jueves, abril 12, 2007

Una hisotria sin resolver

Capítulo XVIII

“Una historia sin resolver…”En menos de diez minutos mi sicóloga había dado una explicación lógica a lo que me podía estar pasando con Bruno, al parecer había llegado el momento de olvidarlo. Pensé en esa frase por unos minutos hasta que Sofía continúo con la sesión haciéndome otras preguntas, dejando de lado por completo a “ojitos claros”. Una hora más tarde salí de la consulta sintiéndome liviana pero confundida, no dejaba de pensar en que cómo puede afectar tanto algo que no se llega a concluir como para que la mente haga pensar cosas que no son. Pero preferí no tratar de explicarme nada, la confusión iba a crecer y probablemente eso me tiraría mas al hoyo negro en el que estaba, asumí que Bruno probablemente pudo ser el amor de mi vida, pero yo debía seguir mi camino sin él. Me fui pensando en eso todo el trayecto a mi casa, hasta que antes de entrar me dije “No más”, había tomado la difícil decisión de olvidar. Sentí un profundo dolor porque era perder una ilusión que aunque me hacía mal, mantenía viva mi capacidad de querer, algo que con los años se perdió. Era lo que tenía que hacer, desde ese momento la luz de esos ojos que me enamoraron debían extinguirse en mi memoria para que yo pudiera continuar con mi vida.
Pasaron varios meses en los que estuve en terapia, hasta que un día la sicóloga me dio la noticia de que ya podía enfrentar todo sola, lo más terrible había pasado. Para ese tiempo había logrado dejar de pensar a cada instante en Bruno, aún me costaba pero ahora mi sufrimiento había disminuido. Estaba demasiado pendiente del colegio y de que ya era hora de decirles a mis padres lo que quería estudiar, algo que les sería muy difícil de entender.
Un par de semanas antes de salir del colegio creí que era el momento perfecto para informarle a mi familia cual era la carrera que quería seguir. Cuando estuvimos todos reunidos a la hora del té me dispuse a hablar:
-Ya tengo claro lo que voy a estudiar…
No alcancé a terminar porque mi papá mientras fantaseaba interrumpió diciendo:
-¿¡Qué es?! ¡Apuesto a que Leyes o Geología! ¡Hija, me voy a sentir tan orgulloso de ti!
Realmente me daba lástima desmoronarle su ilusión, pero ni Leyes ni Geología eran carreras para mí. Me miraba sonriente esperando que una de esas fuera mi respuesta, pero no le podía mentir, tomé valor y dije:
-No papá, ni Leyes ni Geología. Voy estudiar Literatura.
Sonaron unos grillos por unos instantes, mi papá no me quitaba la vista de encima mientras masticaba el pedazo de pan que aún no lograba tragar. Una vena asomó de un momento a otro en su frente, que terminó de aparecer cuando gritando dijo:
-¿¡Literatura!?¿¡De dónde sacaste esa idea!? ¿¡Te quieres morir de hambre!? ¿¡Cómo se te ocurre que voy a dejar que te vayas a meter a esos ambientes!? ¡Entre artistas! ¡Olvídate!
-Es lo que yo quiero, papá. Lo siento si no te gusta, pero ya lo decidí. –Dije firmemente.
-¿¡Ah si!? ¿Lo decidiste? Está bien… ¡pero que no se te olvide que yo voy a pagar tu carrera! ¡Y yo no estoy dispuesto a financiar algo que no dará frutos!
-Bueno, lo siento mucho. Ya me esperaba esto de no tener tu apoyo, como siempre. Pero me da lo mismo lo que digas. ¡Aunque tenga que trabajar para pagar mi carrera, lo haré!-Grité.
-¡No me grites que yo no tengo tu edad! ¡María, dile algo a esta niña!-Pidió mi papá.
-Tú sabes que cuentas conmigo, hija. Yo te voy a apoyar en tu decisión, si Literatura es lo que quieres estudiar, eso estudiarás.-Dijo mi mamá sonriendo.
Mi papá gritó unas palabras que nadie entendió, se paró de de la mesa y miró a mi mamá enfurecido. Yo estaba esperando muchos gritos mas y mucha mas oposición, pero finalmente se fue a encerrar a su pieza. Supongo que mi cara se desformó de desilusión pensando en cómo iba a hacer para poder estudiar lo que yo quería y mi mamá lo tiene que haber notado, porque a penas me miró me consoló:
-¡Tranquila, hija! A tu papá se le va a pasar la histeria y tú vas a estudiar lo que quieres.
Siempre he dicho que las madres son medias brujas, porque tal y como dijo mi mamá, a mi papá se le pasó el enojó, finalmente cedió y me apoyó. Entré a la universidad en Valparaíso y Bruno fue desapareciendo de a poco, lo negro se quedó atrás y gracias a mis logros en los estudios saboreé un poco la felicidad. En ese período universitario, tampoco estuve con nadie, varios se acercaron ofreciendo amor, pero yo nunca me sentí lista, ni quería estarlo. Siempre vi las relaciones como un lío, por lo que nunca me di una oportunidad.
Han pasado ocho años desde que mi vida tomó ese rumbo de estudio y de olvido, hace unas semanas volví a Santiago por motivos de trabajo, sin sospechar que me llevaría mas de alguna sorpresa.

No hay comentarios.: