viernes, mayo 07, 2010

MEMORIAS

Capítulo X

Marcelino Huidobro era un antiguo pretendiente, al que por su puesto mi mamá espantó, él único amigo que tuve cuando era adolescente y él que me dio mi primer beso. Era un hombre realmente encantador, honesto y muy inteligente, pero la gente no veía eso precisamente, el hecho de ser hijo de una madre soltera cuyo negocio era un burdel, el más conocido de Valle de Luna, le pesaba. Todo el pueblo lo despreciaba a él y a su madre.

Aún recuerdo las palabras de mi mamá cuando le mencioné que Marcelino me gustaba: “¡Estás loca, Rosario! ¡Jamás permitiré que te enredes con un huacho que más encima es hijo de la puta más conocida de la región! ¿Quieres que nos señalen con el dedo?” Con esas palabras me di cuenta de que era mejor dejar todo hasta ahí, pero eso no quitó los buenos momentos que pasé con Marcelino. A los quince años a uno poco le importa lo que digan los padres y yo no fui la excepción.

Aunque los encuentros con Marcelino casi siempre fueron pura casualidad hubo una vez en la que salí a escondidas sólo para verlo, de verdad me gustaba estar con él, me hacía reír en todo momento y el tiempo se me pasaba volando. Recibí unas buenas cachetadas por mi desobediencia y estuve encerrada tantos meses que él se fue a estudiar afuera y yo ni supe.

Abracé a Marcelino fuertemente casi cortándole la respiración, él me correspondió y me sentí feliz por eso. A pesar del tiempo yo sabía que seguíamos siendo amigos.

-¡Que excelente recibimiento! ¡Mira lo bella que estas!-Dijo mientras me besaba la frente.

-Aún no puedo creer que estés aquí. No tienes idea de lo mucho que te he echado de menos.

-¿Hasta ahora? Si han pasado varios años ¿cómo es posible?

-Tengo muy buenos recuerdos de nuestros momentos juntos, eras el único amigo que tenía.

-Sabes que yo quería ser algo más…Es una lástima que tu mamá se opusiera tan firmemente.-Dijo sonriendo.

-Pero eso ya pasó y ahora podemos seguir siendo amigos ¿o no?

-¿Tengo la posibilidad de ser algo más?

Nos miramos por un rato y finalmente nos pusimos a reír, sabía que hablaba en serio pero la tensión del momento nos puso nerviosos a los dos. No sabía exactamente que me pasaba con él, quizás lo había idealizado mucho en el tiempo que estuvo afuera y por eso me temblaban las rodillas, más aún cuando pensé que él podía ser mi admirador secreto.

-Cuéntame ¿cuándo llegaste? ¿A dónde te fuiste? ¿Qué ha sido de ti estos años?

-¡Tantas preguntas! Veo que lo curiosa no se te ha quitado para nada. Bueno, me fui a terminar mis estudios a Santiago, soy todo un Contador. –Contestó con una sonrisa de oreja a oreja.-Llegué anoche y a la única que quería ver era a ti, después de mi madre, claro. No tengo muy buenos recuerdos te este lugar.

-Te entiendo, pero ya sabes que “a palabras necias oídos sordos” Me alegra mucho que te hayas acordado de mí y también lamento mucho no haberme podido despedir. Te juro que no sabía nada, nunca pensé que te irías.

-Lo sé, fue una decisión repentina de mi madre. Al parecer creyó que no me hacía bien los comentarios de la gente y creo que me hizo un favor. Y también supe del castigo que te puso tu mamá, así que está completamente disculpada.

Conversamos largo rato, Marcelino seguía siendo el mismo de siempre y su simpleza me hacía sentir como en nuestros tiempos de adolescencia. A pesar de los años nada había cambiado entre nosotros, la amistad seguía intacta pero eso no quitaba la gran pregunta de mi cabeza: ¿Sería él quien me enviaba los tulipanes? Claro, él venía llegando pero en ese momento no significó un obstáculo para mí porque sabía que conocía a todos en el pueblo y perfectamente podía haberse aliado con alguien para que lo ayudara mientras regresaba. Todo me calzaba muy bien.

Se nos pasó tan rápido la mañana que ni si quiera nos dimos cuenta de que ya era la hora del almuerzo y que yo debía cerrar para ir a mi casa. Marcelino se despidió prometiendo volver pronto a visitarme y exigiendo una salida nocturna aunque eso significara volver a escaparme de mi casa como aquella vez, cosa que a mi me pareció una excelente idea. Eso de volver a practicar una fuga era bastante entretenido.

Mi viejo amigo se acercó con la misma confianza de siempre para despedirse, nos abrazamos nuevamente felices por el reencuentro hasta que un grito agudo y furibundo nos alejó de tan dulce momento.

No hay comentarios.: