sábado, abril 28, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXVI

Desde ese momento mi trabajo en la universidad se hizo un castigo, el hecho de topármelo me producía amargura. Pero nunca se lo hice saber, lo saludaba como era lógico entre dos compañeros de trabajo, pero marcaba la distancia.
Lucas se convirtió en mi apoyo, tenemos muchas cosas en común y ese fue el momento preciso para descubrirlo. No sabía nada de la historia con Bruno, yo lo prefería así, de esa forma lo olvidaba más rápido. Entre esas tantas cosas que en las que nos parecemos, nuestro amor por las letras es lo más verdadero, así fue como nació nuestra tradición de ir a un café que estaba cerca de la universidad, después de cada clase para intercambiar y comentar nuestros escritos. “Letras y Poetas” era nuestro lugar, todos los poetas “frustrados” o principiantes lo frecuentaban, era acogedor y cualquiera podía leer sus poemas sobre el escenario o dejarlos publicados en un mural, nunca hice nada de eso. Ahí nos pasábamos en nuestros ratos libres, se hacían demasiado cortos, pero gracias a eso “ojitos claros” se alejaba de mi mente.
Un día, Lucas me dijo que tenía algo que hacer, así que lo mejor era que me adelantara. Llegué al café, me senté en una de las mesas mas aisladas y me puse a leer mi libro de turno. Mientras tomaba un té llegó mi compañero, pero no venía solo.
-¡Ofelia! Espero no haberte hecho esperar mucho. Tuve que esperar a Bruno, justo hoy le entró la curiosidad por venir a este lugar.-Dijo sonriendo.
-¿Cómo estás Ofelia?-Preguntó Bruno deprimido.
-Bien, gracias.-Contesté cortante.
Desde que Bruno llegó no hice otra cosa que pensar en el beso que nos habíamos dado, trataba de mantenerme concentrada en lo que hablaba Lucas, pero no podía. Menos lo logré cuando me di cuenta de lo callado que estaba “ojitos claros”. Su mirada parecía perdida y apagada, me preocupé al ver sus ojos sin brillo, pero no dije nada. Yo no tenía por que meterme en sus asuntos. Cerca de las diez de la noche, después de una agradable tarde, o al menos eso parecía, cada uno tomó su rumbo.
Al día siguiente, a la hora de almuerzo iba caminando por uno de los jardines de la universidad cuando divisé a Bruno y su guitarra, estaba sentado bajo un árbol. Estaba nublado y hacía frío, así que me extrañó aún más el hecho de que él estuviera ahí y no en la sala de música. Me quedé parada pensando en si me acercaba o no, decidí no hacerlo, pero no alcancé a dar un paso y mi pies me traicionaron, me llevaron derechito hasta donde estaba Bruno. Él levantó la cabeza a penas notó la presencia de alguien, sin decir nada me ofreció su mano, dude en aceptarla, pero al final mi mano también me traicionó y se unió a la suya, me senté a su lado. Por unos minutos reinó el silencio, Bruno tocaba unos acordes sin sentido, era como si estuviera probando algo, yo no aguanté mas y tuve que hablar.
-¿Qué te pasa Bruno? De ayer que estás extraño
-¿¡Cómo te puede importar como estoy después de lo que pasó!? ¡Me porté como un idiota! ¡Más aún con lo que tú sientes por mí!-Gritó sin ganas.
-¡Olvídate de eso! ¡Ese tema no existe! Si ahora me acerqué es porque no soy una inhumana que se olvida de que la otra gente también siente.-Dije alterada.
Sé que le llegó esa frase y se sintió aún peor, pero ni eso bastó para que el incómodo tema de mis sentimientos hacia a él se terminara.
-Nadie puede huir de lo que siente Ofelia. Yo sé que te decepcioné y no quieres hablar de eso, pero yo quiero aprovechar de pedirte disculpas. No me porté bien lo sé, pero es que Emilia me tiene loco.- Contestó.
-Lo entiendo. La debes querer mucho. Pero eso no justifica lo que hiciste, sabiendo o no lo que yo sentía nunca vuelvas a usar a una mujer. Espero que aquí se acabe este tema.-Dije.
-La amaba, hasta que me engañó, me mintió y tiró mi confianza a la basura. Hice el papel de tonto por varios meses. Terminamos y ella volvió arrepentida pidiendo perdón, dijo que todo se había acabado con el otro tipo, que era su ex. Yo estaba tan triste sin ella que decidí arriesgarme, la necesitaba demasiado, así que empezamos otra vez. Pero nada fue igual, ahora todo esta mal con ella.-Relató.
-¡Que lástima! A pesar de ser una neurótica se merece una segunda oportunidad.-Me burlé.
-No debería estar contándote esto. Después de todo, tú y yo…-Intentó decir.
-Tú y yo éramos buenos amigos. Ahora también podemos serlo y puedes confiar en mí. Así te das cuenta de que todo lo que te dije ese día era mentira. ¿Cómo pudiste pensar que después de tanto tiempo iba a seguir queriéndote? ¡Que ingenuo!-Aproveché de negarlo todo.
Bruno estaba impactado, no podía creer lo que estaba escuchando. Ahora era él quien pasaba la vergüenza, había sido víctima de una tomadura de pelo y además había recibido un golpe. Vi unas llamas asomar por su mirada, dejó la guitarra a un lado y me dijo:
-¿¡Todo era mentira!? ¡Que imbécil! ¿¡Cómo no lo supe desde el principio!? ¡Obvio, era absurdo! ¡A nadie le puede durar tanto un enamoramiento sin si quiera ver a la persona!
-Lo hice para que te sintieras como la basura que fuiste en ese momento por usar a una mujer. Pero bueno, que eso te sirva de lección. Espero que quedemos como amigos.-Dije riendo.
Tardó un poco en responder, pero al final rió y aceptó. Me acusó de mentir muy bien, porque después de ese beso, él estaba convencido de que pasaba algo entre los dos, que estábamos “conectados”. Quería gritarle que lo quería y que yo también había sentido la conexión en ese beso, pero él amaba a Emilia, yo no era nada más que algo que había alimentado su ego de macho por un rato.
Nos llevamos mejor desde ese día, hablábamos más, aunque siempre había algo por lo que discutir, pero finalmente por cualquier razón, todo terminaba bien. Ahora éramos un trío, Lucas, Bruno y yo. Nuestras visitas a “Letras y Poetas” se hacían cortas, mi tiempo se pasaba volando, pero disfrutaba cada instante con “ojitos claros” a pesar de que en varias ocasiones Emilia salía como tema, y hasta apareció personalmente. Pero ya estaba acostumbrada, aunque mi amor por Bruno seguía vivo, trataba de verlo lo más que podía como un amigo, y aunque suene raro, cada día se me hacía menos difícil. Talvez era porque de un momento a otro empecé a ver a Lucas con otros ojos. Él era tan tierno, tan atento conmigo, que me hacía sentir querida, pero talvez yo estaba confundiendo las cosas… o ¿realmente Lucas se me estaba presentando como una nueva oportunidad de amar? Esta vez con altas posibilidades de que resultara. Mi pregunta fue contestada antes de lo que yo pensaba. En una de nuestras tradicionales idas al café, noté a Lucas algo nervioso, mientras tomábamos chocolate caliente a penas me habló para decirme que pronto llegarían Bruno y Emilia, porque quería decir algo importante. Unos minutos más tardes llegaron, Lucas estaba ruborizado, yo cada vez más desconcertada, hasta que finalmente, sin muchos rodeos, se paró caminó hasta el escenario, tomó el micrófono y dijo:
-¡Buenas noches a todos! Hoy me tomo este escenario porque quiero decirle algo a una persona muy especial. Ofelia, estas palabras son para ti. Este poco tiempo que llevo de conocer lo maravillosa que eres me ha bastado para quererte, y no solo como amigo. Te amo y este lugar ha sido el culpable de que este amor haya nacido, sin que lo buscara.
Estoy aquí, arriesgándome a hacer el ridículo para pedirte una oportunidad. Sé que te aterra entregarte al amor, aún así me atrevo a preguntar: ¿Quieres superar ese miedo conmigo?

jueves, abril 26, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXV

Por un momento pensé en salir corriendo, es verdad que ese beso era algo que había esperado durante mucho tiempo, pero sentí más miedo del que ya sentía y siento hasta ahora. Lo que me pasa con Bruno es tan grande que llega a ser dañino, si el olvido no llegó en diez años ¿cómo podía pensar que si ahora tuviera algo con él lo superaría? Aún así correspondí el beso, lo abracé tan fuerte que fue obvio que no quería dejarlo ir, también me abrazó. Sentía como ardían mis mejillas y pensaba en que cuando eso terminara no sabría cómo mirarlo, pero a pesar de todo en ese momento era feliz. Cuando nos separamos tenía terror de decir algo, ni si quiera pude abrir los ojos, pero lo que dijo Bruno logró que lo hiciera:
-Se me había olvidado lo mucho que me gustabas hace diez años. Aunque reconozco que ahora me gustas más.
No lo podía creer… ¡hace diez años yo también le gustaba! Quería decir algo pero no sabía que, no sabía si responderle, si besarlo otra vez o algo, no cabía en mi misma. Pero me demoré mucho y todo lo que le pude haber dicho quedó en nada porque en ese mismo instante se estremeció la habitación:
-¡Bruno! ¿¡Cómo pudiste!?-Gritó Emilia.
-¡Emilia! ¡Estabas aquí! ¡No lo sabía!-Contestó Bruno. Sonaba irónico.
-¿¡No sabías!? ¡Antes de besar a… ¿cómo te llamas?! ¡Ah si! Ofelia. ¡Me viste, por eso lo hiciste! ¿Y te atreves a decirle que te gusta? ¡Sabes que eso es mentira! ¡Yo sé que me quieres a mí!
Ese era el fin de mi mágico momento, mi primer besó y era fatal. Había sido usada para sacarle celos a la “Miss Chile”, ahí estaba, con un sabor amargo en los labios, humillada, una tonta. Me enfurecí, no crean que lloré ni nada, me fui pero antes dije:
-Bueno, me di cuenta de que aquí sobro. Pero tranquila, yo no estoy dispuesta a ser segundo plato de nadie.
-¡No seas cínica! ¡Desde que supe todo esto del reencuentro me dio la corazonada de que eras peligrosa para mi relación con Bruno!-Volvió a gritar.
-¡Mira, proyecto frustrado de modelo, no me interesa Bruno! ¡Además tu misma viste como él me beso! Es todo tuyo. A ti ojitos claros…no te diré nada. No mereces que gaste mi saliva en ti. ¡Adiós!-Dije alterada.
Bruno no dijo nada, estaba impactado igual que Emilia, yo me apresuré a salir de ahí. Me despedí de Matilda y el resto, la única explicación que di fue mi cansancio y trabajo pendiente. Salí a tomar el taxi, cuando iba a mitad de camino sentí que alguien me llamaba, era él, pero no me detuve. ¿Qué se creía? ¿Acaso por amarlo tanto debía dejar que me usara? No iba a dejar que el me dañara, ya había sufrido por él y a estas alturas de la vida era muy absurdo que volviera a hacerlo. Me alcanzó justo cuando había hecho parar un taxi, me agarró de un brazo y me detuvo:
-¡Ofelia discúlpame, yo no quería utilizarte! Lo que pasa es que…
-¡Ahórrate tus explicaciones! No te preocupes, ese beso no significó nada para mí. Además, lo haces bastante mal. No se cómo siendo artista no has aprendido el arte de besar.-Dije sonriendo.
-¿¡Qué!? ¿¡De qué me estas hablando!? ¡Yo se que te gustó! ¡Te gustó el beso, lo sé, lo sentí!-Afirmó tratando de sentirse seguro
-No me gustó y no te creas tan importante. Si respondí fue porque reaccioné al impulso pero no porque sienta algo por ti. ¡No me gustó y asúmelo! Igual es una lástima que te hayas convertido en un hombre tan típico, no te recordaba así.
Me subí al taxi, cerré la puerta, pero Bruno seguía golpeando el vidrio y diciendo “Te gustó, lo sé.” Cuando nos alejamos un poco y estuve segura de que no me oiría ni me vería, asumí mi triste realidad y me dije: “Me encanto”.
Llegué muy amargada, había comprobado nuevamente que la felicidad no duraba nada, es un pequeño préstamo, un momento efímero. Florencia estaba en su pieza acostada leyendo una revista, sin decirle nada se la quité y me acurruqué en sus piernas esperando consuelo. Le conté todo lo que había pasado, cuando supo lo del beso dio un salto de la cama y se puso a bailar, pero al enterarse de que todo había sido un juego de Bruno para sacarle celos a Emilia se enfureció, dio un grito que se escuchó en toda la cuadra.
-¡Maldito infeliz! ¿Cómo te hace algo así? ¡A ti que lo has amado toda la vida!
-¡Yo tengo la culpa! ¡No debí permitir un acercamiento! ¡Debí negarme a ir al famoso almuerzo!-Me inculpé.
-¡No justifiques lo injustificable! ¡Tú no tienes la culpa de nada! Bueno amiga, pero por lo menos aclaraste a la “Miss Chile” y al estúpido de Bruno.-Aclaró Flor.
-Si, pero no me consuela. ¡En todos estos años idealicé a Bruno! ¡Ese fue mi error! Lo convertí en un príncipe sin pensar en que podía ser un ogro como todos los hombres.-Confesé.
-¿Qué vas a hacer ahora? ¡Para colmo lo tienes que ver en la universidad!
-Nada ¿Qué puedo hacer? Él no me va a afectar. Mi vida en la universidad seguirá igual, él no me importa.
Si, sé que era una mentira, pero quería pensar eso después de ese horrible momento.
Pasaron las semanas, yo seguía en contacto con Matilda sólo por teléfono, a Bruno no lo tomaba en cuenta. Lo saludaba como a cualquier compañero de trabajo, pero fingía ser indiferente, aunque por dentro me muriera de pena. Mi orgullo era mas importante, no iba a dejar que ningún hombre, ni si quiera él, me hiciera sufrir.
Un día en el que salía tarde de una de las salas, tapada de papeles como de costumbre, abrí la puerta y cuando iba saliendo choqué… con Bruno, para variar.
-¡Tenías que ser tú! ¡Ya es hábito esto de tropezar contigo!-Grité.
-¡Disculpa! ¡No lo hago intencionalmente! Pero aprovechando que chocamos y que ya no te puedes escapar, quiero que hablemos de lo que pasó el otro día. ¡Por favor Ofelia!-Rogó
-No sé que tengas que decirme. Para mi esta todo claro, pensé que lo habías entendido después de lo que te dije ese día. De seguro estas acostumbrado a tener a cuanta mujer se te antoje, pero conmigo te equivocaste, no me moviste ni un pelo. Al contrario, me llegaste a dar lástima, es el peor beso que me han dado.
Mi furia había salido de repente, ni si quiera yo conocía esa faceta que tengo, tan cruel. Aproveché que él no sabía nada de mí para hacerlo sentir mal, a pesar de lo maravilloso de ese beso, él no tenía idea que era el primero que yo daba en toda mi vida, así que mentí. Bruno me escuchaba mientras miraba para otro lado, cuando terminé de decirle lo que pensaba me respondió:
-Me gustaría saber que fue lo que te hicieron antes para que seas así. ¡Necesitas con urgencia que alguien te quite lo amargada! ¡Sea un hombre o una mujer! Porque con esa fobia hacia los hombres… lo mas probable es que seas…
Le di un puñetazo, lo empuje y lo dejé tirado en el piso. A pesar de que ese golpe me dolió mas a mi que a él, no lo demostré.
-Nunca pensé que me iba a encontrar con el característico macho troglodita. En todos estos años, cada vez que pensé en ti eras otra cosa. Pero me equivoqué, resultaste ser igual que todos. ¡Que lástima! Pero ¿sabes? Espero que con esto se me pase de una vez este enamoramiento estúpido y sin razón, ¡que se muera el amor que siento por ti! No quiero preguntas ni que se te infle el ego, porque es verdad que te amo, pero desde mucho antes yo sabía que tenía que dar vuelta la página. Nunca hubo nada, menos lo habrá ahora.

martes, abril 24, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXIV

No sabía como reaccionar, esa pregunta me complicaba porque no quería responderla. Supongo que me daba vergüenza reconocer que lo había querido, mucho menos lo admitiría sabiendo que existía la posibilidad de que al hablarle de Bruno, Matilda descubriera que lo amaba igual o más que antes. Sólo sonreí y me atreví a decir:
-Eso da lo mismo porque fue hace muchos años. Fue una cosa de niños.
-Lo sé, pero en se momento podías habérmelo dicho. ¡Ni si quiera lo note! ¡Que tonta! Cuando Carolina me contó no lo podía creer.
-Bueno, pero ya pasó. Ya te dije que son cosas de adolescentes.-Mentí
-Si, tienes razón. En todo caso, si ahora se diera la oportunidad… ¡haría todo lo posible porque ustedes estuvieran juntos!-Dijo mientras lanzaba una carcajada.
-¿A pesar de Emilia?-Pregunté sonriendo.
-Realmente haría cualquier cosa por mi hermano. Si no es feliz con Emilia… y quisiera intentar algo contigo…tendrían todo mi apoyo.-Contestó.
“Ojala Bruno quisiera estar conmigo”, pensé. Me pellizqué la pierna para retractarme de lo que había pensado, era una estupidez.
Dejamos a Bruno de lado y Matilda me contó más de su vida. Era una periodista, trabajaba en una revista haciendo reportajes sobre turismo. Viajaba constantemente a diferentes países, entrevistando a los habitantes de cada lugar y también a personajes importantes e influyentes de la zona, que por lo general eran grandes negociantes. Cuando terminó de narrarme lo que había sido de ella en todo este tiempo, me hizo una invitación:
-Me voy de viaje por una semana, así que con esto te doy tiempo para que te organices y no tengas excusa para faltar. Te quiero en mi casa el próximo sábado, he organizado un almuerzo con unos amigos cercanos y esta es una buena ocasión para recordar viejos tiempos, y para que conozcas a gente nueva. Estando en esta ciudad lo necesitaras.
-La verdad es que a mi no me gustan esas cosas. Disculpa, pero no.-Me negué.
-¡No me puedes hacer esto! ¡Haz una excepción! ¡No siempre nos encontramos con amigos del pasado!-Rogó.
No quería, por una parte porque esos eventos sociales por insignificantes que sean, me cargan. Por otro lado el ver a Bruno en un lugar en el que no tenía ni dónde ni por qué huir, me aterraba. Pero ninguno de mis argumentos dejó conforme a Matilda, ella insistió hasta que al final logró que aceptara.
Llegué a la casa muy tarde y cansada, sabia que me esperaba un extenso interrogatorio, Florencia no tendría piedad y no esperaría hasta el otro día para que le contara lo que había pasado. Apenas entré ella me estaba esperando, me ofreció un café y me hizo detallárselo todo. Me dejó libre en horas de la madrugada, Flor no se acostó hasta repetirme mil veces: “Tienes que intentarlo con Bruno. No lo dejes escapar otra vez.” Ese consejo resonó en mi cabeza incluso en sueños.
Durante toda esa semana me la pasé evitando a Bruno, si me lo topaba inventaba cualquier excusa para irme, realmente me portaba muy grosera con él. Lo evadí lo más que pude, incluso llegué al infantil punto de esconderme, igual que un niño. Jugué a las escondidas hasta que llegó el día del almuerzo, ahí no me podía seguir ocultando.
Matilda me esperaba con una gran sonrisa, me hizo pasar y me presentó con el resto de los invitados que no eran muchos, los padres de los anfitriones estaban de vacaciones, así que solo estaban ellos en la casa. Primero me presentó a Renato, su pololo; luego a Lucas, un profesor de historia compañero de trabajo de Bruno y mío, yo sólo lo ubicaba pero al parecer era gran amigo de Bruno. Finalmente conocí a Emilia, la polola o la ex (situación no definida) de “ojitos claros”. Es una mujer que parece modelo, alta y muy delgada, con buena ropa y maquillada, es para que salga en la televisión, a diferencia de mi que soy un desastre (aunque no me importa). En fin, debo admitir que es linda.
Me senté al lado de Lucas y conversé con él gran parte del almuerzo, de vez en cuando opinaba en ciertos temas cuando todos hablaban, pero mas me dedicaba a escuchar y a cuestionarme que era lo que hacía ahí. Por suerte Lucas fue muy amable y en todo el rato que estuve con él no me aburrí, descubrí que es un tipo muy interesante y culto, se definió como un escritor “frustrado”. Gracias a él me relaje y me olvidé de que Bruno estaba por ahí, de lo poco que lo observé me di cuenta de golpeó a Emilia con el látigo de la indiferencia, cosa que a ella no le parecía porque luchaba constantemente por ser el centro de atención de todos.
Al momento del postre me levanté para ir al baño, tuve que ir al que estaba en el segundo piso porque el que estaba en la planta baja estaba en remodelación. Cuando subí recordé mi vieja casa, la del lado, identifiqué de inmediato cual era la pieza de Bruno. Impertinentemente entré en la habitación en la que había una guitarra, un teclado y otros instrumentos, de inmediato ese teclado llamó mi atención. Viajé hacia mi infancia. Mi abuela tenía un piano en su casa, durante los veranos en los que la visitaba me había enseñado una que otra canción y hasta antes de cumplir los quince yo había seguido practicando, pero con los cambios de casa y sin un piano propio, mi talento musical se vio perdido. Prendí el teclado gustosa, sin pensar en que era un exceso de confianza que nadie me había dado, pero me importó poco cuando empecé a tocar y cantar una de esas románticas canciones con las que mi abuela me había instruido. Estaba tan inspirada, que hasta pensé en dedicarme a componer, fue una especie de terapia con la que deseché toda mi tensión. Cuando terminé me encontré rodeada de aplausos, al escucharme cantar todos habían subido a verme, como por impulso me paré e hice una reverencia, se que fue ridículo, pero fue para ocultar mi nerviosismo, para parecer tranquila y no una chiquilla vergonzosa. Bajaron a comer el postre, yo apagué el teclado y cuando me di vuelta me encontré con que Bruno estaba en el marco de la puerta, aplaudió y dijo:
-Tenías guardado tu talento musical. ¡Felicitaciones! ¡Lo haces bien!
-Gracias, mi abuela me enseño cuan…-Intenté decir, pero me interrumpió.
-Ofelia ¿por qué me evitas? No intentes negarlo, he visto como te escondes. Desde que nos reencontramos pareciera que quisieras borrar esto de tu vida. ¿Por qué? ¿Qué te hice para que quieras huir de mí?- Dijo ofuscado.
-¡No te evito! ¿¡Crees que eres el centro del mundo!? ¡Si no te hablo en la universidad es porque estoy ocupada!-Grité.
-¿¡Ahora que es sábado y que estas en mi casa también estas ocupada!? Para mí apenas tuviste un saludo, pero para Lucas ¡todo el almuerzo! ¡Dime Ofelia, dime que es eso tan terrible que tengo para que huyas de mí! ¿Soy muy feo o estoy enfermo de algo contagioso? ¡No te dejaré ir hasta que respondas!
-¡Te dije que no me hiciste nada! ¡Déjame en paz!-Contesté alterada.
Quise dar un paso, pero no alcancé porque Bruno me acorraló contra la pared, lo tenía tan cerca que temblaba entera, no me atrevía a moverme, lo miré a los ojos y me deshice, preferí bajar la vista, era menos peligroso. Bruno se enojó más cuando traté de escapar y dijo:
-¡Ves como siempre tratas de huir de mí! ¡Hoy no! ¡Vas a contestar todas mis preguntas!
Se acercó aún más, vio hacia la puerta y en seguida me miró, no sé en que momento sus manos llegaron a mi cara, levantó mi rostro suavemente y se fue acercando lentamente, cerré los ojos y sentí el dulce sabor de sus labios.

domingo, abril 22, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXIII

Sentí que iba a estallar, primero porque no había terminado de decirle a Bruno lo que debí confesarle hace diez años y segundo porque esa mujer lo había llamado “Mi amor”. En ese momento pensé que sólo yo tenía derecho a llamarlo así, pero después me di cuenta de que no nos unía nada, que seguíamos igual que hace diez años y peor, ahora éramos aun mas extraños. Me di vuelta para dar la espalda a la puerta y así no ver a la mujer que buscaba a “ojitos claros”. La inseguridad me invadió, quería desechar a Bruno de mi vida pero a pesar de eso fue inevitable pensar en que yo no podía competir con ella para ganarme su amor. Por primera vez no dudé en hablarle, a pesar de mi rabia le dije:
-Parece que te busca tu polola o ¿es tu esposa?
-Ni lo uno ni lo otro. Espérame un segundo.-Dijo mientras se paraba, luego gritó- ¡Matilda! ¡Que bueno que viniste! Ah que no sabes…
Era Matilda, no lo podía creer, cuándo iba a pensar que me iba a reencontrar con esas personas que en algún momento de mi vida, y quizás hasta ahora, habían sido tan importantes. Ella no me vio la cara, por eso antes de que su hermano terminara de contarle todo lo interrumpió:
-¡Tú no cambias! ¡No pierdes oportunidad para andarte amigando con mujeres por ahí! ¡La pobre Emilia no se merece eso!
-¡Cálmate! ¿Por qué siempre defiendes a Emilia? Hay cosas que tú no sabes… ¡ella no es siempre la víctima! ¡Además eso se terminó! –Dijo Bruno ofuscado.
-¿Por cuánto tiempo? ¿Dos días? Si sabes que a pesar de todo la amas. Talvez hay cosas que yo no sé, pero de eso estoy segura. ¡La amas!-Respondió Matilda.
Ya tenía más antecedentes de Bruno, estaba igual que yo, con algo sin resolver. Al parecer era víctima de una relación inestable. En ese momento me cuestioné muchas cosas, entre ellas qué era lo que Matilda no sabía y que al parecer a Bruno no le gustaba decir, y por otro lado, si esa tal Emilia le había hecho daño a “ojitos claros”. Se me estrujó el corazón al pensar que él era de otra, pero en el fondo sabía que eso pasaría, ya había sido suficiente haberlo encontrado otra vez como para esperar que él estuviera libre y con esto, que al fin fuera mío. Yo seguía sentada sin mostrarle mi rostro a Matilda, escuchándolos. Se notaba que a Bruno le parecía divertida la reacción de su hermana, su tono de burla lo delataba. Aunque tenía una mezcla de rabia y risa por la forma en que Matilda había sacado conclusiones sin saber nada, quiso contarle quien era el personaje con el que se encontraba.
-Sólo porque eres mi hermana y puedo tolerar tus impertinencias, te voy a decir con quien estoy. Esta hermosa mujer que esta sentada aquí es…
Me paré y di la cara antes de que dijera mi nombre, Matilda me miraba con la boca abierta, y en seguida me reconoció:
-¡Ofelia! ¡No lo puedo creer!
-¡Hola Matilda! Tanto tiempo sin vernos.-Dije sonriendo.
Luego del infaltable abrazo, Matilda mandó a Bruno a buscar un café y nos quedamos solas. Me explicó que eso de decirle “mi amor” a Bruno era algo que se le había ocurrido para espantarle las “amiguitas”, él estaba pololeando con Emilia y aunque decía que se había terminado, ella sabía que no era así.
Matilda seguía incrédula, se le hacía difícil de creer en esas “vueltas de la vida”. Yo por mi parte estaba contenta de verla, creo que fue porque recordé viejos tiempos.
-¿Por qué nunca escribiste? Siempre tuve la esperanza de recibir una carta para mantenernos en contacto.-Dijo Matilda con tristeza.
-Bueno, la verdad es que como no llegaste a despedirte… eso me hizo pensar que antes de que yo me fuera ya te habías olvidado de mí, aunque suene infantil.-Contesté con amargura.
-¡Es verdad! ¡No alcanzamos a llegar! Pero no creas que fue porque no nos importabas ni a Bruno ni a mí. Fue por culpa de nuestra amiga Valeria ¿te acuerdas de ella?
-Si, claro. Pero ¿Qué tenía que ver ella con que no llegaran a despedirse?
-Lo que pasa es que Valeria nos había invitado al cumpleaños de su mamá que era en las afueras de santiago y se suponía que ella nos tenía que llevar de vuelta a la casa antes de que tú te fueras para poder despedirnos.
-¿Entonces que pasó? ¿Por qué no llegaron?-Pregunté intrigada.
-Cuando Valeria supo que nos queríamos ir para llegar a despedirnos no nos quiso llevar. ¡Le dio un ataque de celos! Dijo que se notaba que tú estabas enamorada de Bruno y que pensaba que mi hermano también sentía algo por ti. Se enojó, no hizo nada para que nos fueran a dejar a nuestra casa y amenazó a Bruno de terminar con él si seguía insistiendo. Obviamente nosotros nos fuimos igual, juntamos unas monedas que teníamos y tuvimos que rogarle al chofer de un bus que nos llevara por lo poco que teníamos. Cuando llegamos tú ya te habías ido.-Explicó Matilda.
-¿O sea que Bruno igual terminó con ella?-Interrogué.
-Si, pero cuando íbamos en el bus me dijo que lo había pensado desde antes. Estaba aburrido de sus manipulaciones. Además, él ya se había dado cuenta de que lo usaba y que su cariño no era de verdad. ¡Las cosas que tenemos que pasar cuando somos niños! Imagínate que en ese momento todo eso fue tan terrible para nosotros, en cambio ahora, sabemos que hay cosas mucho peores.
Después de su explicación Matilda me preguntó que es lo que había sido de mi en todo ese tiempo, a que me había dedicado, etc. Unos momentos después llegó Bruno a dejar el café, se le había pasado el tiempo y tenía que ir a dar una clase, así que se fue diciendo que esperaba verme ahí durante el día. Vi como se alejaba mientras pensaba en que yo también esperaba verlo, pero no quería. Me quedé pasmada viendo a Bruno, en eso, Matilda hizo una pregunta que no esperaba:
-¿Por qué nunca me dijiste que te gustaba Bruno?

miércoles, abril 18, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXII

Cuando me di cuenta de que estaba en sus brazos un escalofrío me recorrió la espalda, sentí ganas de soltarme y decirle que no era necesaria tanta ceremonia, que el tiempo había pasado y que nunca fuimos tan amigos como para eso. Pero por impulso y olvidando lo demás correspondí su tierno y cálido abrazo, estaba pasando lo mismo que hace diez años. Florencia, que estaba atrás de Bruno, nos miraba con una sonrisa pícara, fue en ese momento en el que reaccioné y me distancie de él, el mágico momento había terminado.
-¡Tantos años! ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Ocho o nueve años?-Dijo dudoso.
-Diez para ser exactos.-Contesté amargamente.
-¡Cómo pasa el tiempo! Pero tú no has cambiado mucho ¡sigues igual!-Agregó Bruno
-¿Era igual de linda hace diez años atrás?-Preguntó Florencia.
Ella y sus comentarios siempre tan atinados, sólo respiré profundo y miré el piso esperando que Bruno no respondiera esa ridícula pregunta. Pero para variar, me equivoqué.
-Si, así es. Pero creo que ahora lo esta más.-Contestó sonriendo.
-¡Suficiente! Me tengo que ir. Adiós.-Dije mientras me iba.
Florencia me miraba atónita, se quedó parada mirando como me alejaba, pero Bruno me alcanzó y me detuvo.
-¿Después de no vernos en años te vas así? ¿Ni si quiera me vas a dar la oportunidad de que nos tomemos un café?
¿Por qué seguía teniendo ese maldito poder sobre mí? ¿Qué tenía él que me hacía sentir tantas cosas sin hacer nada? Miré hacia atrás y Flor asentía con la cabeza sin que se borrara su sonrisa de complicidad. Acepté.
Fuimos los tres a la cafetería de la universidad, nos acomodamos en una mesa y nos atendieron de inmediato. Yo pedí un café corriente, Bruno un cortado y Flor un capuchino, les aseguro que mi café tan común fue el mas dulce que tomé en mi vida. A pesar de ser un líquido tan simple, la compañía de “ojitos claros” lo hacía especial. Como de costumbre Florencia trató de romper la tensión que yo sentía, así que fue ella la que preguntó:
-Bueno Bruno y ¿qué es lo que haces por aquí?
-Estoy trabajando en esta universidad, doy clases. Soy profesor de música.
“¡Lo que faltaba!”, pensé, que mejor que estuviéramos trabajando en el mismo lugar. Me entró una especie de pánico al escuchar eso, ahora me lo iba a topar a cada momento. Después me dediqué a reflexionar sobre lo que había sido de Bruno, nunca me hubiera imaginado que iba a escoger una profesión así, músico. Me encantó saberlo.
Luego de que hablaron por un rato Flor se fue, inventó un montón de excusas, de las cuales ninguna sonó convincente, yo sabía que su intención era que nos quedáramos solos. Hubiera dado cualquier cosa por irme con ella, pero no podía huir siempre de Bruno, tenía que asumir de una vez que nos habíamos encontrado de nuevo y que además trabajábamos en el mismo lugar. Me quedé con él, seguía igual de nerviosa pensando en que en cualquier momento mi lado estúpido, que gracias a él desarrollé, iba a salir por impulso. Pero traté de relajarme, a pesar de todo quería saber más sobre él.
-Nunca hubiera pensado que serías músico. Debe ser una linda carrera.-Dije insegura.
-Si, lo es. La música es mágica, te transporta a lugares hermosos en menos de un minuto y sin moverte de donde estas.-Contestó Bruno.
Hubo un silencio, Bruno me miraba pero yo evadía encontrarme con sus ojos, fingía estar pendiente de otras cosas. Esta vez fue el quien se animó a romper el hielo.
-Ofelia… ¿Te pasa algo? Desde que nos encontramos me ha dado la impresión de que lo único que quieres es salir corriendo. Pensé que en el pasado éramos bueno amigos, talvez no los mas grandes, pero lo éramos ¿o no?
Quizás ese era el momento de decirle la verdad, confesarle que lo había amado con toda mi alma durante años, aunque sonara cursi, pero que ahora quería seguir con mi vida, dar vuelta la página. Yo ya no sentía nada por el ¿o si? No perdía nada con decirle, a ver si con eso podía vivir en paz y no sufrir al pensar que lo tendría que ver todos los días tratando de ocultar lo que me pasaba. Intenté explicarle:
-Bruno…lo que pasa es que yo… yo… yo…
-¿Tú que Ofelia? ¡Dime! No creo que lo que te pasa conmigo sea tan grave o tan terrible.-Se impacientó Bruno.
-Lo que pasa es que yo te…
Como de costumbre no alcancé a terminar la frase. Una mujer que venía entrando a la cafetería, saludó con la mano y gritó:
-¡Bruno, mi amor!

martes, abril 17, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXI

Cuando reuní todos los papeles me puse de pie rápidamente, las piernas me temblaban y automáticamente me ruboricé. Nuevamente había tropezado con Bruno, se imaginaran mi desconcierto, no entendía que es lo que podía estar haciendo ahí.
-¡Que coincidencia! Nuevamente nos encontramos. Soy Bruno… ¡se me había olvidado que ya me conoces! Ésta es la oportunidad perfecta para que me digas de dónde nos conocemos.-Dijo imponente.
No quería verlo más, ya había decido borrarlo por completo de mi vida ¿Qué había hecho de mal para que se me apareciera otra vez? Él era parte del pasado, lo había decidido hace muchos años y lo había reafirmado el viernes cuando nos volvimos a encontrar y no me reconoció. Lo miré, di media vuelta para irme pero antes de dar un paso él se interpuso velozmente en mi camino y me dijo:
-Al menos dime tu nombre.
No hizo falta que yo le dijera nada, mientras estábamos ahí en silencio, inoportunamente desde un extremo del pasillo alguien gritó:
-¡Ofelia!
Quería correr, desaparecer o cualquier cosa para no encontrarme con la sorprendida mirada de Bruno, sabía que al oír mi nombre al menos tendría una idea de quien era yo. Pero ya era tarde, ya había puesto sus ojos en mí y yo me había encontrado con los suyos, me observaba incrédulo. Yo no sabía que decirle, me quedé muda como de costumbre, pero el sonriendo preguntó:
-¿¡Ofelia!? ¿¡La amiga de mi hermana Matilda!?
Me demoré un poco en contestar, pero ya daba lo mismo, había sido descubierta y con eso venía el verdadero reencuentro, el que yo quería evitar, no sé por que.
-Si, soy yo.
No alcancé a decir nada más porque Flor llegó, venía reclamando porque le había costado encontrarme en ese lugar tan grande.
-¡Al fin te encuentro Ofelia! ¿Y él quien es? ¿No será un pretendiente y me lo tenías escondido? ¡Por eso el viernes llegaste tan rara!
Si antes estaba roja, ahora lo estaba mucho más, porque cuando Florencia mencionó lo del día viernes Bruno parecía aún más confundido y la intensidad de su mirada me ponía aún más nerviosa. Pero a pesar de todo ese lío el quiso romper la tensión y presentarse con Florencia:
-Soy Bruno, un viejo amigo de Ofelia.
Flor palideció y estaba igual que yo, callada, pero su silencio no duró mucho porque de un momento a otro gritó:
-¿¡Bruno!? Ofelia ¿él es tú Bruno?
Recalcó eso de “tú Bruno”, por lo que la fulminé con la mirada, pero al menos con ese comentario logró que me salieran las palabras, indiferente contesté:
-Si Flor, él es Bruno, ese vecino del que te hablé. Ella es mi amiga Florencia.
-¿Sólo vecino? ¡Yo creí que éramos amigos! ¿Por qué si me reconociste no me lo dijiste en ese momento?-Interrogó.
-Bueno porque…porque…-Trate de responder.
-Porque se puso nerviosa. ¡Imagínate! Con lo cambiada está, seguramente entró en pánico y pensó que era sólo coincidencia lo del nombre.-Dijo a tiempo Florencia.
-Pero podías haber…-Bruno fue interrumpido por Flor.
-¡Que bueno que se encontraron! Pero esto no parece el reencuentro de dos amigos, es todo menos eso. ¡Falta el abrazo!Yo quiero mucho a Florcita pero en ese momento quise matarla ¿en qué estaba pensando para que se le ocurriera sugerir eso? Para mi sorpresa, a Bruno no le parecía tan tonta la idea, me quitó las cosas que tenía en la mano, se las pasó a Florencia y me abrazó tan fuerte que parecía que le alegraba volverme a ver.

lunes, abril 16, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XX

Mi corazón se aceleró, de un salto me puse en pie, me arreglé la ropa mientras él se paraba, si era quien yo creía era probable que me diera un ataque. Cuando por fin se paró se me acercó dijo:
-¡Discúlpame! Iba distraído, lo siento. Esto de salir sin paraguas en días amenazantes de lluvia es un lío.
-No…este eh…no te preocupes. Son cosas que pasan.-Dije nerviosa, tanto que hasta tartamudeé.
Estaba inmóvil frente a un hombre que no podía ser otro que Bruno, el corazón me lo decía a gritos ¿pero como podía comprobar que era él sin parecer desesperada? A veces las ansias de tener algo hacen que uno confunda las cosas. Una vez, hace varios años, iba en un auto paseando por Valparaíso y mientras miraba a las personas que cargaban con su rutina creí verlo parado afuera de un negocio. Sólo me dije: “¡Qué tonta!”
No me salían las palabras, estaba demasiado ocupada pensando en cómo saber si era él, y que es lo que haría si lo era. Tantos años había pensado en que si lo volvía a ver me tiraría a sus brazos y le robaría el beso que nunca me dio, pero no podía hacer nada sin estar segura. Finalmente no pude esperar más, así que venciendo mi miedo le pregunté directamente:
-¿Bruno?
-Si… ¿nos conocemos de alguna parte?-Dijo confundido.
Era él, mi corazón no había fallado. Pero de un momento a otro todos mis sentimientos cambiaron, sentí rabia con él porque se clavó en mi corazón, tanto que ni el paso de los años me hicieron olvidarlo, ahora nos encontrábamos y ni si quiera me recordaba. Había llorado mucho tiempo por alguien que me olvidó apenas me fui, supongo que fue hasta ese momento en el que me di cuenta de que siempre mantuve la esperanza de que Bruno me quisiera y me recordara, igual como lo hacía yo. Era un romanticismo barato, eso era lo que mas me irritaba, creer tan ciegamente en el amor y en cosas que sólo pasan en las novelas. Finalmente, mi ira dominó mis pensamientos y en un arranque de cólera empujé a Bruno y mientras salía del café le dije:
-¡No! No nos conocemos. Ten mas cuidado para otra vez.
Salí y sentía la mirada desconcertada de Bruno sobre mí, pero nada hizo que me devolviera, eso era lo mejor. La lluvia se había intensificado así que solamente me bastaron dos minutos para empaparme, afortunadamente no me demoré mucho en tomar un taxi que me llevó al departamento de Florencia. No me pude sacar de la cabeza el encuentro, su mirada, su rostro algo cambiado pero igual de tierno, todos lo recuerdos fueron removidos. Llegué al departamento y Florencia me estaba esperando, pero al entrar ni si quiera la saludé, sólo me encerré en mi pieza para cambiarme la ropa mojada, quería acostarme, dormir y pensar que todo había sido un sueño. Sabía que lo que había pasado no se me iba a olvidar y darle mas vueltas al asunto me provocaría el mismo dolor de hace años, que tanto me había costado aliviar. Mientras pensaba en esto, Flor entró a mi pieza, se sentó a los pies de mi cama y firmemente preguntó:
-¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué llegaste así? ¿Tuviste algún problema con tus abuelos?
Florencia era mi amiga y talvez debía contarle en ese momento, pero no quería preguntas ni nada, lo único que quería era olvidarme. Le mentí.


-No pasó nada. Disculpa que me haya portado así, lo que pasa es que estoy cansada y muerta de frío. Esto de la lluvia…
-¡A mi no me engañas! ¡No seas mentirosa! Yo se que algo te pasó-Interrumpió enojada.
-Ya te dije que no. Me duele la cabeza y quiero dormir.-Dije tratando de sonar convincente.
-Ofelia ¿por qué me mientes? Pero está bien, no voy a insistir más. Si no confías en mi…nada puedo hacer.-Dijo apenada.
Salió dando un portazo, realmente me sentí mal porque no era nada contra ella, todo era mi culpa por ser tan tonta removiendo cosas que ya habían quedado atrás. Me dormí intranquila.
Llegó el lunes y Florencia seguía algo molesta conmigo, pero yo sabía que en el fondo ella me había perdonado, se portaba así para hacerme sentir culpable y con eso conseguir todo lo que me pedía. Tenía que ir a dar mis clases esa mañana, así que me vestí, me tomé un café y salí rumbo a la universidad. Cuando llegué mis alumnos ya me estaban esperando, les había dado un trabajo así que a penas empezó la clase los retiré. Una hora y media más tarde salí de la sala tapada con un montón de composiciones, iba saliendo de la sala pensando en que tenía ese rato libre para ir a la cafetería. Para variar iba distraída, caminaba mirando hacia atrás pendiente de que no se me hubiera volado ninguna de las hojas que llevaba, pero fue en vano porque nuevamente choqué con alguien. Las hojas se desparramaron, mi furia estalló:
-¡Es mi karma chocar con la gente! ¿Soy la única que va atenta para no tropezar con nadie?
Rápidamente me agaché a recoger las hojas, no me interesaba saber quien era, estaba tan molesta que lo único que quería era recoger los trabajos e ir por un buen café. Hasta que escuché:
-¡Disculpa! Fue casualidad.
Levanté la mirada, no podía creer lo que estaba viendo. Me faltaba el aire y lo único que logré decir fue:-¿¡Tú!?

viernes, abril 13, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XIX

Mi primera semana en Santiago fue horrible, lluviosa y fría. No tenía idea dónde quedaba nada, realmente era como si vagara sin rumbo cada vez que salía a la calle. Es verdad que viví aquí un tiempo, pero no salía a ninguna parte a menos que fuera necesario, por lo que nunca me ubiqué bien. Afortunadamente, tengo el apoyo de Florencia que lleva varios años viviendo aquí, en un pequeño departamento en el centro, ella me está alojando hasta que aprenda a sobrevivir en esta selva urbana. Es verdad que también tengo a mis abuelos, pero opté por no hospedar con ellos porque todo me queda mucho más alejado. Realmente debo estar agradecida de tener un trabajo y un lugar acogedor en el que quedarme, ahora que llevo más días aquí me doy cuenta de que es necesaria la compañía, se me había olvidado que aquí todo el mundo funciona como robot, la persona que está a tu lado no existe. Eso de vivir en provincia hizo que lo olvidara.
Bueno, como dije, llegué a la capital por motivos de trabajo, vengo impartir un taller literario en una universidad, un electivo para ciertas carreras relacionadas con este tema. Le tengo fe a este nuevo trabajo, pienso que es algo que me hará progresar mucho más que en un colegio, eso de hacer literatura como una actividad extra programática, que no es valorada para nada por un montón de niños, a la larga me frustraba. Mis primeros días en la universidad fueron dificultosos, ya saben que eso de adaptarme nunca se me ha hecho fácil, pero afortunadamente aquí encontré interés en mis clases, así que por lo menos tengo una satisfacción. Ya saben, me cuesta mucho aceptar los cambios, aunque sean para mejor.
Apenas llegó el fin de semana Florencia me propuso salir a pasear, pero yo tenía otros planes. No quería mentirle a Florencia y tampoco quería herir sus sentimientos, si le decía a donde iba a ir realmente querría acompañarme o me lo prohibiría, pero esa visita tenía que hacerla sola y la hacía sólo de curiosa, ya se imaginaran dónde. Me lo tomé como una terapia o como un juego, ya han pasado muchos años y tenía ganas de volver al lugar en el que por primera y única vez amé, supongo que para saber si ese lugar había cambiado tanto como yo. Le dije a Flor que mis abuelos me habían dicho los días antes que los fuera a visitar durante el fin de semana y que quería aprovechar el viernes, ya que no estaba lloviendo para ir a verlos y salir luego del trámite. Ella lo entendió y aceptó dejar nuestra salida para el día siguiente, resuelto esto salí a esperar la micro que me llevaría a mi viejo barrio. Después de unos pocos minutos logré subir al microbús que me trasladaría hasta esos suburbios del pasado, la ciento cuarenta, la misma que tomaba hace diez u once años atrás. Media hora mas tarde mi trayecto había terminado y estaba nuevamente parada en la Avenida Domingo Santa María, lista para entrar a la villa en la que estaba mi casa. Miré por unos instantes mi alrededor y logré reconocer varios de los negocios en los que muchas veces compré, me disponía a seguir con mi camino pero de la nada se puso a llover torrencialmente, como soy poco precavida andaba sin paraguas, no tenía nada con lo que protegerme, por fortuna divisé un café, así que corrí hasta allá para resguardarme de la lluvia hasta que ésta se suavizara para poder visitar mi casa. No me iba a rendir por un poco de agua, además esa oportunidad no se iba a repetir porque probablemente me arrepentiría si lo dejaba para después, era ahora o nunca.
Entré al local, era pequeño pero parecía cómodo, no había mucha gente así que me agradó mucho más, eso me ofrecía un poco de lectura y por qué no, un espacio para escribir algunos versos. Me senté en una mesa, saqué mi infaltable y tradicional cuaderno, me sentía inspirada. Acompañada de un buen capuchino, tomé mi lápiz y afloraron las palabras, sonaba una música romántica de fondo que llamó en seguida mi atención, parecía que la letra estaba dedicada a mí, o más bien, a la Ofelia de ocho años atrás. Lo que quedó en mi cabeza de esa letra dice así: “Fue encontrarme en tu mirada y sentirme enamorada, era menos frágil junto a ti. Pero todo era mentira, te marchaste de mi vida y me perdí. Si revivo tu recuerdo me hace daño si te pienso, estoy triste pero estoy de pie…” No escuché mas porque me dediqué a escribir, aunque suene ridículo esa canción me inspiró más, esa canción y la lluvia se complementaron, así conseguí escribir un poema de los que hacía años no podía hacer. Sin darme cuenta habían pasado dos horas y aunque era temprano, ya se estaba oscureciendo debido a la lluvia. Mi visita, por desgracia, tendría que ser después, o talvez con eso debía quedarme claro que lo mejor era no volver, ordené mis cosas y pagué mi café, salía rápidamente hasta que justo cuando iba a poner un pie fuera del local choqué con alguien que venía entrando, el tropezón fue tan fuerte que caímos al piso. Unos segundos después noté que estaba encima de un hombre, mis gritos y reclamos estaban a punto de salir con toda ira, hasta que miré al idiota descuidado que había ocasionado ese caos. Me encontré con unos ojos grises, cálidos y transparentes, en menos de un segundo estaba perdida en ellos, igual como una vez lo hice en los de… ¡Bruno!

jueves, abril 12, 2007

Una hisotria sin resolver

Capítulo XVIII

“Una historia sin resolver…”En menos de diez minutos mi sicóloga había dado una explicación lógica a lo que me podía estar pasando con Bruno, al parecer había llegado el momento de olvidarlo. Pensé en esa frase por unos minutos hasta que Sofía continúo con la sesión haciéndome otras preguntas, dejando de lado por completo a “ojitos claros”. Una hora más tarde salí de la consulta sintiéndome liviana pero confundida, no dejaba de pensar en que cómo puede afectar tanto algo que no se llega a concluir como para que la mente haga pensar cosas que no son. Pero preferí no tratar de explicarme nada, la confusión iba a crecer y probablemente eso me tiraría mas al hoyo negro en el que estaba, asumí que Bruno probablemente pudo ser el amor de mi vida, pero yo debía seguir mi camino sin él. Me fui pensando en eso todo el trayecto a mi casa, hasta que antes de entrar me dije “No más”, había tomado la difícil decisión de olvidar. Sentí un profundo dolor porque era perder una ilusión que aunque me hacía mal, mantenía viva mi capacidad de querer, algo que con los años se perdió. Era lo que tenía que hacer, desde ese momento la luz de esos ojos que me enamoraron debían extinguirse en mi memoria para que yo pudiera continuar con mi vida.
Pasaron varios meses en los que estuve en terapia, hasta que un día la sicóloga me dio la noticia de que ya podía enfrentar todo sola, lo más terrible había pasado. Para ese tiempo había logrado dejar de pensar a cada instante en Bruno, aún me costaba pero ahora mi sufrimiento había disminuido. Estaba demasiado pendiente del colegio y de que ya era hora de decirles a mis padres lo que quería estudiar, algo que les sería muy difícil de entender.
Un par de semanas antes de salir del colegio creí que era el momento perfecto para informarle a mi familia cual era la carrera que quería seguir. Cuando estuvimos todos reunidos a la hora del té me dispuse a hablar:
-Ya tengo claro lo que voy a estudiar…
No alcancé a terminar porque mi papá mientras fantaseaba interrumpió diciendo:
-¿¡Qué es?! ¡Apuesto a que Leyes o Geología! ¡Hija, me voy a sentir tan orgulloso de ti!
Realmente me daba lástima desmoronarle su ilusión, pero ni Leyes ni Geología eran carreras para mí. Me miraba sonriente esperando que una de esas fuera mi respuesta, pero no le podía mentir, tomé valor y dije:
-No papá, ni Leyes ni Geología. Voy estudiar Literatura.
Sonaron unos grillos por unos instantes, mi papá no me quitaba la vista de encima mientras masticaba el pedazo de pan que aún no lograba tragar. Una vena asomó de un momento a otro en su frente, que terminó de aparecer cuando gritando dijo:
-¿¡Literatura!?¿¡De dónde sacaste esa idea!? ¿¡Te quieres morir de hambre!? ¿¡Cómo se te ocurre que voy a dejar que te vayas a meter a esos ambientes!? ¡Entre artistas! ¡Olvídate!
-Es lo que yo quiero, papá. Lo siento si no te gusta, pero ya lo decidí. –Dije firmemente.
-¿¡Ah si!? ¿Lo decidiste? Está bien… ¡pero que no se te olvide que yo voy a pagar tu carrera! ¡Y yo no estoy dispuesto a financiar algo que no dará frutos!
-Bueno, lo siento mucho. Ya me esperaba esto de no tener tu apoyo, como siempre. Pero me da lo mismo lo que digas. ¡Aunque tenga que trabajar para pagar mi carrera, lo haré!-Grité.
-¡No me grites que yo no tengo tu edad! ¡María, dile algo a esta niña!-Pidió mi papá.
-Tú sabes que cuentas conmigo, hija. Yo te voy a apoyar en tu decisión, si Literatura es lo que quieres estudiar, eso estudiarás.-Dijo mi mamá sonriendo.
Mi papá gritó unas palabras que nadie entendió, se paró de de la mesa y miró a mi mamá enfurecido. Yo estaba esperando muchos gritos mas y mucha mas oposición, pero finalmente se fue a encerrar a su pieza. Supongo que mi cara se desformó de desilusión pensando en cómo iba a hacer para poder estudiar lo que yo quería y mi mamá lo tiene que haber notado, porque a penas me miró me consoló:
-¡Tranquila, hija! A tu papá se le va a pasar la histeria y tú vas a estudiar lo que quieres.
Siempre he dicho que las madres son medias brujas, porque tal y como dijo mi mamá, a mi papá se le pasó el enojó, finalmente cedió y me apoyó. Entré a la universidad en Valparaíso y Bruno fue desapareciendo de a poco, lo negro se quedó atrás y gracias a mis logros en los estudios saboreé un poco la felicidad. En ese período universitario, tampoco estuve con nadie, varios se acercaron ofreciendo amor, pero yo nunca me sentí lista, ni quería estarlo. Siempre vi las relaciones como un lío, por lo que nunca me di una oportunidad.
Han pasado ocho años desde que mi vida tomó ese rumbo de estudio y de olvido, hace unas semanas volví a Santiago por motivos de trabajo, sin sospechar que me llevaría mas de alguna sorpresa.

martes, abril 10, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XVII

Ahí estaba, a punto de echarme esas pastillas a la boca, tratando de ponerle fin a mí vida llena de amargura. La casa estaba sola porque todos habían salido a pasear, nada me impedía morir, tenía el camino libre para dejar de sufrir. Hace dos horas que estaba llorando sin parar, pero cuando reaccioné y me vi con ese frasco en la mano me sentí una cobarde, pensé en mi mamá y en el daño que le haría si tomaba el camino más fácil, pensé en que no tenía sentido dejarme vencer y que debía luchar, salir adelante. Tiré las pastillas a la basura, respiré y me acosté a dormir, lo mejor era esperar para que todo en mi cabeza se aclarara.
Desperté temprano en la mañana, me dolía la cabeza, me levanté y fui al baño a lavarme la cara, cuando me miré en el espejo sentí pánico, tenía los ojos tan hinchados que parecía que se me habían salido. Volví a encerrarme en mi pieza y no salí hasta el medio día, cuando ya tenía pensado lo que iba a hacer conmigo y cuando mis ojos volvieran a su estado normal, aunque fuera un poco. No había sido lo demasiado valiente o cobarde para suicidarme, así que lo mejor era dejar de lamentarme y continuar, no me quedaba otra alternativa que pedir ayuda. Mi papá con sus pensamientos arcaicos estaba descartado, para él esto hubiera sido otra de mis tonteras, mis hermanos eran muy pequeños, la única que a la que le podía confiar esto era mi mamá pero ¿cómo se lo decía? Tenía miedo de contarle lo que me pasaba porque me preocupaba la reacción que podía tener, no quería que se preocupara mucho y tampoco quería que me tomara por una exagerada que quería ir al sicólogo por mona. Pero nunca lo iba a saber si no se lo decía, y cuando estuvimos una noche las dos solas decidí sincerarme sin dar más vueltas.
-Mamá, quiero ir al sicólogo.
Mi mamá miró el techo como si de él obtuviera paciencia y comprensión, luego sus ojos se posaron en mí y dijo:
-¡Ahora quieres ir al sicólogo! ¿¡Y por qué!?
No me podía sentir mas mal, darme cuenta de que para mi mamá también lo que me pasaba era absurdo me dolía, pero ya había hablado y mi madre no se quedaría tranquila hasta que le contara todo.
-Hace meses que me siento mal, creo que estoy con depresión.-Dije con normalidad.
-¿Por qué piensas eso?
-Porque me siento angustiada, porque no quiero hacer nada y porque…me la paso llorando. ¡Estoy cansada de todo! Necesito ayuda.
No me quebré en ningún momento, no derramé ni una sola lágrima, eso era todo lo que tenía que decir y ahora dependía de ella si me daba su apoyo o no. Mi mamá no dejaba de mirarme, pero parece que con esa petición de ayuda desesperada me creyó y empezó a preocuparse. Era como si tratara de buscar una explicación a lo que me había pasado, creo que hasta se sintió culpable, pero no me decía nada. Por unos minutos reinó ese silencio, hasta que se cansó de esperar que yo dijera algo más y habló:
-Bueno, tendremos que sacar hora con el doctor. Una de mis amigas está yendo a una sicóloga, le puedo pedir el nombre para que vayas donde ella. Me dijo que era buena.
-Está bien, pero te quiero pedir una cosa más. No quiero que le digas nada de esto a mi papá.
-¡Pero Ofelia él tiene derecho a saber lo que pasa! ¿Por qué no quieres que…?


-¡No mamá! Él no lo va a entender y yo no estoy en condiciones de escuchar sus brutalidades. Esto tiene que quedar entre nosotras ¡prométemelo!-Dije presionándola.
Mi mamá me conocía tan bien que daba por hecho que si se lo contaba a mi papá mi confianza en ella se acababa y mis ganas de salir adelante se perderían en el camino. Yo por mi parte, tenía pensado en negarlo todo si mi papá se enteraba, él no lo iba a entender. Quedó pactado que nadie mas se iba a enterar, ahora solo tenía que conseguir hora con la sicóloga para tratar de componer mi vida. Después de hablar con mi mamá salí a caminar sola y lloré amargamente por un buen rato, hasta que me calmé y volví a mi casa entrando casi como una ladrona, sigilosa para no toparme con nadie y evitar interrogatorios.
Pasaron varias semanas antes de que lograra conseguir una hora con la sicóloga, pero finalmente obtuve una cita con la doctora Sofía Blanco. Ella viajaba desde La Serena por lo que atendía sólo los días sábados, yo fui citada para el primer fin de semana de marzo a las seis de la tarde.
A los pocos días de conseguir la hora entré al colegio, seguía sin ganas de ir pero me consolaba pensando en que tenía la posibilidad de que eso terminara pronto. Rápidamente llegó el fin de semana y con el mí esperada hora a la sicóloga, me negué a ser acompañada y partí sola a tratar de solucionar mi problema. Llegué y tuve que esperar un rato, hasta que por fin entré, era una sala pequeña en la que había dos sillas y un escritorio. Ella era una mujer joven, a penas la vi me dio confianza, no tuve miedo de decirle todo lo que tenía guardado, me saludó y me ofreció una de las sillas.
-¡Buenas tardes Ofelia! Yo soy Sofía y quiero que te sientas muy cómoda en cada sesión. Puedes decir todo lo que quieras y quedará en secreto. Ahora cuéntame ¿Qué te trae por aquí?
Le dije todo lo que me pasaba, parecía que estaba hablando sola porque ella no me interrumpía, escuchaba muy concentrada, hasta que en un momento en el que respiré ella preguntó:
-¿Has tenido pololo? ¿Te has enamorado?
Me quedé callada aunque no dudé en hablarle de Bruno, cuando recuperé el aire contesté:
-No he tenido pololo, pero estoy enamorada de alguien hace varios años. No me he podido olvidar de él y eso me asusta, encuentro tonto estar enamorada de alguien que dejé de ver hace mucho tiempo, con el que nuca pasó nada y ni si quiera tengo contacto, pero pienso en el todo el tiempo. Cada vez que lo recuerdo siento que mi corazón va a explotar, lo mismo que sentí la primera vez que lo vi.
Sofía se quedó pensando, supongo que trataba de ordenar sus ideas para plantearme lo que pasaba conmigo, por qué me sentía así, finalmente habló.
-Puede ser que no estés enamorada y te sientes así porque ese ciclo no se cerró. Crees amarlo porque nunca pasó nada con él, es una historia sin resolver.

lunes, abril 09, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XVI

No sé si mis escritos eran dignos de llamarse poesía pero tenía que llamarlos de alguna forma y poemas me pareció buena palabra, aunque fuera un atrevimiento. Me hice adicta a escribirle versos a Bruno, nunca les puse título pero los numeraba, cuando todavía los contaba iba en doscientos, escritos en menos de dos meses. Ya después sólo escribía, me ponía en todas las situaciones que pude haber vivido con “ojitos claros”, todo era para él. Obviamente nadie sabía que yo escribía, hasta que un día una compañera en el colegio me preguntó que tanto escribía en ese cuaderno viejo, que era el mismo en el que había escrito mi primer poema, a pesar de mi vergüenza me decidí y se lo mostré, me empecé a preocupar cuando se me tiró a los brazos y me dijo emocionada que estaba hermoso. Me preguntó si los había escrito yo o los había copiado de alguna parte, en se momento me sentí orgullosa de que alguien pensara que mis humildes poemas valían tanto como para pasar por los de alguien importante, le contesté que yo los escribía y ella sólo me pudo decir: “¿Puedes escribir uno basado en mi historia?” Al principió dude un poco, pero la vi tan entusiasmada que no me pude negar, así que escuché toda su historia y le dije que trataría de hacer algo pero que no le prometía nada. A la mañana siguiente llegué con el poema para ella, no sabía si le iba a gustar pero daba igual. Se lo mostré en uno de los recreos, se le llenaron los ojos de lágrimas y yo pensaba: “¿Tan mal está?”. Pero ella me aclaro todas mis dudas cuando nuevamente me abrazó y me dijo: “Es exactamente lo que siento. ¿Cómo lo haces?” Luego de eso se propagó por el curso el dato de que yo escribía y todas se interesaron en leer el cuaderno, varias compañeras se me acercaban, me contaban sus historias para que yo las transformara a poemas, tuve éxito y como vi que a mis compañeras les gustaba me sentí contenta y eso me hizo dejar de pensar en Bruno todo el tiempo, porque ya no todo lo que escribía era sobre nosotros.
De un momento a otro todo se hizo mas pesado, me sentía muy mal, triste y vacía. Lloraba todas las noches a escondidas, me aislé de mis compañeras y de Florencia, no quería nada con nadie, necesitaba estar sola. Al principio no le tomé importancia pero con el paso de los meses ya ese cansancio se me hizo notorio, todas mis amigas me preguntaba que me pasaba, pero en mi casa nadie sabía que yo estaba mal porque al salir del colegio todo el camino a mi casa iba practicando una cara que pareciera normal y hasta feliz. Terminó mi primer año en Vallenar con una angustia tremenda sin saber por qué y lo peor es que justo cuando creí que Bruno ya estaba olvidado me volvió todo el amor, lo necesitaba más que nunca, talvez necesitaba sentirme querida y él era mi mayor ilusión. Me fui apagando cada vez mas, no dormía y sólo me torturaba pensando en que quería correr a los brazos de mi amor y quedarme ahí eternamente, pensaba que solo así me sentiría protegida. No me pregunten por qué me empecé a sentir así, pero con los años llegué a la conclusión de que fueron muchos factores los que influyeron, entre ellos el no ser aceptada tal y como era por mi padre, el cambio radical que tuve de un momento a otro no le gustó para nada. Ya no era la misma Ofelia que se quedaba callada ante sus imposiciones, ahora me enfrentaba a él, su machismo me cansó. Lo único que quería él y toda mi familia era verme con un pololo, les entró el pánico cuando notaron mi rechazo hacia los hombres, que en realidad tenía una excepción… Bruno. Pero ese rechazo fue el fruto de aceptar sin derecho a opinar lo que mi papá quería, pero era de familia, todos los hombres cercanos que me rodeaban tenían el gen de la brutalidad y el machismo agudizado, yo no quería caer en lo mismo que todas las mujeres que los acompañaban. Sometidas, aunque lo negaran, al imperio masculino, mujeres objetos o esclavas a su servicio. Mi papá no lo toleraba, siempre fui un bicho raro por no seguir los pasos tradicionales de mi mamá, mis abuelas, tías, etc.
El verano llegó y salimos de vacaciones, yo me quede en mi casa todo el verano sin ver a nadie, nada me importaba, aunque me sentía sola y callé por varios meses, viví mi tristeza sola sin compartirla ni si quiera con Florencia. Ella sabía que yo estaba mal y notó que quería estar sola, por lo que no la vi en semanas, hasta que un día quedamos de juntarnos para ponernos al día. Llegó a mi casa después de almuerzo y nos pusimos al día, yo le conté como estaba y ella culpó a Bruno de todo mi dolor, incluso trató de buscarme una solución.
-Yo creo que tu deberías andar con alguien, así te sacas a Bruno de la cabeza. ¿Sabes que serías la pareja perfecta Esteban?-Dijo convencida.
Esteban era de lo mejorcito que ofrecía Vallenar en cuanto a niños de nuestra edad, era de lo más cotizado y en un tiempo fue amigo de Florencia pero se fueron alejando y al final, quedaron sólo como conocidos. Talvez era atractivo, pero era un verdadero plomo, hablaba mal de todas las niñas con las que andaba y se creía lo máximo, motivos suficientes para que no fuera de mi agrado. Yo no lo conocía bien pero cada comentario que me llegaba de él hacía que me cayera aún peor. No podía creer que Florencia sabiendo eso lo propusiera como candidato para olvidar a Bruno.
-¿¡Qué!? ¿¡Te volviste loca!? Nunca he creído en eso de que un clavo saca a otro clavo. ¡Además que sabes que me cae mal!-Le aclaré.
-Pero si tú serías una buena compañera para él. ¡El pobre tiene tantos problemas y tú eres tan comprensiva! Son la combinación perfecta.-Dijo riendo.
-¡O sea que de un momento a otro me convertí en la madre Teresa de Calcuta! ¡Ya te dije que Esteban no es para mí!
-¡Yo sé que le gustarías! ¡Ofelia y Esteban!-Gritó mientras disimulaba su risa.
Florencia no paraba de molestar con eso de “Ofelia y Esteban” como por media hora, hasta que finalmente se rindió al ver que más que gracia me hacía enojar.
El verano siguió su curso normalmente, las pocas veces que fui a una fiesta me topé con Esteban y aunque varias amigas me dijeron que se me insinuaba, a mi me importaba bien poco que “el niño lindo mas codiciado de la ciudad” se hiciera el interesante delante de mí, mis pensamientos estaban en otro lado.
Cuando llegó febrero me sentía a punto de estallar, mi ánimo no había mejorado, me sentía aún mas mal pensando en que pronto tendría que volver al colegio. Mi angustia se triplicó y ya no soportaba a nadie de mi casa, me la llevaba encerrada leyendo o escribiendo, solo salía para comer, porque cuando no hacía nada de eso me dedicaba a recuperar las horas de sueño que el insomnio me robaba.
Un día mientras leía, me dio una crisis de angustia, de nada me servía estar viva si estaba así de sola, tenía miedo de decirle a mi familia lo que sentía, no encajaba en este mundo con mis pensamientos “raros”, no tenía a Bruno, todo mal. Busqué en el botiquín del baño unas pastillas, miré la fecha y estaban vencidas, había encontrado el fin a mi problema. La única solución era morir.

sábado, abril 07, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XV

Desperté en la mañana pero Bruno ya no estaba, todo había sido un sueño. Quedé de acuerdo en juntarme con Florencia, necesitaba contarle lo que había pasado, necesitaba que alguien le diera una explicación a ese sueño tan real para no pensar que me estaba volviendo loca. Unas horas después Florencia estaba sentada en la misma cama en la que Bruno había estado la noche anterior.
-Ofelia ¡Cálmate! Solo fue un sueño, no es para tanto.
-¿¡Cómo quieres que me calme!? ¡Anoche él estaba durmiendo en esta cama! ¡Donde tú estas sentada!-Dije apuntando la cama.
Florencia puso cara de asco, se paró, se sentó en una silla y cuando vio la expresión de mi rostro dijo:
-¡Nadie me garantiza que aquí no paso nada! Así que por las dudas…
-¡Ridícula! ¿Qué iba a pasar? Todo fue producto de mi imaginación, por desgracia.-Dije desilusionada.
¿Qué estaba pasando? ¿Me estaba volviendo loca de amor? No le di más importancia al asunto, me conformé porque con tenerlo en un sueño ya era mucho, pero todo ese día estuve apenada. Ya no quería sentir eso, pero ¿cómo se hacía para olvidar?, es verdad que talvez yo no hacía mucho esfuerzo por sacarlo de mi cabeza pero según yo, no se podía hacer mas. Florencia me acompaño un rato y luego se fue, sólo quedamos mis pensamientos y yo, eso era peligroso, significaban miles de preguntas que no podía responder, muchos reclamos y nadie con quien quejarme, en fin, un caos que pondrían en peligro el poco juicio que le quedaba a mis facultades mentales. Para no sentirme tan sola prendí la radio, para variar sonaba una canción romántica y triste que me hacía sentir aún peor, pero no la quise cambiar, ya les dije que soy masoquista. Arriba del escritorio había un cuaderno del año anterior al que le quedaban unas hojas en blanco, lo agarré, pesqué un lápiz y me puse a escribir. Cuando terminé lo leí, no sabía bien que era eso, pero no me parecía tan mal fuera lo que fuera y quería compartirlo con alguien. Ese día me había estado acordando de Andrea y como tenía su teléfono decidí llamarla, era una buena amiga y su sensibilidad era un punto a favor para criticar mis palabras. Cuando me contestó y supo que era yo se puso muy contenta, a mi también me alegraba oírla, me contó como iban las cosas con Simón y otras cosas de su vida mientras yo me decidía a leerle lo que había creado. Le conté que había escrito algo y que quería que lo escuchara, ella aceptó feliz, así que saltándome el título comencé a leer:

Primer poema de Ofelia para Bruno

Tus ojos fueron mi cielo,
Mi amor, mi fantasía
Y mi perdición.
Lejos de ti nada tiene sentido,
Me hace falta tu mirada
Que sé que nunca volveré a tener.


No puedo decirte adiós porque
Te guardo en mis pensamientos
Y en la agonía de mi corazón.
No me despido ni digo hasta siempre
Porque aunque no fuiste mío
Todavía estas aquí, conmigo.

Ofelia.

miércoles, abril 04, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XIV

“No”, era la única respuesta, ahora ¿cómo dársela para no ser tan hiriente? Tenía que pensar bien lo que le iba a decir, él no tenía la culpa de esa confusión y si sus sentimientos hacía mi eran verdaderos si era muy ruda no se lo tomaría bien. Calmadamente lo miré y le dije:

-Lo siento Luis pero yo no estoy interesada en ti ni en nadie. No quiero pololos, ni nada por el estilo.

Esta bien, mentí pero ¿qué querían? No le iba a contar a un desconocido que estaba enamorada hasta los huesos de alguien que estaba a varios kilómetros de distancia. Si no se lo dije a Matilda, que era la persona en la que mas había confiado en el último tiempo no se lo iba a decir a nadie. Además, tenía la esperanza de que mientras más veces negara mi amor por Bruno mas rápido lo olvidaría.

Luis no dijo nada, sólo abrió la puerta y me dejó salir. Llegué y ya no tenía ganas de hacerles nada a las autoras del vergonzoso episodio, ver la cara de decepción de Luis me hizo imaginar cómo mi hubiera sentido yo si le hubiera confesado a Bruno que lo amaba y el me hubiera rechazado. Afortunadamente Luis no me quito el saludo, seguimos siendo amigos y ese tema no se tocó nunca mas.

Fin de año llegó rápido y con él llegó un nuevo cambio. Nuevamente a mi papá lo trasladarían, esta vez a un hoyo perdido en el desierto llamado Vallenar. Cuando mi mamá me dijo casi llorando que nos teníamos que ir a mi no me pasó nada, realmente ya había perdido lo que mas me importaba ahora dejaba uno que otro amigo, pero no era motivo que me causara dolor, talvez como ya estaba habituada a esos cambios parecía no afectarme. Como era costumbre sin decirnos nada ya nos habían conseguido colegio a los tres, a mi y a mi hermana nos tocaba nuevamente un colegio de puras mujeres dirigido por monjas. Pero ya me daba igual, donde me pusieran daba lo mismo, total ¿cuánto íbamos a estar ahí?

Pasamos el verano en Coquimbo y ni supe cuando nuevamente estaba arriba de un bus con un rumbo desconocido, me fui las tres horas de viaje pensando hasta que parte Chile iba a conocer si seguían los traslados. Lo peor es que cada vez estaba mas lejos de Bruno, cada vez más kilómetros y menos posibilidades de volverlo a ver, siempre que pensaba eso me odiaba por haber hecho la cábala de la maleta. Aunque si no la hubiera hecho tampoco Bruno habría aparecido, pero quizás eso hubiera sido lo mejor. Cuando entramos a Vallenar me pasó algo extraño, fue como un presentimiento que me auguraba que ahí no iba a estar bien y que de ahí no me iba a mover tan rápido.

Llegamos un par de días antes de entrar al colegio los cuales pasaron muy rápido entre los arreglos de la casa y la compra de todo lo necesario para el nuevo establecimiento. La vuelta a clases ya no me ponía nerviosa, me daba igual ser aceptada o rechazada por mis compañeras pero aún así me adapté al curso con el tiempo, me hice amiga de Florencia que a pesar de ser mi polo opuesto se ganó mi confianza al instante y con el paso de los meses nos hicimos inseparables.

No sé por qué, pero a Florencia pude hablarle de Bruno. No me demoré mucho en contarle mi historia, ella se sorprendió y no podía creer que yo aún lo quisiera, no le cabía en la cabeza cómo a pesar del período que había pasado sin verlo mi amor seguía intacto.

Un sábado por la tarde me fue a visitar, entre todo lo que hablamos Bruno salió como tema y nos pusimos a especular en lo que pasaría si volviera a verlo alguna vez. Se nos pasó la tarde imaginando mis reacciones mientras ella me aconsejaba lo que debía hacer si me lo encontraba. Pero al parecer Florencia tuvo un momento de lucidez y concluyó que eso no era sano, así que de un momento a otro me dijo:

-Ofelia, tienes que olvidarte de él.

-¿Qué? Pero cómo… ¡Tú no…!-Traté de decir. Pero me rendí y finalmente acepté- Tienes razón pero ¡no puedo!

-¡No quieres que es distinto! Ni si quiera haces el esfuerzo por olvidarte de él. Sé que es difícil pero por lo menos trata, no es bueno que vivas de un recuerdo.-Dijo en tono severo.

Después de darme mil razones para que echara a Bruno al olvido Florencia se fue.

Llegó la noche, después de vagar por toda la casa sin nada que hacer, decidí acostarme. No tenía sueño así que me dediqué a pensar en todos los cambios que había tenido en tan poco tiempo, en los que pronto vendrían y así me dormí. Desperté a las tres de la madrugada en los brazos de Bruno, él dormía profundamente pero aún así me acariciaba el pelo. Ahí estaba él, no me miraba pero igual me sentía querida, yo sabía que me amaba, sabía que correspondía mi amor. Lo miré y me sentí feliz de que estuviera conmigo, lo abracé, me acomodé en su pecho y me dormí.

martes, abril 03, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XIII

Extendí mi mano y se la di, con eso sellamos una “nueva amistad”. Realmente lo hice para no ser mas pesada de lo que había sido, él sólo había tratado de ser amable, aunque fuera cargoso. Conversé un rato con él y me fui a mi casa, sabía que al decir que finalmente habíamos quedado como amigos iba a ser motivo de burlas, pero no me quedaba de otra que contarles sino sería peor. Ya estaban tomando té cuando llegué, nuevamente las miradas quedaron fijas en mí, no dilaté más la cuestión y les conté:

-Ya le pedí disculpas. Quedamos como amigos.

Mi hermana no se demoró nada en encontrar la forma de fastidiarme y lo peor es que contaba con todo el apoyo de mi hermano, en coro me dijeron:

-¡Uy Ofelia! ¡Ahora serás polola de Luis y no de Bruno!

-¿¡Qué les pasa!? ¿¡No tienen otra cosa que hacer que molestarme!? Ese niño es un conocido nada mas y si fui a hablar con él fue porque mi mamá me mandó. Ya me tienen cansada con sus comentarios estúpidos ¡busquen algo que hacer el par de jetones!-Dije hasta quedar sin aliento.

-¡Ya hija cálmate! No es para tanto, si es una broma nada más. Oye en todo caso es harto buen mozo el niñito éste, no estaría nada de mal para ti.-Comentó mi mamá en tono burlón y sin poder contener una sonrisa maliciosa.

-¿¡Tú también!? ¿No tienen a nadie más a quién hastiar? Por lo visto en esta casa no se puede comer en paz a ninguna hora.

Dicho esto, igual que en el almuerzo me paré y me fui a encerrar a mi pieza dejando atrás las risas de mi mamá y mis hermanos. Por un momento sin saber por qué, me puse en el caso de que Luis me llegara a gustar, si había pasado con Bruno ¿por qué no con él?, pero “ojitos claros” no abandonó en ningún momento mis pensamientos, al contrario se hacía cada vez mas presente. Recordé los pocos momentos que lo tuve para mí y por un momento pensé que nunca podría querer a nadie más.

Pasaron varias semanas desde que entablé amistad con Luis, lo veía de vez en cuando y conversábamos, pero no era un apego muy grande. Un día sábado en el que volvía de la casa de Andrea encontré que mi hermana y una prima de su edad que se había ido a quedar a mi casa tenían una cara muy sospechosa. Traté de no darle importancia ni a sus caras ni a sus risas nerviosas cada vez que me veían pasar, fui a buscar un vaso de jugo y me senté en el living a escuchar un poco de música, si mal no recuerdo sonaba una canción de Shakira cuya letra me identificó un poco, decía: “Estoy aquí queriéndote, ahogándome entre fotos y cuadernos, entre cosas y recuerdos que no puedo comprender.” Mientras analizaba la canción mi prima y mi hermana se sentaron juntó a mí, me hicieron bajarle el volumen a la radio y mi hermana con una mezcla de arrepentimiento y diversión me dice:

-Con la Valentina hicimos algo que no te va a gustar.

-¿¡Que hicieron!? ¿¡Leyeron mi diario!? ¡Si lo hicieron las voy a matar!

Cuando oyeron mi amenaza ninguna de las dos quiso seguir ocultando por más tiempo su travesura, así que en secreto se pusieron de acuerdo y mientras yo tomaba jugo mi prima habló:

-No es nada tan grave. Solamente le mandamos una carta a Luis a nombre tuyo diciéndole que tú estabas enamorada de él pero que te daba vergüenza decirle.

Se me aceleró el corazón, de pronto el jugo que me estaba tomando se convirtió en cemento y no lo podía tragar, finalmente logré escupirlo, me puse roja, realmente no descarté la posibilidad de que esos fueran síntomas de un ataque, pero cuando solté un grito in entendible supe que no me iba a morir.

-¿¡Que hicieron qué!? ¡Las voy a matar! ¿¡Cómo se les ocurre hacer una cosa así!? ¡Mocosas estúpidas!

Después de gritar todo eso, golpear los cojines del sillón y correr inútilmente tras ellas porque se encerraron con llave en uno de los dormitorios, tuve un momento de lucidez y me acordé de la famosa carta. Talvez Luis aún no leía mi supuesta declaración, tenía que correr lo antes posible para recuperar la carta. Nuevamente amenacé de muerte a las autoras de la diablura y salí de inmediato a la casa de mi “nuevo amor”.

Llegué en dos pasos, golpeé la puerta y me abrió él, me hizo pasar y yo prácticamente ahogada le dije:

-¿Leíste la carta? ¡Te juro que no es mía! ¡Yo no estoy enamorada de ti!

-¿Qué carta? Ofelia ¿de que me estas hablando?-Preguntó Luis confundido.

-¿Cómo que de que te hablo? De la que te trajeron mi prima y mi hermana, la que supuestamente es una declaración mía para ti.-Expliqué

-Yo no he recibido nada.

Todo había sido otra mentira de ese par de locas y yo la imbécil había caído redondito. No sabía que era mas vergonzoso, que la carta hubiera existido y Luis la hubiera leído o eso que acababa de pasar. Estaba a punto de salir de la casa de Luis aún más enojada y a la vez humillada pero no pude porque él cerró la puerta y me dijo:

-¿Esto significa que no tengo ninguna posibilidad de estar contigo?

lunes, abril 02, 2007

Una hisotria sin resolver

Capítulo XII

Cuando escuché esa frase sentí arder mis mejillas y un nudo en mi estómago, pero esta vez no era de amor o vergüenza, era de rabia. Dejé mis cosas tiradas en la puerta, me acerqué hasta donde estaba él y le dije:

-¡Yo no te pedí recepción y nunca me mostré interesada en conocerte! ¡No es mi culpa que tengas complejo de recepcionista! Así que… ¡no esperes que te agradezca nada! Y estaría bueno que te compraras un reloj, para que no molestes a las personas que sólo quieren llegar a su destino.

Murmuró algo mientras yo entraba a mi casa, pero no le di importancia. Adentro, mis hermanos y mi mamá se habían dado cuenta de lo que había pasado. Cuando me senté a almorzar los tres me miraban fijamente, yo no decía nada, sólo comía, hasta que mi mamá decidió preguntar:

-Hija ¿Quién era ese niño?

-Un idiota que me preguntó la hora.-Contesté sin dejar de comer.

-¿Pero te hizo algo? ¿Por qué te gritó que eras una ordinaria?

-Porque lo empujé.

-¿Lo empujaste? ¿Por qué te preguntó la hora? ¡Realmente eres una ordinaria! Esas no son formas…

-¡Ay mamá! El tipo me estaba interrogando ¿por qué tengo que aguantar que un extraño me moleste?

-¡Yo no sé que te pasa a ti niña! ¡Tanta agresividad! ¡Seguro son las hormonas! ¡El amor por ese Bruno te tiene trastornada!-Gritaba mi mamá mientras le servía ensalada a mi hermano.

Realmente con ese comentario sentí como si me hubieran pegado una cachetada. ¿Era verdad que estaba cambiando? ¿Era por Bruno? Mientras pensaba en eso, los chillidos de mi hermana me interrumpieron:

-¡Uy Bruno! ¿Será por él mamá? Si es así, ojalá se le pase para que se fije en ese niño al que empujó, que no es feo por lo que vi.

Los cuatro se pusieron a reír, para mí ya era suficiente. Dejé todo botado y me encerré en mi pieza como era de costumbre. Me tiré en la cama y lloré, pensaba en la falta que me hacía Bruno, que sólo con mirarme me alegraba. Pero ahora ni eso tenía, debía conformarme con su recuerdo. Y llorando me quedé dormida.

Cuando desperté ya era tarde, mi mamá estaba preparando las cosas para tomar té, me vio y en seguida me dijo:

-Le vas a ir a pedir disculpas a ese niño.

-¿¡Que!? Pero si él tuvo la culpa. Yo no tengo…-Fui interrumpida.

-Lo hizo para ser amable. Te quiere integrar, hija. No me importa lo que digas ¡vas a ir!-Ordenó mi mamá.

Ya que mas daba luchar contra eso, para que me dejara en paz no le di mas vueltas al asunto, me lavé la cara y fui a pedirle disculpas a Luis. Afortunadamente cuando llegué a su casa no hizo falta que golpeara porque él justo venía saliendo. Cuando me vio, se acercó y me quedó mirando sin decir nada. No esperé a que me preguntara que es lo que hacía ahí, le ahorre el trabajo y le dije:

-Mi mamá me mandó a pedirte disculpas. Siento lo del empujón… ¡pero tú me colmaste la paciencia!

-Acepto tus disculpas… ¿puedo saber ahora cómo te llamas?-Me dijo asustado.

-Me llamo Ofelia.

-Yo soy Luis. Y también te pido disculpas por ser tan cargante.-Dijo y se rascó la cabeza.

Cuando hizo eso me acordé de Bruno, él se rascaba la cabeza así cuando estaba avergonzado. No sé por qué pero esa vez no me fui en mis pensamientos profundos, estaba atenta a Luis, yo creo que es porque no tenía ninguna intención de ser examinada otra vez. Ya estaba dispuesta a irme, así que me despedí, o intenté despedirme:

-Ya me tengo que ir. Nos vemos…otro día.

-¡Pero no te vayas! Conversemos un rato, no muerdo. Además, ahora que arreglamos nuestras diferencias podemos ser amigos ¿o no?

No estaba segura de si quería dar ese paso, no era nada contra Luis pero…realmente me daba lo mismo ser su amiga o nada. Me quedé en silencio, Luis parecía impaciente, así que volvió a preguntar:

-¿Amigos?

Estiró su mano y me la ofreció.

domingo, abril 01, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XI

Cuando escuché esa acusación sentí ganas de reír, pero después analicé la situación y no le encontré el chiste. La que era supuestamente mi “amiga” estaba desconfiando de mi, talvez no éramos inseparables y nos conocíamos poco, pero cuando llego a conocer a las personas y creo que me conocen no hay cosa que me irrite mas que desconfíen de mi. Pensé en gritarla y mandarla a la punta del cerro, se lo merecía por no haberme preguntado nada, pero después me dije a mi misma que era mejor salvar la única relación social que tenía en el colegio y aclararle la situación.

-No me estaba besuqueando con él.-Dije tranquilamente.

-¡Ay! ¡Entonces está todo el curso con problemas a la vista! ¡Todos te vieron!-Respondió Andrea colérica.

-Si, todos nos vieron juntos ¡Pero yo lo cité ahí para hablarle de ti!-Las últimas palabras las grité.

-¡Claro y yo soy estúpida! ¿Cómo piensas que te voy a creer eso?

-No voy a hacer nada para que me creas, piensa lo que quieras. Si no puedes confiar en mi no tengo por qué explicarte nada. Pero por si te da la curiosidad, pregúntale a Simón.

Eso fue lo último que le dije y me puse a escribir la materia que estaba escrita en la pizarra. Lo que quedó de mañana no nos hablamos, cuando sonó el timbre de salida tomé mis cosas rápidamente y salí. En el camino hasta mi casa iba pensando en cómo era posible que cuando una quiere ayudar todo le sale tan mal, esto no podía ser peor. Primero me vinculan con un niño que a penas conozco y paso esa humillación delante de todo el curso, y para colmo la única persona con la que hablaba en el colegio creía que yo era una traidora, lo que traía como consecuencia mi soledad absoluta en los recreos. Patético, nuevamente Ofelia sería el centro de atención por ser la “niña antisocial”, pero de eso mismo agarré valor y no permití que me afectara. Yo no había hecho nada malo así que el tiempo tendría que darme la razón, o eso esperaba.

Al otro día llegué a clases esperando el rechazo absoluto por parte de Andrea y de todo el curso, pero cuando llegué apenas Andrea me vio se lanzó hacia mí y me abrazó tan fuerte que casi me dejó sin respiración. Francamente sentí miedo, el día anterior me había gritado, me había culpado sin que yo tuviera derecho a defensa, me había hecho la ley del hielo y ahora estaba abrazándome, Andrea se había vuelto loca. Finalmente me soltó.

-¡Gracias Ofelia! ¡Discúlpame por favor!-Me dijo emocionada.

-Andrea ¿te sientes bien? Ayer no me hablabas y hoy me abrazas ¿Qué pasa?-Pregunté temerosa.

-¡Fui una tonta por no escucharte! Simón ya me aclaró todo. Ayer a la salida me dijo que tú lo estabas aconsejando para que se me declarara y gracias a eso… ¡estamos pololeando!

-¡Ya era hora de que se decidiera! Me alegro de que todo se haya aclarado.-Dije aliviada.

-Gracias por darle ese empujón a Simón, fue porque habló contigo que se atrevió. Él mismo me dijo que si no hubiera sido por eso nunca hubiera podido.

Al decirme esto Andrea se me volvió a tirar a los brazo y nuevamente me dio las gracias. No era para tanto, pero ella era así de emotiva y yo no era quien para frenarle sus impulsos, menos si a mi no me dañaba. Todo se aclaró y lo que había pasado se fue al olvido, al menos algo bueno había salido de todo eso, Andrea y Simón ya estaban juntos, cumplí mi objetivo aunque por metiche pasé un mal rato.

Como todo se aclaró la mañana siguió su curso normal, a la una salimos de clases y yo me fui caminando con unas compañeras que vivían cerca de mi casa, hasta que un poco antes de llegar cada una tomó rumbo hacia sus hogares. Dos casas antes de la mía, había un niño de mi edad (o un poco mayor) sentado en la vereda, cuando me vio pasar se paró y se cruzó en mi camino, me hizo detener y me dijo:

-¡Hola! ¿Tienes hora?

-No, no tengo. ¿Me dejas pasar?- Le pregunté ya que seguía parado delante de mi.

-¿Eres nueva? ¿Cómo te llamas?

“Que tipo mas cargante”, pensé. No tenía ninguna intención de decirle nada, pero al final me arrepentí y le dije:

-No sé que tiene que ver eso con la hora y dudo mucho que a ti te importe si soy nueva o cómo me llamo. Así que déjame pasar, por favor.

-Seguro que eres la de esa casa.-Dijo apuntando mi hogar. Luego continúo.- ¡Bienvenida al barrio! Me llamo Luis.

Había escuchado esa frase tantas veces que para mí ya había pasado a ser como un “hola”.Lo único que me importaba en ese momento era poder llegar a mi casa para así escribir en mi diario y aliviar mi dolor de estar lejos de Bruno. Pero en ese instante tenía a un “buen vecino” atravesado en mi camino y no se iba a mover hasta que le contara toda mi vida si es que le respondía sus preguntas. Como no estaba dispuesta a ser interrogada, decidí actuar:

-Gracias por la bienvenida, pero no tengo ninguna intención de hablar con un cargante como tú. Lo siento, te lo pedí por las buenas y no saliste, ahora… ¡permiso!-Dije iracunda y le di un empujón para apartarlo de mi camino.

Caminé hasta mi casa, Luis me miraba desconcertado, seguía parado en el mismo lugar, hasta que reaccionó y corrió a alcanzarme, yo ya estaba abriendo la puerta de mi casa cuando me gritó:

-¡Eres una ordinaria!