miércoles, julio 07, 2010

MEMORIAS

Capítulo XXVI

Mi corazón latía tan rápido que casi se salía del pecho y estaba tan nerviosa que pensé que me desmayaría pero nada de eso me hizo soltar a Octavio. Nunca me había sentido así, tan feliz y completa, eso fue algo que solo experimenté el tiempo que estuvimos juntos.
Contemplamos el mar tomados de la mano por largo rato y después regresamos al auto a sacar las cosas que habíamos llevado para pasar el día. En ese momento agradecí que mi madre hubiera preparado comida porque tenía la impresión de que Octavio ni si quiera había llevado una manzana para pasar el hambre, afortunadamente me equivoqué. Cuando vi que sacaba del auto un chal, un quitasol y una canasta de mimbre pensé que probablemente ese paseo lo había planeado mucho tiempo atrás.
Estiró la manta sobre la arena e instaló el quitasol para estar bien protegidos del calor, luego abrió la canasta que para mi sorpresa estaba llena de sándwiches, frutas, jugo y una botella de vino blanco. Nos sentamos a la sombra, abrió la botella y sirvió dos copas, me ofreció una y muy contento dijo:
-Estoy encantado de estar aquí contigo. ¡Estoy tan emocionado que hasta gritaría!
-¿Eso le dices a todas las mujeres que has traído aquí? ¡No me vayas a decir que sólo porque soy especial me has traído a este paraíso!-Dije con desconfianza mientras tomaba un poco de vino.
-Aunque no me creas ésta es la primera vez que vengo con alguien. Generalmente me gusta venir solo a pensar un poco ya que como puedes ver es un lugar muy solitario y tranquilo.
-Lo que realmente me cuesta creer es que “pienses”, si lo hicieras no andarías con tantas mujeres estando comprometido y eso me incluye. Yo también soy una tonta porque caí en tu juego y a pesar de todo el rechazo que sentía por ti al principio ahora estamos aquí solos en una playa alejada de la sociedad. ¿Te parece una acción de personas adultas que piensan?
Octavio sonrío, se quedó pensativo unos momentos y después dio un sorbo a su copa como si en ella buscara obtener una respuesta, se acercó a mi oído y susurró:
-Te quiero.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo al sentirlo tan cerca, sus palabras me dejaron tan asombrada que mi única reacción fue ponerme de pie y caminar un poco. Me escondí tras una roca grande asegurándome de que Octavio no me viera, el sol quemaba de manera abrasadora y entonces se me ocurrió hacer una locura.
El agua refrescaba mi cuerpo que solo estaba cubierto con ropa interior, me sentía casi una sirena nadando en esas aguas tan transparentes, era una experiencia impagable y bastante excitante por lo demás. Supongo que esa acción de nadar semidesnuda frente a un hombre estando solos se interpreta como una provocación pero en ningún caso era esa mi intención, aunque no lo crean únicamente me dejé llevar por esa sensación de libertad absoluta que me invadió aquella vez.
Octavio miraba el camino por el que había desaparecido, no se dio cuenta de que estaba en el agua hasta que una fuerte corriente me arrastró a unos roqueríos en los que quedé atrapada por lo que sin pensarlo se sacó un poco de ropa y se lanzó a mi rescate, por fortuna logramos salir del agua y llegamos ilesos a la orilla. Me dejó sobre la arena caliente y rápidamente fue en busca del chal para cubrirme, yo estaba tan asustada que ni siquiera alcancé a sentir vergüenza por encontrarme frente a él en fachas exhibicionistas.
Cuando llegó a mi lado me abrigó con la manta y se tendió en la arena, respiró hondo y luego duramente dijo:
-¡Estás loca! ¿¡Cómo se te ocurre hacer algo así!? ¡Ésta playa es un peligro y tú sin preguntarme llegas y te lanzas! ¡Loca!
-¡No sabía que tenía que pedirte permiso para meterme al mar! ¡Si me estás diciendo eso porque tuviste que arriesgar tu pellejo desde ya te digo que no tenías por que hacerlo! ¡Debiste dejarme morir!-Grité furiosa.
Octavio me miraba desconcertado, estaba molesto así que no tardó en hablar:
-¡Rosario, no te entiendo! ¿No puedes simplemente agradecer lo que hice por ti? ¡Simplemente no entiendo tu actitud! De un día para otro vienes a decirme que me amas pero a pesar de eso sigues siendo la misma bruja de siempre.
-¡Gracias por salvarme! ¿Conforme? ¡Ahora déjame en paz! ¡Ya no quiero que me analices!-Dije orgullosa.
Sé que fue una tontera portarme así con Octavio, él me había salvado y yo le debía gratitud pero el nerviosismo y la angustia hicieron que reaccionara de ese modo tan infantil.
En ese momento sentí amargura por sus palabras así que decidí alejarme, caminé hasta las rocas en las que había dejado mi vestido, me lo puse y dejé pasar un rato antes de volver junto a él.
Octavio descansaba bajo el quitasol cuando decidí regresar, me senté a su lado y noté que ya no estaba enojado, me ofreció un vaso de jugo de piña afirmando que con eso pasaría el trago amargo que había dejado la sal. Mientras bebíamos estuvimos de acuerdo en caminar un poco para secarnos más rápido, así se nos pasó la tarde, entre pasos y conversando. Debo admitir que con cada palabra Octavio terminaba de conquistarme.
El sol había comenzado a bajar cuando comenzamos a guardar las cosas para volver al pueblo, cuando estuvo todo dentro del auto me di cuenta de que no podía perderme la hermosa puesta de sol así que regresé a la orilla del mar para esperarla. Pronto Octavio estuvo junto a mí y supe que le debía una disculpa entonces humildemente dije:
-De verdad agradezco que me hayas salvado. Sé que fui una irresponsable y que no debí arriesgar tu vida pero me dejé llevar. Este lugar es maravilloso y mágico y todo eso me envolvió. No quería parecer ingrata, por eso reitero mi agradecimiento.
-No te preocupes, entiendo que hablaste de esa manera porque estabas nerviosa. Rosario, quiero que entiendas que si a ti te pasa algo yo me muero.
-¡No exageres! No creo que me quieras tanto…Ni a tu novia la quieres a ese extremo.-Contesté incrédula.
-Ahí está el asunto, hace un rato te mentí porque yo no te quiero…
Interrumpió sus palabras con una pausa que de inmediato me produjeron confusión, estaba ansiosa por entender que era lo que Octavio sentía por mí aunque el hecho de que me hubiera mentido no me sorprendía para nada. Estaba segura de que me había dicho que me quería para conseguir algo más pero aún así tenía la duda. Creo que la expresión de mi rostro lo presionó a continuar:
-Te amo. Te amo infinitamente, más de lo que piensas, más de lo que tú a mí y mucho más de lo que me conviene.
Aquellas palabras tuvieron un efecto inesperado en mí y desataron todo el amor y la ternura que sentía por él por lo que respondí:
-Yo también te amo. Te amo infinitamente, más de lo que piensas, más de lo que te demuestro y más de lo que había amado antes.
Cuando el sol terminaba de ocultarse me acerqué a Octavio y lo besé.