lunes, abril 02, 2007

Una hisotria sin resolver

Capítulo XII

Cuando escuché esa frase sentí arder mis mejillas y un nudo en mi estómago, pero esta vez no era de amor o vergüenza, era de rabia. Dejé mis cosas tiradas en la puerta, me acerqué hasta donde estaba él y le dije:

-¡Yo no te pedí recepción y nunca me mostré interesada en conocerte! ¡No es mi culpa que tengas complejo de recepcionista! Así que… ¡no esperes que te agradezca nada! Y estaría bueno que te compraras un reloj, para que no molestes a las personas que sólo quieren llegar a su destino.

Murmuró algo mientras yo entraba a mi casa, pero no le di importancia. Adentro, mis hermanos y mi mamá se habían dado cuenta de lo que había pasado. Cuando me senté a almorzar los tres me miraban fijamente, yo no decía nada, sólo comía, hasta que mi mamá decidió preguntar:

-Hija ¿Quién era ese niño?

-Un idiota que me preguntó la hora.-Contesté sin dejar de comer.

-¿Pero te hizo algo? ¿Por qué te gritó que eras una ordinaria?

-Porque lo empujé.

-¿Lo empujaste? ¿Por qué te preguntó la hora? ¡Realmente eres una ordinaria! Esas no son formas…

-¡Ay mamá! El tipo me estaba interrogando ¿por qué tengo que aguantar que un extraño me moleste?

-¡Yo no sé que te pasa a ti niña! ¡Tanta agresividad! ¡Seguro son las hormonas! ¡El amor por ese Bruno te tiene trastornada!-Gritaba mi mamá mientras le servía ensalada a mi hermano.

Realmente con ese comentario sentí como si me hubieran pegado una cachetada. ¿Era verdad que estaba cambiando? ¿Era por Bruno? Mientras pensaba en eso, los chillidos de mi hermana me interrumpieron:

-¡Uy Bruno! ¿Será por él mamá? Si es así, ojalá se le pase para que se fije en ese niño al que empujó, que no es feo por lo que vi.

Los cuatro se pusieron a reír, para mí ya era suficiente. Dejé todo botado y me encerré en mi pieza como era de costumbre. Me tiré en la cama y lloré, pensaba en la falta que me hacía Bruno, que sólo con mirarme me alegraba. Pero ahora ni eso tenía, debía conformarme con su recuerdo. Y llorando me quedé dormida.

Cuando desperté ya era tarde, mi mamá estaba preparando las cosas para tomar té, me vio y en seguida me dijo:

-Le vas a ir a pedir disculpas a ese niño.

-¿¡Que!? Pero si él tuvo la culpa. Yo no tengo…-Fui interrumpida.

-Lo hizo para ser amable. Te quiere integrar, hija. No me importa lo que digas ¡vas a ir!-Ordenó mi mamá.

Ya que mas daba luchar contra eso, para que me dejara en paz no le di mas vueltas al asunto, me lavé la cara y fui a pedirle disculpas a Luis. Afortunadamente cuando llegué a su casa no hizo falta que golpeara porque él justo venía saliendo. Cuando me vio, se acercó y me quedó mirando sin decir nada. No esperé a que me preguntara que es lo que hacía ahí, le ahorre el trabajo y le dije:

-Mi mamá me mandó a pedirte disculpas. Siento lo del empujón… ¡pero tú me colmaste la paciencia!

-Acepto tus disculpas… ¿puedo saber ahora cómo te llamas?-Me dijo asustado.

-Me llamo Ofelia.

-Yo soy Luis. Y también te pido disculpas por ser tan cargante.-Dijo y se rascó la cabeza.

Cuando hizo eso me acordé de Bruno, él se rascaba la cabeza así cuando estaba avergonzado. No sé por qué pero esa vez no me fui en mis pensamientos profundos, estaba atenta a Luis, yo creo que es porque no tenía ninguna intención de ser examinada otra vez. Ya estaba dispuesta a irme, así que me despedí, o intenté despedirme:

-Ya me tengo que ir. Nos vemos…otro día.

-¡Pero no te vayas! Conversemos un rato, no muerdo. Además, ahora que arreglamos nuestras diferencias podemos ser amigos ¿o no?

No estaba segura de si quería dar ese paso, no era nada contra Luis pero…realmente me daba lo mismo ser su amiga o nada. Me quedé en silencio, Luis parecía impaciente, así que volvió a preguntar:

-¿Amigos?

Estiró su mano y me la ofreció.

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