sábado, marzo 31, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo X

Seguí caminando y traté de hacer oídos sordos a ese comentario tan estúpido. Entré a mi casa y me sentí ahogada, necesitaba expresar todo lo que sentía, empezando por Bruno. No se lo iba a contar a mi mamá o a mis hermanos, así que me acordé de que para la navidad me habían regalado un diario de vida que pensé que nunca iba a usar, pero me equivoqué. Fui a buscarlo, me senté en mi cama, lo abrí y empecé a escribir como loca, las palabras salían solas y todas eran dedicadas a “ojitos claros”, eran líneas y líneas de puro amor, escritas para él pensando en que algún día las leería. Ya sé que suena a romanticismo barato y de teleserie, pero era lo que sentía en ese momento. Cuando estaba de lo más inspirada entra mi hermana y le grita a mi mamá que iba pasando por ahí:

-¡Mira mamá! ¡Ofelia esta escribiendo su diario!

-¡Ya cállate! ¡Déjame en paz!-Le grité

-¡Ay! ¡Hija, que eres exagerada! ¿Qué tanto puedes escribir ahí? Te apuesto que estas escribiendo que te gusta Bruno.-Dijo mi mamá riendo.

Sentí que iba a estallar, me puse nerviosa y no sabía que decir. Esto me superaba, primero Carolina me había descubierto y ahora me enteraba de que mi mamá también lo sabía. Si mi intención era ocultar mi amor por Bruno, era una pésima actriz.

-¿¡Te gusta Bruno!? –Preguntó mi hermana con los ojos bien abiertos.

-¡No, no me gusta! Ahora ¿me pueden dejar tranquila?-Contesté enfurecida.

Me paré, di un portazo y cerré con llave. Termine de escribir sin dejar de pensar en que mi mamá me había descubierto y me quedé pensando por largo rato en cómo el amor puede ser tan notorio.

Las semanas se hacían muy cortas y los meses volaban, en el colegio iba todo perfecto y tenía una buena relación con Andrea que me había acogido muy bien. Ella confiaba mucho en mí, me contaba todo y yo le contaba cosas, pero nada relacionado con el tema amoroso, a diferencia de ella. Por ese tiempo sus ojos estaban puesto en un compañero que entró al colegio un poco después que yo, realmente ambos se gustaban pero ninguno se atrevía a reconocerlo primero. Cómo los dos estaban conscientes de que se gustaban y yo ya estaba harta de ver a Andrea suspirar sin hacer nada me entró el complejo de celestina y decidí meter mano. Yo creo que el no atreverme a decirle a Bruno lo que sentía fue lo que detonó que desarrollara esta faceta de cupido. Un día en clases le dije a Simón que quería hablarle de Andrea, tratando de hacer la reunión secreta le dije que lo iba a esperar en el primer recreo atrás de las salas, en un “patio” al que nadie iba. A penas sonó el timbre me fui a esperar a Simón, él no se demoró mucho en llegar, así que fui directo al grano:

-Si te gusta Andrea ¿por qué no se lo dices?

-Y ¿por qué no viene ella decirme que yo le gusto?-Me dijo algo irritado.

-Porque tiene miedo de ser rechazada, además que tú tienes tu fama de ser un mujeriego y que te gusta prácticamente medio colegio.

-Si pero…-Se quedó callado.

No pudo seguir porque no tenía fundamentos. Se quedó pensando en que decirme pero finalmente no dijo nada porque cuando estaba a punto de abrir la boca se sintieron un montón de voces que gritaban: “¡Son pololos!” Todo el curso estaba mirando desde una de las entradas del patio, no se cómo se enteraron pero llegaron ahí. Aunque explicáramos todo sería inútil, mis compañeros no se iban a convencer fácilmente de que yo no era la interesada en Simón y por otro lado, pensé, yo no tenía que explicarle nada a nadie. Decidí no hacer caso a las burlas, miré a Simón y le dije:

-Mejor díselo pronto. No se te vaya a adelantar alguien y pierdas la oportunidad de estar con quien quieres. Tienes la suerte de ser correspondido, así que arriésgate para que ella confíe en ti y sepa que quieres estar con ella, y con nadie más.

Me fui a la sala pensando en que debí haber aplicado lo mismo que le dije a Simón, así talvez habría podido estar con Bruno aunque fuera por poco tiempo, en el caso de que él me hubiera querido, claro. Cuando me senté en la mesa al lado de Andrea, noté que estaba extraña. Era una mezcla de ira y decepción, la forma en la que tiraba los cuadernos sobre el escritorio me lo hizo saber, yo no entendía en que momento había cambiado su humor. Quise saber lo que le pasaba, así que le pregunté:

-Andrea ¿Qué te pasa?

-¿Y todavía tienes cara para preguntarme?-Gritó. Lo hizo tan fuerte que todo el curso nos miró.

-No entiendo nada ¿Qué te hice? Si ni te vi en el recreo.-Dije confundida.

-¡No, no me viste! ¿¡Cómo me ibas a ver si te fuiste a besuquear con Simón en el patio de atrás!? ¡Ya sé que él te gusta!

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