lunes, abril 09, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XVI

No sé si mis escritos eran dignos de llamarse poesía pero tenía que llamarlos de alguna forma y poemas me pareció buena palabra, aunque fuera un atrevimiento. Me hice adicta a escribirle versos a Bruno, nunca les puse título pero los numeraba, cuando todavía los contaba iba en doscientos, escritos en menos de dos meses. Ya después sólo escribía, me ponía en todas las situaciones que pude haber vivido con “ojitos claros”, todo era para él. Obviamente nadie sabía que yo escribía, hasta que un día una compañera en el colegio me preguntó que tanto escribía en ese cuaderno viejo, que era el mismo en el que había escrito mi primer poema, a pesar de mi vergüenza me decidí y se lo mostré, me empecé a preocupar cuando se me tiró a los brazos y me dijo emocionada que estaba hermoso. Me preguntó si los había escrito yo o los había copiado de alguna parte, en se momento me sentí orgullosa de que alguien pensara que mis humildes poemas valían tanto como para pasar por los de alguien importante, le contesté que yo los escribía y ella sólo me pudo decir: “¿Puedes escribir uno basado en mi historia?” Al principió dude un poco, pero la vi tan entusiasmada que no me pude negar, así que escuché toda su historia y le dije que trataría de hacer algo pero que no le prometía nada. A la mañana siguiente llegué con el poema para ella, no sabía si le iba a gustar pero daba igual. Se lo mostré en uno de los recreos, se le llenaron los ojos de lágrimas y yo pensaba: “¿Tan mal está?”. Pero ella me aclaro todas mis dudas cuando nuevamente me abrazó y me dijo: “Es exactamente lo que siento. ¿Cómo lo haces?” Luego de eso se propagó por el curso el dato de que yo escribía y todas se interesaron en leer el cuaderno, varias compañeras se me acercaban, me contaban sus historias para que yo las transformara a poemas, tuve éxito y como vi que a mis compañeras les gustaba me sentí contenta y eso me hizo dejar de pensar en Bruno todo el tiempo, porque ya no todo lo que escribía era sobre nosotros.
De un momento a otro todo se hizo mas pesado, me sentía muy mal, triste y vacía. Lloraba todas las noches a escondidas, me aislé de mis compañeras y de Florencia, no quería nada con nadie, necesitaba estar sola. Al principio no le tomé importancia pero con el paso de los meses ya ese cansancio se me hizo notorio, todas mis amigas me preguntaba que me pasaba, pero en mi casa nadie sabía que yo estaba mal porque al salir del colegio todo el camino a mi casa iba practicando una cara que pareciera normal y hasta feliz. Terminó mi primer año en Vallenar con una angustia tremenda sin saber por qué y lo peor es que justo cuando creí que Bruno ya estaba olvidado me volvió todo el amor, lo necesitaba más que nunca, talvez necesitaba sentirme querida y él era mi mayor ilusión. Me fui apagando cada vez mas, no dormía y sólo me torturaba pensando en que quería correr a los brazos de mi amor y quedarme ahí eternamente, pensaba que solo así me sentiría protegida. No me pregunten por qué me empecé a sentir así, pero con los años llegué a la conclusión de que fueron muchos factores los que influyeron, entre ellos el no ser aceptada tal y como era por mi padre, el cambio radical que tuve de un momento a otro no le gustó para nada. Ya no era la misma Ofelia que se quedaba callada ante sus imposiciones, ahora me enfrentaba a él, su machismo me cansó. Lo único que quería él y toda mi familia era verme con un pololo, les entró el pánico cuando notaron mi rechazo hacia los hombres, que en realidad tenía una excepción… Bruno. Pero ese rechazo fue el fruto de aceptar sin derecho a opinar lo que mi papá quería, pero era de familia, todos los hombres cercanos que me rodeaban tenían el gen de la brutalidad y el machismo agudizado, yo no quería caer en lo mismo que todas las mujeres que los acompañaban. Sometidas, aunque lo negaran, al imperio masculino, mujeres objetos o esclavas a su servicio. Mi papá no lo toleraba, siempre fui un bicho raro por no seguir los pasos tradicionales de mi mamá, mis abuelas, tías, etc.
El verano llegó y salimos de vacaciones, yo me quede en mi casa todo el verano sin ver a nadie, nada me importaba, aunque me sentía sola y callé por varios meses, viví mi tristeza sola sin compartirla ni si quiera con Florencia. Ella sabía que yo estaba mal y notó que quería estar sola, por lo que no la vi en semanas, hasta que un día quedamos de juntarnos para ponernos al día. Llegó a mi casa después de almuerzo y nos pusimos al día, yo le conté como estaba y ella culpó a Bruno de todo mi dolor, incluso trató de buscarme una solución.
-Yo creo que tu deberías andar con alguien, así te sacas a Bruno de la cabeza. ¿Sabes que serías la pareja perfecta Esteban?-Dijo convencida.
Esteban era de lo mejorcito que ofrecía Vallenar en cuanto a niños de nuestra edad, era de lo más cotizado y en un tiempo fue amigo de Florencia pero se fueron alejando y al final, quedaron sólo como conocidos. Talvez era atractivo, pero era un verdadero plomo, hablaba mal de todas las niñas con las que andaba y se creía lo máximo, motivos suficientes para que no fuera de mi agrado. Yo no lo conocía bien pero cada comentario que me llegaba de él hacía que me cayera aún peor. No podía creer que Florencia sabiendo eso lo propusiera como candidato para olvidar a Bruno.
-¿¡Qué!? ¿¡Te volviste loca!? Nunca he creído en eso de que un clavo saca a otro clavo. ¡Además que sabes que me cae mal!-Le aclaré.
-Pero si tú serías una buena compañera para él. ¡El pobre tiene tantos problemas y tú eres tan comprensiva! Son la combinación perfecta.-Dijo riendo.
-¡O sea que de un momento a otro me convertí en la madre Teresa de Calcuta! ¡Ya te dije que Esteban no es para mí!
-¡Yo sé que le gustarías! ¡Ofelia y Esteban!-Gritó mientras disimulaba su risa.
Florencia no paraba de molestar con eso de “Ofelia y Esteban” como por media hora, hasta que finalmente se rindió al ver que más que gracia me hacía enojar.
El verano siguió su curso normalmente, las pocas veces que fui a una fiesta me topé con Esteban y aunque varias amigas me dijeron que se me insinuaba, a mi me importaba bien poco que “el niño lindo mas codiciado de la ciudad” se hiciera el interesante delante de mí, mis pensamientos estaban en otro lado.
Cuando llegó febrero me sentía a punto de estallar, mi ánimo no había mejorado, me sentía aún mas mal pensando en que pronto tendría que volver al colegio. Mi angustia se triplicó y ya no soportaba a nadie de mi casa, me la llevaba encerrada leyendo o escribiendo, solo salía para comer, porque cuando no hacía nada de eso me dedicaba a recuperar las horas de sueño que el insomnio me robaba.
Un día mientras leía, me dio una crisis de angustia, de nada me servía estar viva si estaba así de sola, tenía miedo de decirle a mi familia lo que sentía, no encajaba en este mundo con mis pensamientos “raros”, no tenía a Bruno, todo mal. Busqué en el botiquín del baño unas pastillas, miré la fecha y estaban vencidas, había encontrado el fin a mi problema. La única solución era morir.

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