viernes, abril 30, 2010

MEMORIAS

Capitulo V

Al día siguiente a la hora del desayuno Amir parecía bastante apurado y al parecer mi madre conocía las razones porque sirvió todo bastante rápido. Cuando se sentó a la mesa mi hermano no tardó en hablar:

-Mamá, sé que Rosario está castigada pero quiero pedirle permiso para que asista a un baile que darán esta noche, si es que ella quiere. Me han invitado y la verdad es que me gustaría que me acompañara. Pienso que si talvez ella socializara más le iría mucho mejor como vendedora en la joyería.

Mi madre me miró dudosa, yo bajé la vista y me concentré en el té y las tostadas. Permanecí callada, un silencio bastante incómodo por lo demás, pero hacía tiempo que había dejado de insistir con lo de salir a bailes por lo que ir o no me daba exactamente igual.

-Realmente no creo que lleve bastante tiempo encerrada como para que haya aprendido la lección pero pienso que tiene razón, Amir. Esta niña necesita conocer más gente, además ya está en edad de tener novio y aquí encerrada no va a encontrar. No quiero que se le vaya el tren por mi culpa, por eso cedo a que la lleves. ¿Quieres ir a ese baile, hija?

-Si quieren que vaya iré, realmente me da igual.-Contesté con desinterés. La verdad es que mi mente andaba en otro lado.

Mi madre puso los ojos en blanco y balanceó la cabeza de un lado a otro, luego curiosa preguntó:

-¿Cuál es el motivo de ese baile?

-El compromiso de Octavio y Esperanza. Irá mucha gente importante, políticos y gente con mucha influencia en el medio. Debo estar ahí si quiero ser candidato por el partido.

La poca ilusión de ir al famoso baile se desvaneció mas rápido que decir “ya”. No me era nada agradable la idea de encontrarme nuevamente con Octavio, pero sobre todo, ser partícipe de una farsa, celebrar algo que era una completa mentira. Festejar que esa pobre niña se iba a casar con un mujeriego de lo peor y que le verían la cara de tonta, lo más probable, el resto de su vida.

El día pasó rápido, ni si quiera me di cuenta en que momento mi mamá planchó mi hermoso vestido de fiesta. Insistió con peinarme y maquillarme ella, no quería que su hija pareciera una cualquiera. Debía dejar muy bien el nombre de nuestra familia.
A las siete en punto Amir y yo estábamos llegando al Club Social, el centro del evento. Había un gran número de personas, prácticamente no conocía a nadie, salvo a las que habían sido compañeras mías en el colegio y que veía de vez en cuando en pequeñas reuniones de té.

La comida pasó de prisa, al parecer todos estaban ansiosos por la hora del baile, incluso, el padre de la novia tuvo que dar un discurso bastante corto ya que notó el entusiasmo de todos los que estaban ahí por empezar a bailar. Octavio estaba radiante, pasó un buen rato antes de que me diera cuenta de que lo estaba mirando y lo peor, de que lo encontraba atractivo. Cuando me percaté de este hecho se me aceleró el corazón, latía tan fuerte que pensé que me iba a desmayar en cualquier momento, mi hermano lo notó pero finalmente logré evadir la respuesta simulando una alta de presión. Amir bailó un rato conmigo, luego desapareció y se dedicó a hablar de negocios y política por lo que no me quedó más remedio que sentarme a ver como el resto de los invitados disfrutaban de la buena música. Pero pronto tuve compañía, un joven de mediana estatura, ojos verdes y largas pestañas se acercó a mí, se sentó a mi lado y sin muchos rodeos habló:

-Buenas noches, señorita.

-Buenas noches.-Contesté con sequedad.

-Soy Karim Abud, es un placer conocerla.-Dijo mientras tomaba una de mis manos y la besaba.

-Rosario Slaib. ¿Puedo ayudarlo en algo?

-Me preguntaba si me concedería un baile.-Preguntó temeroso.

Acepté. Nunca he podido descubrir por qué Karim me simpatizó de inmediato, no sabía nada de él pero algo me decía que no era como todos, que podía estar tranquila porque no sería capaz de dañarme. En mis tiempos de paranoia y repudio contra los hombres él fue el único que logró vencer el obstáculo que yo misma puse para todos los demás que se me quisieron acercar. Gracias a Dios no me equivoqué, siempre hizo honor a su nombre, generoso y noble. Así fue mi Karim.

jueves, abril 29, 2010

MEMORIAS

Capitulo IV

Blanca esperaba ansiosa a que llegara Octavio y no se dignaba a disimularlo, se arregló el pelo y se cruzó de piernas. Cuando finalmente estuvo con nosotras ella se levantó del asiento dando un salto.

-Buenos días, señoritas. ¿Disfrutando de una hermosa mañana?-Preguntó con tono seductor.

-Buenos días, señor Martínez. ¿Cómo está? Permítame felicitarlo por su compromiso, ha escogido una buena mujer.-Saludó Blanca con bastante coquetería.

-Gracias, Blanca. Rosario ¿no me va a saludar?

-Buenos días, señor Martínez. ¡Muchas felicidades por su compromiso! ¡No sabe el gusto que me dio enterarme de la noticia!-Dije con ironía.

Octavio se incomodó bastante, supongo que por un momento pensó que podría haber delatado su aventura con Victoria delante de Blanca, se aclaró un poco la garganta y para desviar el tema de su compromiso empezó a preguntarle a mi amiga por su familia. Yo me dedicaba a observarlo, hasta que por fin terminaron su conversación y Blanca se excusó para ir a saludar a unas amigas que estaban a unos cuantos metros de distancia. Tenía que esperarla y Octavio aprovechó ese momento para hablarme.

-Quiero hablar contigo, Rosario. Perdóname por haberte ocultado lo del compromiso con Esperanza, lo que pasa es que no quería que empeorara la imagen que tienes de mí.

-En primer lugar, no me tutee, yo no le he dado esa confianza. En segundo lugar, a mi no me tiene que pedir perdón de nada y en tercer lugar, lo que yo pienso de usted le tiene que importar un pepino porque yo no soy nadie para usted. Por otro lado, la imagen que tengo de usted ya no puede empeorar, señor. Tengo claro que es el tipo de hombre mujeriego y mentiroso que ve a las mujeres como un objeto, y se aprovecha de la inocencia de algunas prometiéndoles el cielo y regalándoles joyas para sentirse menos culpable por haberlas usado. Es de lo peor que puede haber en el mundo.-Sentencié con amargura.

La cara de Octavio dejó ver un poco de tristeza y creo que hasta un poco de vergüenza, supongo que lo hice sentir una porquería, algo a lo que no estaba acostumbrado. De a poco levantó la cabeza y me contestó:

-No es necesario que sea tan hiriente, señorita. Creo que no le he hecho nada tan grave para que me hable así. No entiendo el motivo de su rabia contra mí, como usted dijo, son mis asuntos.

-¡Usted no entiende nada porque es un bruto! Ni si quiera me tomaré la molestia de explicarle.

-¡Como diga! Lo único que quiero es rogarle que por favor mantenga su silencio, no quiero que mi futura esposa sepa nada de mis pequeñas aventuras.-Suplicó Octavio.

-Ya le dije que no diré nada, no me gusta andar hablando sobre cosas que no me incumben. Pero no lo hago por usted, simplemente lo hago porque soy una mujer seria y andar de alcahueta por ahí no es correcto.

En ese momento llegó Blanca, ella se despidió de Octavio cariñosamente y yo a penas le dije adiós, ni si quiera lo miré. Nos fuimos a mi casa a almorzar y así pasar la tarde juntas, de alguna forma tenía que hacer más ameno el encierro.

-¡Ay! ¡Que suerte tiene Esperanza! ¿No crees? Debe ser maravilloso estar comprometida, estar a un paso del sueño de cualquier mujer. Formar una familia y dedicarse por entero a ella.- Dijo Blanca mientras escuchábamos la radio y bordábamos un mantel por encargo de mi madre.

-La verdad es que no sé si eso sea lo que quiero para mí. -Contesté automáticamente.

-¿De que estás hablando?- Preguntó Blanca sorprendida.

-No sé si quiera casarme, ni formar una familia. Pienso que debe haber más opciones para una mujer.

-¿Qué otras opciones? Yo no conozco ninguna otra a menos que quieras meterte a monja. Rosario… ¿eso es lo que quieres? ¡Ay, no!-Dijo mi amiga con sorpresa y sufrimiento.

-Ni si quiera se me había pasado por la mente, definitivamente no me refería a eso. Pero por ejemplo ir a la universidad, estudiar una carrera, ser independiente. Eso me parece una buena opción.

Blanca me miraba atónita, en esos tiempos no era para nada común que una mujer tuviera esos planes. De hecho, era prácticamente inconcebible que una mujer prefiriera postergar la maternidad para dedicarse a estudiar sabiendo que las posibilidades de encontrar trabajo eran escasas. La discriminación era superior.

-Rosario, sabes que es una locura. Para eso tendrías que irte del pueblo, dejarlo todo. Sabes que tu mamá se opondrá y que tu lugar está aquí. Tienes que encontrar un marido y casarte, como todas.

-Ese es el punto, no se si quiero ser como todas. Si me caso quiero realmente hacerlo enamorada y porque crea en el matrimonio, no por una obligación social. Además, sé que soy inteligente y que puedo llegar lejos, no me quiero limitar por lo que digan los demás.-Dije decidida.

-¿Te has vuelto loca? ¿Qué mujer no quiere casarse? ¿Qué mujer se arriesga a ser señalada porque si? ¡Sobre todo en un pueblo como este!

-¡Yo! ¿Y sabes por que? Porque pienso que uno no siempre debe hacer lo que el resto quiere. Realmente estoy bastante confundida con lo del matrimonio. La verdad, dudo de que exista el amor y que sea para toda la vida como para casarse.

Aún recuerdo la cara de mi amiga, parece que le hubiera tirado un balde de agua fría. El tema se cerró, ella no hubiera soportado más.

miércoles, abril 28, 2010

MEMORIAS

Capitulo III

-¿Por qué no se va? Yo no tengo por que contestarle nada. Además, su novia, la señorita Victoria lo debe estar esperando. Adiós.

-De eso quiero hablarle, Rosario. Usted escuchó mucho más de lo que yo hubiera querido, y es algo que lamento profundamente. Pero a mi se me olvidó que usted estaba ahí, estoy acostumbrado a que Amir esté sólo y…

-Vamos al grano señor Martínez, me están saliendo raíces.

-Victoria no es mi novia, digamos que es sólo una amiga. Por eso le quería pedir la máxima discreción porque yo…yo no quiero compromisos.-Dijo dudoso.

-No se preocupe, señor. Poco me interesan sus asuntos, no tengo porque andar divulgando por ahí sus cochinadas. Buenas noches.

Entré a la casa y fui al living a encontrarme con mi madre y mis hermanos que acababan de despedir a Octavio. Los cuatro me miraron con reproche, se sentaron y Amir tomó la palabra.

-Rosario, quiero decirle que su comportamiento dejó mucho que desear. ¿No se da cuenta que pudimos haber perdido un gran cliente?

-Discúlpeme hermano, pero yo no…

-¡Cállese Rosario! ¡Su hermano mayor, el hombre de ésta casa está hablando! Sabe perfectamente que a un hombre se le debe escuchar.-Interrumpió mi madre.

Entre ella y Amir me llamaron severamente la atención, fue una extensa conversación sobre como debía comportarse una mujer y la mala forma en la que yo había actuado, pero lo que más recalcaron fue la vergüenza que sentían de todo lo que le había dicho y que ni si quiera me arrepintiera un poco.

-Rosario, agradezca que Octavio es un hombre bastante tolerante. Si no fuera por eso, ya habríamos perdido la venta del anillo de brillantes que me encargó.- Agregó mi hermano.

-¿¡Un anillo de brillantes!? Debe ser para una mujer muy importante y para una ocasión muy especial, una joya así no se regala porque si. ¿Me equivoco, hijo?

-No mamá, no se equivoca. El anillo es para su compromiso, Octavio se va a casar con la señorita Esperanza Rioseco. Una dama, es de una excelente familia, de mucho prestigio aquí en el pueblo.

Se iba a casar, a parte de ser un mujeriego desvergonzado, era un mentiroso. Decir que no quería compromisos, no podía creer que fuera tan cínico. Dejé de pensar en eso cuando escuché a mi madre decir:

-Si Octavio hubiera sido paisano hubiera hecho lo posible porque se casara con tu hermana. Lástima que no sea así y que ya está comprometido.

-Si quiere un marido así para mi mejor tortúreme de por vida, mamá.

-¡Niña! ¿Qué te está pasando? ¿Por qué hablas así? ¿Sabes algo malo del señor Martínez que no me has dicho?

Amir me miró con cara de súplica, en el fondo me pedía a gritos que me olvidara de todo lo que había escuchado en la joyería porque sabía que a nuestra madre le daría un ataque si se enteraba del contenido la conversación que habían tenido y que para colmo yo la había presenciado. Esa noche mamá decidió que mi castigo sería no volver al negocio por unas cuantas semanas, me quedaría en la casa estudiando, leyendo, haciendo labores doméstica y cuando fuera necesario ella iría a ayudar a mi hermano.

Pasaron unos días y el aburrimiento de estar en la casa no podía ser mayor, así que conseguí que mi madre me dejara salir a dar una vuelta. Caminé hasta la plaza, había mucha gente y entre la muchedumbre divisé a Blanca, mi querida y única amiga en esos tiempos. Debo confesar que no era para nada sociable, vivía en constante encierro por el temor de mi mamá de que me pasara algo, tanto así que me perdía todos los bailes y fiestas importantes pero al menos los vivía a través de Blanca. Para sufrir menos, llegué a auto convencerme de que no me gustaban esos eventos sociales, aunque me moría por ir a uno.

Nos sentamos en uno de los bancos a conversar, ella me comentaba los últimos acontecimientos, entre esos el matrimonio de una de las hijas de la familia Rioseco.

-Yo conozco a Esperanza, es bastante simpática. También conozco a Octavio, no sabes, ¡es un encanto de hombre! Ya hubiera querido yo que pusiera al menos un ojo en mí.-Cuchicheaba entusiasmada.

-¡Ay, Blanca! Te aseguró que no es un hombre para ti. No es un hombre para nadie ese idiota.-Contesté con rabia.

-Rosario ¿Lo conoces? ¿Qué sabes de él?

-Si, lo conocí hace unos días y no le encontré nada del otro mundo. Pero lo que digo no es sólo por él, son todos los hombres unos imbéciles.

-¡Rosario, por favor! ¡Esas palabras! Si sigue pensando así de los hombres no se va a casar nunca.

-No sé si me quiero casar. Me he dado cuenta de que los hombres son una basura.-Contesté segura.

-¡Pero qué cosas dice, Rosario!

El tema se terminó ahí. Seguimos conversando de otras cosas hasta que noté que las mejillas de Blanca tomaban un color rojo bastante intenso. Comenzó a echarse aire y trató de calmarse para explicarme que pasaba:

-Rosario, me acaba de saludar Octavio Martínez. ¡Viene para acá!

-¡Blanca! Recuerda que ese hombre se va a casar, así que ni te ilusiones.

-¡Ya lo sé! ¡Pero es que me encanta! Tiene algo, no sé que es, pero me hace temblar.-Dijo sonriente.

Octavio se acercaba cada vez más y yo sólo quería que diera media vuelta y desapareciera. Lo odiaba, pero no lograba entender por qué, si no me había hecho nada y a penas nos conocíamos. Sólo con el tiempo comprendí que lo que más odiaba era haber empezado a quererlo de un momento a otro y sabiendo que lo nuestro nunca podría funcionar.

martes, abril 27, 2010

MEMORIAS

Capitulo II

Al oír ese comentario sentí que la ira se apoderaba de mí, pero era una dama, debía mantener la compostura, ya estaba llegando muy lejos con los gritos, tenía que tratar de controlarme.

-Si yo hubiera sabido que al atender este negocio me iba a encontrar con patanes, mal educados, impertinentes y ordinarios, tenga por seguro que no habría aceptado el trabajo. Ahora, será mejor que se vaya.-Dije con calma.

En ese instante me di cuenta de que Amir me miraba desde la puerta, había escuchado todo y su cara parecía una piedra de tanta tensión. Se acercó a Octavio un tanto temeroso y lo saludó:

-Octavio, amigo ¿cómo está?

-Estaba bien hace un rato, Amir. Esta señorita ha sido muy grosera conmigo. No pensé que tú dejarías tu negocio en manos de cualquier persona.-Dijo mientras me miraba con malicia pensando que él tendría el triunfo.

-Discúlpela por favor, es nueva en esto. Rosario, ven a disculparte con el señor Martínez.

-Hermano, ¿te has vuelto loco? Este hombre ha venido aquí a decirme cosas y tú quieres que yo me disculpe.¡No lo haré!-Contesté exasperada.

-Así que ¿son hermanos? Pues bien, Rosario yo le pido disculpas, talvez cometí un error pero no me arrepiento de lo que dije, al contrario, lo mantengo.

-Disculpe, Octavio ¿Qué fue lo que le dijo a mi hermana?-Preguntó Amir curioso.

-Nada, sólo que es muy hermosa y le pregunté cómo se llamaba, nada más.

Amir me miró moviendo la cabeza de un lado a otro y me ordenó seguir arreglando la mercadería en las vitrinas. Obedecí, pero seguía muy pendiente de lo que hablaban, a pesar de mi discusión con Octavio quería saber todo acerca de él.

-¿Cómo le fue la otra vez con el collar de perlas que compró para Trinidad?-Preguntó Amir hablando tan bajo que ni los perros podían oírlo.

-¡Excelente! ¡Fue mi paso a la gloria! Usted me entiende.-Contestó Octavio riendo.

-Y ahora ¿Qué quiere regalarle?

-A Trinidad nada. Ya es pasado. Ahora tengo una nueva conquista.

-¡Hombre, a usted no le falta! Si hace un mes que estaba enamorado de Trinidad y ahora ya la olvidó.-Comentó mi hermano con complicidad.

-No, Amir. No confunda las cosas, yo nunca me enamoro. Yo puedo quererlas un poco a todas, pero no pertenezco a ninguna. Ya tuve lo que quería de Trinidad, nuestro tiempo pasó y hoy mi corazón ha puesto sus ojos en Victoria. Pero no es un pez difícil de pescar, así que quiero algo bonito pero no tan caro. Llegar a la cama de Vicky no es tan difícil como haber logrado llegar a la de Trinidad.

Cuando escuché esto me llevé una gran desilusión, se suponía que ante mi tenía a dos caballeros, pero resultaron ser de lo peor. No podía permitir que hablaran de las mujeres como si fuéramos objetos, así que a pesar de todas las enseñanzas de mi madre de no contestarle jamás a un hombre me dejé llevar por mi impulso:

-Me pregunto si todos los hombres serán tan desgraciados como usted, Octavio. No sé como puede ser tan poco hombre para referirse así de una dama. ¿Se olvida de que su madre es mujer? ¡Sólo por eso debería respetarnos a todas! Y usted, Amir. Si nuestra madre supiera como se comporta por vender unas cuantas joyas más sentiría vergüenza. ¡Ni si quiera han sido discretos! ¡Oí todo! ¡Par de idiotas!

Dicho esto, me fui dejándolos atónitos. No se lo esperaban para nada, y a pesar de sentirme un poco osada en un principio pronto sentí gran alivio de haberme expresado. Me fui a la casa en busca de paz, mi madre bordaba concentrada así que no notó mi llegada, silenciosa subí a mi dormitorio y me puse a pensar. A pesar de todo, Octavio tenía una linda sonrisa, había algo en él que lo hacía atractivo, pero lamentablemente era un completo desastre. Un mujeriego por naturaleza, y eso fue lo que me hizo odiarlo más, yo nunca podría ser la única.

Llegó la hora de la comida y tuve que ayudar a mi madre a disponerlo todo, era parte de su enseñanza de labores domésticas para cuando me casara, tenía que estar bien preparada. Cuando estuvo todo listo, nos sentamos junto a Gaspar y a Pascual en el living a esperar a Amir para poder cenar. No pasó mucho rato hasta que llegó, pero no venía solo.

-Buenas noches, familia. Esta noche traigo a un invitado, quiero presentarles a un gran amigo y cliente, Octavio Martínez.-Dijo mientras me miraba con desaprobación.

-Buenas noches señora, es un placer conocerla. Amir me ha hablado mucho de usted.

-Nassiha Slaib, encantada.-Se presentó mi mamá.

-Madre, he insistido en que Octavio nos acompañe a comer. Es una forma de disculparme por lo que ha pasado con Rosario.

Mi madre me miró de manera fulminante, pero como siempre fingió y le preguntó a mi hermano que había pasado. Amir le relató todo, aunque omitió las partes que más la espantarían para evitarle un disgusto y a mi un castigo más severo del que ya tendría.

Después de la cena, mis hermanos y Octavio se quedaron en el living tomando arac, un exquisito licor árabe, y mi madre se puso a limpiar, no quiso mi ayuda. No quería verme, estaba demasiado enojada y tenía que pensar en un castigo, obviamente conmigo a su lado sabía que no iba a poder hacerlo. Ella no se daba cuenta de que ya había crecido y yo no me daba cuenta de lo que había hecho estaba bien, no dejaba de sentirme avergonzada.

Me fui al jardín a mirar la luna y pensar, corría un aire tibio de verano, todo era perfecto hasta que llegó la persona que menos deseaba ver en ese momento.

-¿Por qué tan sola? Una noche tan hermosa debería disfrutarla en compañía.

-No necesito los ojos de alguien más para mirar el cielo, afortunadamente tengo los mío en perfecto estado.-Contesté indiferente.

-¿Siempre eres así de arisca? ¿Te gusta ser tan amargada?

La mirada de Octavio ha sido algo inolvidable a través de los años y gracias a eso recuerdo tan bien esa noche. Al hacerme esa pregunta nuestras miradas se encontraron y quedaron fijas, en ese momento supe que ese hombre no pasaría inadvertido por mi vida…a pesar de lo que pasó después.

lunes, abril 26, 2010

MEMORIAS

Capítulo I

Aquí estoy, hundida en la soledad que acumulé con los años, en medio de una noche silenciosa y fría, recordando el pasado con gran nostalgia. La verdad es que me di cuenta de que se me ha pasado la vida, mi tiempo se acabó y nunca hice algo para ser feliz. Sola, siempre sola desde que murió mi madre hace muchos años, negada a ser la mujer que tanto esperaron que fuera y hoy, quizá, me arrepiento un poco de eso.
He guardado tantas cosas en mi corazón marchito, que seguramente ya he olvidado unas cuantas. Pero de todas las cosas que he callado, hay una que hoy quiero confesar, algo que nadie sabe y que creo que fue lo mejor que me tocó vivir. Aunque nunca me casé y sólo tuve dos novios (a pesar de un sin número de pretendientes), una vez me enamoré, y amé tanto que llegué a pensar que me iba a morir cuando todo se terminó. Pero aún así, es el mejor tesoro que conservo hasta hoy.
Todo comienza cuando mis padres llegan a Chile en 1927, venían del Líbano huyendo de la guerra, estaban prácticamente recién casados y ya habían tenido a su primer hijo, mi hermano Amir que a penas tenía dos años. Una fortuna los esperaba en el pequeño pueblo llamado Valle de Luna, ubicado al norte grande del país.
Mi padre había estado ya en Chile haciendo negocios para poder traer una mujer desde sus tierras con la cual formar una familia, fue por eso que después de ahorrar el dinero suficiente volvió al Líbano en busca de una paisana para casarse. Pero al llegar se encontró con un panorama distinto, las personas en las que había confiado sus negocios lo estafaron y lo dejaron sin nada, tuvo que comenzar todo de nuevo. El trabajo fue duro y la familia comenzó a agrandarse, a dos años de su llegada a al país nació mi hermano Pascual, tres años mas tarde nació Gaspar y por último llegué yo, un año y medio después.
Mis padres lograron prosperar, mi papá se dedicaba a vender joyas por aquí y por allá, viajaba por todos los alrededores y tenía unos cuantos clientes. Mi madre por su parte sólo se dedicaba a la casa, a cuidarnos a nosotros y de vez en cuando a bordar, que era su único pasatiempo. Las cosas marcharon bien por un tiempo, teníamos una buena casa y no nos faltaba nada, vivíamos bien a pesar de toda la desilusión del comienzo.
Lamentablemente la paz y la felicidad que habíamos alcanzado se terminaron de un momento a otro. A penas tenía seis años cuando murió mi padre, un ataque a al corazón acabó con su vida y quedamos solos, prácticamente desamparados y a la deriva. Mi madre estaba destruida, lejos de su familia y con cuatro hijos que mantener, fue uno de los periodos mas terribles que pasamos, yo lo recuerdo así.
Amir tomó el lugar de hombre de la casa, tuvo que dejar la escuela y ponerse a vender joyas, tomando así el mismo oficio de nuestro padre. Gracias al duro trabajo de él y de mi madre que lograba conseguir la mercadería a buen precio, pues había aprendido mucho de su marido, a los pocos años lograron conseguir un local para poner una joyería y relojería, que sería manejada por ambos. Así comenzó la joyería Slaib, gracias a que todos los clientes que Amir había conseguido como vendedor ambulante se hicieron también asiduos del nuevo negocio por lo que el éxito era seguro.
Cuando cumplí los dieciocho años mi hermanó decidió aceptar mi ayuda en el local. Él quería dedicarse a la política y el tiempo no le alcanzaría para hacer las dos cosas por eso todos apoyábamos su decisión, ya era hora de que Amir se dedicara a alcanzar sus sueños. Pascual estaba estudiando medicina y Gaspar estudiaba derecho, Amir se esforzaba para pagarles sus carreras, y su salto a la política era para poder hacer más por la gente y por nosotros. Claramente y por descarte yo era la única persona disponible para tomar las riendas del negocio, al menos mientras llegaba el hombre con el que me casaría y formaría un hogar. Fue así como primero decidió ponerme a prueba, por lo que entraba y salía constantemente de la joyería. Aún me recuerdo, joven y bonita, con una cintura envidiable, ordenando las vitrinas del negocio.
Un día en el que estaba sola poniendo nueva mercadería en el mostrador, entró un joven alto, delgado, tez blanca y una sonrisa encantadora que me cautivó. A pesar de mi nerviosismo quise actuar con naturalidad:

-Buenas tardes. ¿En que puedo ayudarlo?

-Buenas tardes, ¿Podría hablar con Amir?-Preguntó sonriendo.

-Lo siento, él no esta. Yo estoy a cargo mientras el vuelve, dígame si puedo ayudarlo.

-Soy Octavio Martínez, un gran cliente y amigo de Amir. Lo esperare, así aprovecho de saber un poco mas de usted.-Dijo con picardía.

-No entiendo para que querría saber más de mi.-Contesté con frialdad

-Bueno, para saber si tengo la posibilidad de estar con un ángel como tú, tan hermoso y delicado. ¿Cuál es tu nombre?-Preguntó Octavio en tono galante.

En ese momento pensé que ese hombre tan buen mozo se veía mejor con la boca cerrada. Me pareció un patán de lo peor, así que le puse un alto de inmediato.

-No creo que eso a usted le importe, señor Martínez. Si vino aquí para comprar le sugiero que lo haga y si no váyase. No me interesa conversar con un desubicado atrevido como usted. ¿No se da cuenta que yo podría estar casada o comprometida?

-¡Fue sólo un piropo señorita! ¡No se enoje! De verdad, usted es muy hermosa. Y no está casada, no puedo tener tan mala suerte.

-¿Por qué no va a piropear a su abuela mejor? Yo estoy aquí para vender, no para recibir piropos de un desconocido. ¡Váyase por donde vino y no vuelva!-Dije gritando

-¡Qué carácter! Si hubiera sabido que por un cumplido aparecería una bruja amargada, hubiera evitado decir cualquier cosa.-Contestó serio.