viernes, marzo 23, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo III


Para mi fortuna o mi desgracia Matilda acababa de llegar, venía acompañada de sus padres. En ese momento me di cuenta de que Bruno era la viva copia de su papá y Matilda el reflejo de su mamá. Su grito me hizo volver a la tierra en menos de dos segundos, creo que hasta di un salto, como si me hubieran descubierto en alguna maldad. Como era habitual en mi amiga ni si quiera me pude despedir, me tironeó y me sacó casi corriendo diciéndome que ya se estaba haciendo tarde y no era conveniente que anduviéramos paseando tan tarde por esos lados. Caminamos harto rato, ella me hablaba pero yo no la escuchaba, alguien se había apoderado de mis pensamientos, estaba y no estaba a la vez.

Por fin Matilda se había cansado y me pidió que nos sentáramos en unas bancas que oportunamente se cruzaron en nuestro camino, ya el terrible calor había desaparecido un poco y para aliviarlo aun más nos tomamos un helado. Nunca supe en que momento llegamos a ese tema pero Matilda parecía ahogada por confesarme algo.

-Ofelia, se que no te conozco mucho pero me inspiras confianza. Realmente prefiero contarte a ti esto que contárselo a alguna del grupo.

En ese momento pensé que podía ser algo grave, pero ya después me di cuenta por donde iba la cosa. No sabía si sería lo más pertinente escuchar lo que me quería decir porque era obvio que después de esa confesión venía una pregunta que no quería responder.

-¡Me gusta Pablo!-Me dijo casi gritando-Ya, lo dije. Al fin lo confesé y me siento mucho mas aliviada.-Sus pecas se ocultaron tras un color casi fucsia.

-Bueno eso es…-Pero fui interrumpida.

-Ya sé que es un poco pavo, pero es tan tierno. Aunque se que con lo tonto que es nunca me dirá nada, así que no me ilusiono y yo ni loca le digo.

Pude ver algo de frustración en su mirada, no sabía que decirle para que se animara a algo porque yo no sabía nada de eso… ¿o si?

-Y tú ¿Nunca te has enamorado?

El rubor no había abandonado mis mejillas pero en ese momento las sentí arder mucho más. Quedé como paralizada con la pregunta porque era algo que no me había cuestionado nunca. Realmente habría mentido si hubiera dicho que alguna vez había querido a alguien, pero tampoco lo podía negar, porque eso significaba negar que algo me estuviera pasando con Bruno y eso era más confusión para mi cabeza. Pero como sospechan mi respuesta fue:

-No, nunca me he enamorado. Yo creo que no he tenido tiempo de eso, siempre estoy muy poco en cada lugar en el que vivo, por lo que nunca he conocido a alguien que me haga sentir algo especial.

Realmente no mentí del todo, es verdad que Bruno se la pasaba metido en mi cabeza pero ¿cómo saber si era amor? Parecía que Matilda leía mis pensamientos, no se demoró mucho en contestarme esa pregunta sin que yo le dijera nada.

-¡Es tan lindo! Es una sensación inexplicable. Miles de mariposas recorren tu estómago, cada vez que estás cerca de la persona que te gusta se te acelera el corazón y pareciera que se te fuera a salir. Y lo más característico es que te tiemblan las rodillas y por nada te pones colorada. Obvio uno distingue cuando es de calor y cuando es de amor. A todo esto, tu estás bastante roja ¿te sientes mal?

Todos los síntomas los tenía, tenía todos esos y más. Ya era inevitable, sabía que no podía hacer nada contra eso, nunca supe por qué. Desde ese momento asumí que me había enamorado y tomé la misma decisión que Matilda, vivir ese amor en silencio por temor ano ser correspondida.

Parece que el destino se empeña en refregarte en la cara las cosas que no pueden ser, como nunca, me lo encontraba por cualquier cosa, salía a comprar y ahí estaba, llegaba del colegio y me topaba con él. Se volvió algo desesperante. Obviamente trataba de actuar lo mas normal posible, aunque lo de ponerme colorada era algo que no podía controlar al igual que el temblor en las rodillas. Un día como cualquier otro en el que iba entrando a mi casa siento que me tocan el hombro, me doy vuelta y automáticamente volvió ese incómodo rubor y el temblor de mis piernas.

-¡Hola Ofelia! ¿Cómo estás?

-Bruno… ¡Hola!-Dije tratando de ocultar mi nerviosismo

-Oye, ¿no me quieres acompañar un rato? No hay nadie en mi casa y no tengo llaves para entrar. Me da lata quedarme solo esperando.

Ese día sus ojos estaban algo verdes, desde el momento en el que me habló me olvidé de todo, lo único que quería era mirarlo y disfrutar cada momento a su lado. No me pude negar a acompañarlo, aunque mi mamá estaba esperando la caja de leche que me había mandado a comprar. ¿Que importaba si esperaba un rato?

Fueron casi dos horas que pasé con él, me contó que al salir de el colegio quería estudiar en la universidad, todavía no tenía claro que cosa pero que eso era su máximo sueño. Me habló mucho de Matilda, de lo unidos que eran y lo bien que se llevaban. Me dijo hasta de su fascinación por andar en patines. Al fin me podía deleitar con sus ojos sin temor a ser descubierta, lo tenía ahí tan cerca, talvez esa era la oportunidad para decirle lo que sentía, su ternura y su calidez me invitaban a decírselo, no tenía miedo de confesarle que me gustaba. Estábamos solos los dos, lo tenía en frente, tan cerca de mí, las palabras estaban a punto de salir pero antes de pronunciar una sílaba…

-¿¡Qué estás haciendo!?

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