lunes, marzo 26, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo V


Un escalofrío me recorrió entera, no podía creer lo que estaba escuchando ¿De qué me había perdido? Hubo un extraño silencio, al parecer nadie se alegraba mucho de que Valeria y Bruno anduvieran. Yo tenía claro por qué, Valeria no era una niña para él, y no estoy diciendo que yo lo haya sido, pero él se merecía algo mejor que la superficialidad de Valeria. Después de un largo minuto sin que nadie dijera nada Marcelo habló:

-¡Que sorpresa! O sea, lo de Pablo y Matilda ya era como obvio pero esto de ustedes…se lo traían bien calladito.-Dijo riendo pero se notaba que estaba confundido.

-¡Menos mal que alguien se dignó a decir algo! Por un momento pensé que no se alegraban de la noticia.-Dijo un poco molesta y le dio un gran beso a Bruno. Nunca pude probar sus labios y ahora eran de ella.

Cuando fui testigo de ese beso tan cruel para mi, se me desfiguró la cara, tiene que haber sido muy notorio para que se me acercara Carolina.

-Ofelia ¿estás bien?

Yo la miré queriendo prestarle atención pero en ese momento todo era inútil. Después me di cuenta de que Carolina me seguía mirando atónita tratando de descifrar lo que mi rostro quería decir. Finalmente para sacármela de encima le respondí.

-Estoy bien, es sólo que me duele un poco la cabeza. Yo creo que entraré a mi casa.-Dije sin levantar la vista del suelo.

-¡Que lata Ofelia! Yo quería que celebráramos en grupo estos pololeos, nos va a faltar una.-Acotó Valeria.

-Bueno, pero si no se siente bien es mejor que entre a su casa.-Bruno me miraba fijamente

No sabía si lo seguía amando o ya lo odiaba, ya saben que del amor al odio hay un paso. Pero ¿Odiarlo por que? El estaba en libertad de hacer lo que quisiera, no éramos nada más que amigos. Traté de consolarme pensando en eso, pero el corazón se me había roto y ya no había nada que hacer. De un momento a otro había pasado a ser la atención del grupo con el supuesto dolor de cabeza, nadie sospechó que el saber que Bruno ya tenía polola era el motivo de mi dolor que no era precisamente de cabeza, sino del corazón.

Me despedí de todos muy rápidamente y entre a mi casa. Esa noche lloré por primera vez por él, después vendrían muchas otras pero yo no lo sabía.

No me costó mucho resignarme a la idea de que él ya estaba con otra y que si no pudo ser antes ahora mucho menos, pero aún así no lo podía olvidar. Las circunstancias no ayudaban mucho tampoco, el hecho de verlo casi todos los días solo o con Valeria era algo que me provocaba alivio porque al menos lo veía, y dolor porque lo veía con ella, pero era soportable. Este romanticismo estúpido lo llevo en la sangre desde que nací así que no tiene por qué extrañarles este masoquismo.

Pasaron un par de semanas antes de que el pololeo de Bruno y Valeria se hiciera conocido en todo el barrio, no esperaba menos, ya que Bruno al ser muy atractivo y Valeria al ser “popular y distinguida” entre las niñas eran la pareja perfecta para la gran mayoría. Pero no para todos era igual, los que eran más cercanos a ambos no podían creer que estuvieran juntos, y esto lo digo con conocimiento de causa. Un día cualquiera en el que yo trataba de hacer mis tareas escolares llegó mi hermana a interrumpir mi concentración, venía de jugar con otros niños de por ahí. Tengo que decir que de chica fue media vivaracha, de hecho a su corta edad ya le gustaba Bruno y al enterarse de que andaba con Valeria se sentó a mi lado y muy enojada me dijo:

-Ya supe que Bruno anda con esa…Valeria.

-Si ¿Qué tiene?-Le pregunte tratando de disimular mi rabia y mi pena.

-¿Cómo que qué tiene? Pero si esa niña anda con él porque ahora tiene patines.-Me dijo a gritos.

Ni si quiera yo había pensado en eso y a esa niña de diez años se le cruzó por la mente esa posibilidad. Realmente cuando me lo dijo me acordé de todas las veces en la que había visto a Valeria andando en los patines último modelo (caros y que nadie tenía) de Bruno y le encontré razón, pero preferí no pensar mal ni frustrarme más, él estaba con ella y punto, así que no le dije nada y omití mis comentarios, sólo me quedaba olvidar. Pero ese proceso de olvido se hizo mas largo del que pensé, mucho más.

Así pasaron los meses normalmente para todos, seguíamos con nuestras reuniones los viernes, Matilda seguía con Pablo, Bruno con Valeria y todo era armonía. Yo ya me había acostumbrado a ver a Bruno con su polola, la verdad es que el dolor se me hizo costumbre y por eso pasaba desapercibido. Mi amistad con él seguía intacta, me consolaba con hablarlo de vez en cuando sin que estuviera ella presente, cosa que era en pocas ocasiones ya que se la llevaba metida ahí andando en los patines y haciéndose la linda. Pero aunque suene patético con tal de tenerlo un rato cerca era feliz.

Un sábado en la mañana yo estaba en la cocina y mi mamá me mando a vigilar a mi hermano menor que estaba jugando solo en el ante jardín, para mi sorpresa cuando salí no lo encontré solo, Bruno jugaba con él a través de la reja que separaba su casa de la mía.

-Mira, Bruno quiso jugar a las batallas con mis soldados nuevos.-Me dijo mi hermano muy entusiasmado.

-¡Hola Ofelia! Oye, tu hermano es muy entretenido, me gustaría tener su edad para jugar siempre con él.

Lo encontré tan tierno que ni si quiera me salían las palabras, me limite a sonreír y no se cómo mis pies me llevaron hasta donde estaba él, sólo nos separaba una reja. Cuando estuve cerca de él se me olvidó todo, ni si quiera noté que mi hermano miraba desde la puerta. Estaba tan nerviosa por tenerlo tan cerca que no me importaba nada.

-Y ¿cómo has estado?-Me preguntó mientras me miraba.

Yo puse mi mano en uno de los barrotes y sin darme cuenta me encontré con la suya, mi rubor (que había logrado controlar) volvió a aparecer y rápidamente la corrí un poco mas abajo.

-Bien, mucho que estudiar, pero bien.

Él sonrió y yo miraba el piso, no quería levantar la cabeza porque sabía que me estaba mirando, pero no podía quedarme con la cabeza agachada todo el día así que finalmente la levanté y me encontré con sus ojitos de cielo, me miraba, lo miraba. Estábamos tan cerca, casi chocaban nuestras caras (si no hubiera sido por esos barrotes), todo era silencio, todo desapareció de un momento a otro, al fin ese momento estaba a punto de suceder. El latido de mi corazón era tan rápido que se hacia incalculable, estaba tan cerca de sus labios que lo único que hice fue cerrar los ojos.

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