lunes, octubre 10, 2011

La tortura de comprar ropa

Hace poco estuve de cumpleaños, llevo 25 años pisando este planeta y a medida que el tiempo pasa se van quitando las ganas de que sean más pero bueno así es la cosa. Si tuviera que describirme sería como una mujer bastante poco mina para sus cosas, con la ironía y la comida como su principal adicción y tranquila por fuera pero un caos por dentro. Ahora me interesa centrarme en el primer punto: “poco mina”, la verdad es que no soy mujer de pilchas, ni de zapatos, ni carteras y el maquillaje he tenido que aprender (recién hoy) a tomarle respeto, ni si quiera cariño. Todo esto es algo que me aburre y me incomoda.

Yo creo que el poco gusto por las compras es por lo desagradable que se vuelve para una mujer como yo con varios kilos demás y pocas ganas de cerrar la boca encontrar algo de mi talla que sea bonito y me haga ver bien. Se que hay muchas otras en la misma situación, que se sentirán plenamente identificadas y que sienten la misma impotencia cada vez que por cualquier motivo deben salir de Shopping.

Cada mil años me veo en la necesidad de salir a comprar ropa porque realmente mis pantalones están rotos, mis poleras desteñidas y mis zapatillas casi hablan, es un trámite que trato de evadir lo más que puedo pero llega un punto en que hay que hacerlo y es un horror. Todo comienza cuando entro a las tiendas en la sección juvenil, veo tantas cosas que me gustan, que me gustaría usar pero que cuando empiezo a mirar las tallas entro en depresión al instante. Me siento una obesa mórbida comprando en la sección niños y no me queda más que ir derechito a la sección señoras donde realmente existen las tallas L, XL y XXL. Y donde los pantalones realmente son talla 46, son tiro alto y no existen esas burlas de pantalones a la cadera que lo único que hacen es servir de atril para tu abultado abdomen.

Que rabia siento cuando me dicen “Esa polera es muy de señora” ¿Perdón? ¿Tengo más opciones? ¿Qué culpa tengo yo que la manga de idiotas que fabrican ropa no se haya dado cuenta que la mayoría de las personas tiene sobrepeso? Y con personas también me refiero a gente joven como yo, que lejos de poder aceptar nuestro cuerpo y amarlo como es nos torturamos haciendo dietas que jamás funcionan para tratar de entrar en esos trapos talla S con etiqueta de XL para poder lucir medianamente decentes y juveniles.

Más de una vez he cometido el error de tratar de comprar aunque sea una polera en la sección joven ¿y que pasa? Termino despotricando contra mí, contra la ropa y la frustración se hace presente, me siento gorda, me siento fea y al final la experiencia no termina siendo nada linda. Entonces empiezo a preguntarme ¿por que la genética fue tan maldita conmigo? ¿Por que por más que hice dieta la mitad de mi vida no conseguí el cuerpo necesario para entrar en esas prendas? ¿Por qué tengo el poto tan grande, las piernas tan gordas y por que el gimnasio tampoco me funcionó ni me agradó? Así salgo cabizbaja de la tienda con una bolsa con ropa de señora más o menos “lolein”.

Por todo esto es que prefiero usar colores oscuros, porque siempre me inculcaron que debía taparme o tratar de ocultar lo más posible los rollos demás, la guata y mis brazos fofos, porque mi cuerpo no era ni es lindo, porque si uno no es flaca no es linda, da lo mismo que tengas las pestañas largas y crespas, una nariz que apunte al techo y una boca de beso. Si tienes una cara de globo y un cuerpo de similares características simplemente la belleza no está en ti y como si fuera poco tratan de consolarte con la mula de la belleza interior. ¡Pamplinas! La mujer quiere sentirse linda, deseada, ser admirada pero con todo lo que tiene, con lo que le falta y con lo que le sobra.

Yo creo que los que diseñan y fabrican ropa para mujer son una tropa de misóginos totalmente ajenos a la realidad del mundo y sin ánimos de embellecer solo de torturar. ¿Qué solución propongo? Ninguna, quizás ir a comprar a la tienda de la Paty Maldonado. Por lo pronto se me ocurren tres opciones para lidiar con esto: La primera es seguir por la senda de la tortura de las dietas, la segunda es sacar una personalidad realmente estrambótica y ponerte lo que te guste sin importar como te quede y la tercera (que es mi caso) seguir comprando en la sección señoras porque ya a mis cortos 25 años con un cerro de dietas a la espalda, nutricionista, horas de gimnasio y natación ya no estoy dispuesta a sufrir por entrar en esas tallas de Barbie. Total, mientras no se me salgan las presas que más da que me sigan diciendo “señora” si hasta cuando usaba uniforme de colegio lo hacían.

Como conclusión puedo decir que: “Hay que aceptarse como uno es” Mentira, esto parece chiste ya que el mundo y tu entorno se encarga de decirte exactamente lo contrario. Esta es otra más de las tantas contradicciones de la que es víctima el ser humano y que me hacen querer gritar: ¡Si, soy gorda! ¡Tengo caderas y trasero grande! ¿Y que? Pero aún así me pesa el complejo. Que ironía.