con una gran sonrisa, me hizo pasar y me presentó con el resto de los invitados que no eran muchos, los padres de los anfitriones estaban de vacaciones, así que solo estaban ellos en la casa. Primero me presentó a Renato, su pololo; luego a Lucas, un profesor de historia compañero de trabajo de Bruno y mío, yo sólo lo ubicaba pero al parecer era gran amigo de Bruno. Finalmente conocí a Emilia, la polola o la ex (situación no definida) de “ojitos claros”. Es una mujer que parece modelo, alta y muy delgada, con buena ropa y maquillada, es para que salga en la televisión, a diferencia de mi que soy un desastre (aunque no me importa). En fin, debo admitir que es linda.
Me senté al lado de Lucas y conversé con él gran parte del almuerzo, de vez en cuando opinaba en ciertos temas cuando todos hablaban, pero mas me dedicaba a escuchar y a cuestionarme que era lo que hacía ahí. Por suerte Lucas fue muy amable y en todo el rato que estuve con él no me aburrí, descubrí que es un tipo muy interesante y culto, se definió como un escritor “frustrado”. Gracias a él me relaje y me olvidé de que Bruno estaba por ahí, de lo poco que lo observé me di cuenta de golpeó a Emilia con el látigo de la indiferencia, cosa que a ella no le parecía porque luchaba constantemente por ser el centro de atención de todos.
Al momento del postre me levanté para ir al baño, tuve que ir al que estaba en el segundo piso porque el que estaba en la planta baja estaba en remodelación. Cuando subí recordé mi vieja casa, la del lado, identifiqué de inmediato cual era la pieza de Bruno. Impertinentemente entré en la habitación en la que había una guitarra, un teclado y otros instrumentos, de inmediato ese teclado llamó mi atención. Viajé hacia mi infancia. Mi abuela tenía un piano en su casa, durante los veranos en los que la visitaba me había enseñado una que otra canción y hasta antes de cumplir los quince yo había seguido practicando, pero con los cambios de casa y sin un piano propio, mi talento musical se vio perdido. Prendí el teclado gustosa, sin pensar en que era un exceso de confianza que nadie me había dado, pero me importó poco cuando empecé a tocar y cantar una de esas románticas canciones con las que mi abuela me había instruido. Estaba tan inspirada, que hasta pensé en dedicarme a componer, fue una especie de terapia con la que deseché toda mi tensión. Cuando terminé me encontré rodeada de aplausos, al escucharme cantar todos habían subido a verme, como por impulso me paré e hice una reverencia, se que fue ridículo, pero fue para ocultar mi nerviosismo, para parecer tranquila y no una chiquilla vergonzosa. Bajaron a comer el postre, yo apagué el teclado y cuando me di vuelta me encontré con que Bruno estaba en el marco de la puerta, aplaudió y dijo:
-Tenías guardado tu talento musical. ¡Felicitaciones! ¡Lo haces bien!
-Gracias, mi abuela me enseño cuan…-Intenté decir, pero me interrumpió.
-Ofelia ¿por qué me evitas? No intentes negarlo, he visto como te escondes. Desde que nos reencontramos pareciera que quisieras borrar esto de tu vida. ¿Por qué? ¿Qué te hice para que quieras huir de mí?- Dijo ofuscado.
-¡No te evito! ¿¡Crees que eres el centro del mundo!? ¡Si no te hablo en la universidad es porque estoy ocupada!-Grité.
-¿¡Ahora que es sábado y que estas en mi casa también estas ocupada!? Para mí apenas tuviste un saludo, pero para Lucas ¡todo el almuerzo! ¡Dime Ofelia, dime que es eso tan terrible que tengo para que huyas de mí! ¿Soy muy feo o estoy enfermo de algo contagioso? ¡No te dejaré ir hasta que respondas!
-¡Te dije que no me hiciste nada! ¡Déjame en paz!-Contesté alterada.
Quise dar un paso, pero no alcancé porque Bruno me acorraló contra la pared, lo tenía tan cerca que temblaba entera, no me atrevía a moverme, lo miré a los ojos y me deshice, preferí bajar la vista, era menos peligroso. Bruno se enojó más cuando traté de escapar y dijo:
-¡Ves como siempre tratas de huir de mí! ¡Hoy no! ¡Vas a contestar todas mis preguntas!
Se acercó aún más, vio hacia la puerta y en seguida me miró, no sé en que momento sus manos llegaron a mi cara, levantó mi rostro suavemente y se fue acercando lentamente, cerré los ojos y sentí el dulce sabor de sus labios.

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