martes, mayo 11, 2010

MEMORIAS

Capítulo XI

Mi madre estaba parada en la puerta del negocio echando chispas por los ojos y prácticamente espuma por la boca, lo peor es que no estaba sola, Octavio la acompañaba. Se acercó a paso veloz a donde estábamos y de un solo tirón me separó de Marcelino mientras su acompañante miraba, según mi percepción, desilusionado y desconcertado por la situación.

-¡Mamá por favor! ¿Qué le pasa?

-¡Y me lo preguntas! Llego aquí y te encuentro abrazada a un hombre. Estás sola Rosario ¿cómo se te ocurre hacer semejante estupidez? Sobre todo ahora que tienes novio…

-¿Novio?-Interrumpí confundida.

-¿Novio?- Preguntó Octavio mientras fruncía el ceño, aunque nadie le dio mucha importancia a su intervención.

Mi mamá me soltó y me arregló la ropa que con la brusquedad del tironeo se había desordenado y se dispuso a hablar.

-Así es, mi hija es una mujer casi comprometida ¿Verdad?

-¡No! ¿De dónde ha sacado que Karim y yo somos novios?

Antes de que mi madre pudiera responder Marcelino tomó la palabra sin darle mucha importancia a la situación:

-Bueno días, señora Nassiha. Quisiera desde ya disculparme por el impulso de abrazar a su hija, sólo nos dejamos llevar por la emoción de reencontrarnos.

-Mire joven, yo hace tiempo le dije a mi hija que no quería que lo frecuentara. A mi me importa muy poco que haya vuelto y no crea que porque pasó el tiempo mi opinión ha cambiado.

-Supuse que no, señora. Pero bueno, espero que algún día se de cuenta de que no soy mal tipo. Mejor me voy. Adiós, Rosario. Nos vemos pronto.

-Adiós, no tengas duda que nos volveremos a ver. Cuando puedas pasa por aquí.

Mi madre iba a intervenir pero de pronto me miró a los ojos y prefirió callar, supongo que por no hacer un escándalo delante de Octavio. Una vez que Marcelino se fue comenzó a hablar rápidamente:

-Escúchame bien Rosario, tú no volverás a ver a ese joven y es mi última palabra. No intentes discutir porque será en vano, ahora mejor atiende al señor Martínez que supongo está apurado. Me voy a terminar las cosas en la casa. Adiós, Octavio. Saludos a su novia.-Dijo mientras se marchaba olvidando mencionar por completo el asunto que la había llevado hasta el negocio.

Octavio se despidió de mi madre con cierta distracción y una vez que se fue me miró fijamente. De pronto me puse nerviosa al saberme a solas con él, se me aceleró el pulso y para disimular tomé el plumero y empecé a limpiar las vitrinas esperando que hablara pero sólo me observó en silencio por largo rato. Se me hizo tan insoportable que no apartara la vista de mí que decidí romper el silencio:

-¿Qué se le ofrece señor Martínez? Supongo que no vino hasta aquí a mirarme, para eso tiene su futura esposa.

-¿Desde cuándo tiene novio?- Preguntó con seriedad.

Era tan rara su pregunta como mis ganas de contestarle que era verdad, pero lo pensé mejor y concluí que era realmente una tontería. No le iba a dar en el gusto por lo que busqué un modo de safar de su pregunta:

-Eso no es asunto suyo, así como no era asunto mío desenmascararlo delante de su novia. Aunque ganas no me faltaban.

-¡Por favor, respóndame!-Suplicó.

-No. Y si es a eso a lo que venía le pido que se vaya de una vez. Pero antes quiero saber ¿por qué está tan interesado en mi respuesta?

-Simplemente porque la quiero.

No hay comentarios.: