martes, mayo 11, 2010

MEMORIAS

Capítulo XII

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y por un momento sentí que me caía. ¿Con qué derecho ese hombre se presentaba ante mí declarándome su amor? ¿Cómo era posible? ¿En que momento había pasado? Eran muchas preguntas y yo estaba cada vez más tensa, Octavio sólo me observaba hasta que desesperado decidió acercarse hasta donde yo estaba.

-¡Quédese donde está señor Martínez! No piense que me voy a tragar su broma, simplemente no le resultó.-Dije con decisión.

-¿Broma? ¡Nunca había hablado tan en serio, Rosario!

-¿Por qué lo hace? ¿¡Cómo puede pensar que voy a creerle algo así!? A penas nos hemos visto un par de veces y siempre hemos discutido. Deberíamos odiarnos.

-Deberíamos…pero nos queremos.-Contestó mientras sonreía tiernamente.

-¡De ninguna manera! ¡Yo no lo quiero! O si, lo quiero…pero lo quiero lo más lejos posible de mí. ¡Váyase a molestar a otro lado!-Grité.

Octavio no hacía más que mirarme, realmente esperaba que me lanzara a sus brazos como siempre estaba acostumbrado pero para mí en esos momentos nada estaba claro, sólo sabía que no podía ser, ni si quiera me puse a pensar en que sentía por él. Sólo recuerdo que dolía.

-¿Por qué lo niega, Rosario? Yo se que usted me quiere, siento una conexión enorme cada vez que estamos juntos. Eso no puede no significar nada.-Dijo Octavio con toda la calma que a mi me faltaba.

-¡No se de qué conexión me habla! Si en su delirio se cree algún tipo de cable es problema suyo, yo no siento nada. Pero aún así y para tratar de comprobar que yo estoy en lo cierto y usted miente respóndame algo: ¿En qué momento supuestamente se enamoró de mí?-Dije tratando de mostrarme fuerte y segura aunque por dentro mi confusión e inseguridad reinaban.

Se acercó un poco titubeante y se paró a mi lado, me observaba de una manera tan especial, era algo tan suyo que nunca nadie me miró así otra vez. Me tomó una mano y la acarició unos momentos, una ola de calor me invadió y se sentía tan bien estar así que no hice nada por zafarme. Sin soltarme decidió hablar:

-La verdad es que no sé cómo pasó. Es algo tan extraño y absurdo, no tiene explicación. No tiene ni pies ni cabeza. Te quiero sólo por ser como eres, tan distinta a cualquier mujer que he conocido.

Eso me irritó inmediatamente, le gustaba sólo por ser “novedosa” dentro de sus círculo de mujeres pero a la vez me conmovió verlo parado frente a mí diciéndome esas cosas.

-No puede ser, usted se va a casar y esto es una tontera. Lo que pasa es que cómo yo no caí rendida a sus encantos se le hizo un desafío conquistarme pero no crea que con estas palabras logró algo. Al contrario, sólo ha hecho que me siga desilusionando de usted y de todos los hombres.

-No es esa mi intención. Le juro que es verdad todo lo que he dicho, yo la quiero. Pienso en usted noche y día, en esa sonrisa que sale de repente pero lo ilumina todo, en sus ojos color verde que me encandilan y a los que soy adicto.

-¿Este es el versito barato que usa con todas? Claro…el color de los ojos cambia ¿no?-Dije con amargura. ¿Qué me pasaba? ¡Yo odiaba a ese hombre! ¿O no?

-No pretendo que me creas de la noche a la mañana, pero te lo demostraré. Tal vez este es mi castigo por haber sido tan mujeriego.

-Bien bonito ¿o sea que enamorarse de mi es un castigo?

Octavio se puso a reír a carcajadas a tal punto que consiguió contagiarme, cuando nos relajamos todo pareció más fácil. Era una sensación tan exquisita estar así con él, el abismo de intolerancia y rencor que nos separaba siempre había desaparecido y en ese momento todo me parecía perfecto. ¡Qué sonrisa más fascinante! Aún recuerdo la influencia que tenía sobre mí, era algo inexplicable.

No hay comentarios.: