jueves, mayo 13, 2010

MEMORIAS

Capítulo XIII

Después de reír un rato nos calmamos y nos miramos por un momento. Cada vez que él me miraba yo sentía que me perdía en sus ojos pero de pronto algo hizo clic dentro de mí y me di cuenta de que realmente era algo imposible e incorrecto, todo sonaba muy lindo hasta que llegaba a la parte en la que Octavio era un hombre comprometido, así que con una serenidad sorprendente decidí rechazarlo:

-Hablando en serio, Octavio. Ambos sabemos que esto es un capricho suyo y que aunque fuera verdad no hay posibilidades de que resulte.

-¿Por qué? Aún no me he casado y puedo romper el compromiso. Rosario, yo la quiero y yo sé que usted también siente algo por mí…Lo he visto en sus ojos.

-Yo no seré la causante de que deje a Esperanza plantada. Debe olvidarse de mí, por ella y porque yo he decidido aceptar ser la novia de Karim.-Mentí.

-¡Eso es algo que ha decidido en este momento! ¡Hace un rato no le decía lo mismo a su madre!-Gritó enfurecido.

-¡No levante la voz! Ya le dije lo que pienso, es mejor que se vaya y se olvide del supuesto enamoramiento que siente por mí.-Dije segura mientras le daba la espalda.

Octavio salió de la joyería sin decir una palabra y yo me quedé ahí con una sensación de vacío afirmando que mis sentimientos por él realmente eran poderosos, en ese momento sólo pensaba en lo injusto que era toda esa situación y en la rabia que sentía conmigo misma por haber empezado a enamorarme de él, algo que jamás podría ser porque siempre todo estaría en nuestra contra y fuera de nuestras manos. Sin embargo sería algo que no olvidaría jamás porque las mariposas en el estómago que me invadieron cuando me declaró su amor no las volví a sentir con nadie más.

Pasaron unos días y mi madre decidió organizar una comida a la que curiosamente invitó a Karim. No entendía el afán de realizar esa cena ya que no había nada que celebrar, sólo sabía que era importante porque incluso había invitado a Blanca.

Recuerdo que estuvimos toda una tarde metidas en la cocina preparando sólo comida árabe, mi mamá ni si quiera quiso comprar el postre. Cuando estuvo todo listo me mandó a la ducha mientras ella planchaba uno de mis vestidos más lindos y escogía los zapatos adecuados, al salir del baño ya estaba todo listo sobre mi cama. Me vestí mientras mi madre increíblemente también se arreglaba de lo más elegante para la ocasión, todo me parecía extremadamente raro pero con tal de que no me molestara yo sólo obedecía. Dieron las ocho en punto y mi madre entró a mi habitación, resplandecía y yo estaba sorprendida y desconcertada porque ella nunca se esmeraba tanto en verse bien. Me miró y sonriendo me dijo:

-¿Qué te parece hija? ¿Cómo me veo?

-Se ve preciosa, mamá. Realmente hace muchos años que no la veía así de bien. ¡Se ve radiante!

-¡Muchas gracias! ¡Hija, se vestido te queda estupendamente! Sólo falta que te peinemos y te maquillemos de manera sutil, ya sabes que no me gusta que parezcas payaso.-Dijo mi madre con inusual alegría.

-Mamá puedo preguntar ¿a que se debe tanta elegancia?

-Rosario, tú concéntrate en verte hermosa y lo demás ya lo sabrás en su momento.

¡Todo era tan extraño! Ahora me da risa pensar lo ingenua que fui en esos momentos al no sospechar nada de lo que estaba pasando, aunque realmente después de lo que estaba viviendo con Octavio en mi cabeza no cabía nada más.

Cuando bajamos al comedor mis hermanos también se veían bastante arreglados pero eso me parecía más normal pues mi mamá siempre se preocupó de que anduvieran bien vestidos a diario. Me ofrecí a poner la mesa pero había llegado demasiado tarde, mi mamá ya lo había hecho. Había sacado la porcelana más fina y sus copas de cristal más queridas, unas que sólo usaba para los momentos especiales de la vida. Realmente la mesa estaba preciosa, hasta me robó unos cuantos tulipanes para adornarla.

Me sentía demasiado ansiosa, el tiempo no pasaba nunca y Karim estaba citado a las ocho y media, me quedaba media hora de espera sin saber que hacer ya que ni si quiera había llegado Blanca. Afortunadamente la puntualidad de Karim era una de sus mejores virtudes así que exactamente a la hora acordada estaba entrando a la casa con un ramo de tulipanes amarillos y con una sonrisa de oreja a oreja. Me quedé inmóvil y perpleja, tanto así que de mi boca sólo pudo salir una palabra:

-¿Tú?


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