jueves, marzo 29, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo VIII

En ese momento dejé de respirar, estaba confundida no sabía que hacer, hasta que por fin me atreví y correspondí ese abrazo pensando en que esa sería la única oportunidad de mi vida. Fue el abrazo más cálido que he recibido, por un segundo me sentí en las nubes, estar así con él me hacía temblar entera, hasta que me percate de que Matilda nos miraba algo desconcertada. En ese mismo momento Bruno se dio cuenta de que habían pasado varios minutos y aún me abrazaba, miró a Matilda, me soltó rápidamente y dijo:

-Tengo que ir a ver a Valeria. Nos vemos mas tarde.

Se fue caminando rápidamente, observé como se iba y aún cuando desapareció seguía mirando el vacío, se me apretó el pecho y tuve la sensación de que nunca mas volvería a verlo. No sé cuanto tiempo pasó mientras miraba el camino por el cual Bruno se había ido, pensaba en todo lo que él me hacía sentir, pero fui interrumpida por Matilda que me miraba y miraba el camino vacío igual que yo.

-¿Por qué miras por donde se fue Bruno? Si no te conociera, diría que te gusta.-Dijo burlona y se puso a reír.

Yo la miré y le sonreí, no quise decir nada. Sabía que Matilda no tenía ni la menor sospecha de que me gustaba Bruno. Después pensé ¿Qué pasaría si le dijera que amaba a su hermano? Ya no tenía nada que perder, pronto desaparecería de sus vidas y no tendría que pasar ninguna humillación ni decepción. Había llegado el momento de confesarle a Matilda lo que sentía por Bruno, sabía que ella lo entendería y si yo le pedía que fuera un secreto (por cosa de orgullo) así lo haría. Estaba decidida, se lo iba a decir.

-Matilda, hay algo que he guardado en secreto todo este tiempo y antes de irme lo quiero compartir contigo.

-¿En serio? ¿Qué es?-Me preguntó y sus ojos brillaban con complicidad.

-Si. Bueno lo que pasa es que a mi me gusta…

Fui interrumpida por un grito. La mamá de Matilda la estaba llamando para que la fuera a ayudar en algo de la casa. En ese instante me acobardé, me creí loca por querer confesarle mi secreto a Matilda, no lo podía hacer.

-Ya pues Ofelia, dime de una vez que ya me tengo que ir.-Se impacientó Matilda.

-Me gusta Ricky Martin.-Traté de salvarme con lo primero que se me ocurrió.

-¿Eso era? ¡Que fome! Pensé que me ibas a contar que por fin te gustaba un niño. Ya me tengo que ir, nos vemos después.

Matilda entró a su casa decepcionada, pero yo sentí un gran alivio al haberme arrepentido de contarle mis sentimientos hacia a Bruno. Me quedé afuera un rato pensando en lo poco que quedaba para irme, lo único que quería era llorar pero me contuve, me di valor y entré a mi casa ocultando toda la amargura que sentía.

Las dos semanas se fueron como un soplido, no me di ni cuenta cuando estaba arreglando las últimas cosas que quedaban por embalar. El camión de la mudanza llegaría en cualquier momento, después de cargar todo teníamos que ir a despedirnos de mis abuelos y luego al terminal. Mientras esperábamos el camión yo subí a mi pieza que ya estaba vacía, me senté en un rincón y pensé: “Hace sólo algunos meses estábamos instalando todo y ahora…ahora otra vez tendré que empezar de nuevo.” En ese momento hubiera roto algo, claro, si no hubiera estado la habitación vacía habría sido posible. No me quise seguir torturando así que bajé y salí a la calle para ver si me encontraba con alguno de mis “amigos” para despedirme. Cuando me senté en uno de los bancos de la plaza, sentí que alguien corría, tenía la esperanza de que fueran Matilda o Bruno, pero no, era Carolina. Se acercó, se sentó junto a mí y me dijo:

-Me vine a despedir.

-Muchas gracias Carola, fue un placer conocerte.-Contesté mientras miraba hacia la casa de Matilda.

-Si, sé que no tratamos mucho pero…-Carolina se percató de que yo no despegaba la vista de ahí y continúo diciendo-¿Te gusta cierto?

De un momento a otro me sudaban las manos y sentía mi rostro arder, pienso que en ese momento mi cara era de color morado, no me salían las palabras. ¿Cómo se había dado cuenta la Carolina y no la Matilda? Me demoré un poco pero logré contestar tratando de parecer desentendida:

-¿Quién?

-Bruno pues, te gusta Bruno.-Afirmó.

-¡No! ¿De dónde sacaste eso?

-¡Ay Ofelia! No soy tonta. Te he observado, la forma en que lo miras lo dice todo.-Me dijo sonriendo.

-Bruno es sólo mi amigo.-Dije amargamente.

-Está bien, si no me quieres contar no me digas nada. Pero yo sé que a ti te gusta Bruno. No te preocupes, no diré nada.

No alcancé a decirle nada porque mi hermana me estaba gritando desde la casa, ya era hora de irme. No me había despedido de Matilda ni de Bruno, no me resignaba a irme sin verlos por última vez. Pero ya no pude dilatar más mi situación, me demoré tanto que llegó mi mamá a buscarme y no iba de buenas ganas. Me despedí de Carolina y camine apresuradamente hasta el auto que me llevaría a casa de mis abuelos, miré por última vez hacia la casa de Bruno, parecía que no había nadie, perdí la esperanza de ver esos ojos que me conquistaron antes de irme, me subí al auto y lloré. Nunca más lo volvería a ver, o eso pensé.

No hay comentarios.: