martes, junio 01, 2010

MEMORIAS

Capítulo XIX

Crucé la calle a paso veloz sin mirar atrás porque sabía que si volteaba Blanca pensaría que estaba esperando que me siguiera y hablar con ella era lo último que quería hacer. Sentía tanta rabia que no podía pensar en nada ni si quiera en dónde estaba, caminaba por inercia y mirando el piso, estaba ansiosa por llegar a mi casa hasta que en el camino algo me detuvo. Sin querer choqué con alguien que caminaba igual de distraído y rápido que yo, avergonzada y sintiéndome culpable levanté la vista y me encontré nada menos que con la sonrisa de Marcelino.

-¡Rosario, que alegría verla! Disculpe por este abrupto choque pero andaba en las nubes.

-No te preocupes, yo soy la culpable por no fijarme. Bueno me tengo que ir, adiós.-Dije cortante mientras empezaba a caminar otra vez.

-¡Espere! ¿Puedo ayudarla en algo? La conozco y se que algo le pasa.

Marcelino logró alcanzarme y nuevamente me detuvo, sabía que no descansaría hasta que le contara el por qué de mi tajante diálogo. Sin pedir mi opinión me llevó de un brazo a una cafetería cercana, me sentó en una de las mesas y comenzó el interrogatorio:

-Bueno…Comienza de una vez con la historia, estoy ansioso por saber cuál es el motivo de que andes con ese humor.

-¿¡Que humor!? ¡Estoy de lo más bien! ¡Quizás si me hubieras dejado llegar a mi casa estaría mejor!-Grité despiadadamente.

-¡A ese humor me refiero! Sigues siendo una niñita caprichosa y buena para los berrinches, por lo que veo no has cambiado nada.-Dijo Marcelino mientras reía.

-Perdón, siento mucho comportarme de esta manera pero es que acabo de llevarme una gran decepción y tengo mucha rabia. Agradezco tu preocupación pero creo que lo mejor será que me vaya.

Me paré decidida a salir de ahí pero Marcelino me retuvo tomando mis manos y hablando en tono de súplica:

-Rosario, dame una oportunidad. Tú misma me dijiste que querías que siguiéramos siendo amigos pero ni si quiera me estas dejando cumplir ese rol. Quédate y cuéntame lo que pasó, prometo la misma discreción de siempre.

Marcelino siempre había sabido convencerme y en ese momento yo necesitaba desahogarme por lo que no tuvo que rogar mucho para que accediera a su petición, su capacidad de comprensión era única al igual que su silencio. Le conté con detalle la historia completa, sabía que con él podía ser un libro abierto pues no era un hombre machista y creía en la igualdad de género, valores que le había inculcado su madre. Poco se sorprendió cuando le conté que Octavio se me había declarado y aún menos cuando le dije que secretamente yo le correspondía.

-Para mi fue obvio con sólo observarlos una vez, tú te pusiste extremadamente nerviosa a penas entró y estoy seguro que no era porque tu madre nos descubrió abrazados. Por otro lado la mirada de ese hombre era la de un pobre idiota enamorado ¡No lo sabré yo! ¡Pobre de él! Ha puesto mal el ojo esta vez.

-¿Por qué dices eso? Ya te he dicho que yo también lo quiero.

-Es verdad, pero eso no basta. En estas cosas del amor hay que dejar el orgullo de lado y eso no es algo que tú hagas. Ya he sabido por mis fuentes la cantidad de hombres que te han pretendido que es exactamente la misma que has rechazado.

-¿Me has estado espiando? ¡Cómo te atreves a hacer una cosa así! ¿¡Cuál es el fin de semejante estupidez!?-Pregunté furiosa.

Se produjo una pausa muy breve, tiempo suficiente para que Marcelino encontrara las palabras exactas para dar la verdadera respuesta como siempre le había gustado.

-Para ninguno de los dos es un secreto que estoy enamorado de ti, en realidad creo que para nadie lo es.

Se me hizo un nudo en el estómago y los nervios se apoderaron de mí. No sabía que responder porque él sabía que lo había querido alguna vez pero al parecer no se resignaba a que todo había cambiado, por algo me decía esas cosas. Tratando de bajar el perfil de la situación respondí insistiendo en que eso era tiempo pasado:

-Marcelino, eso fue un enamoramiento de niños. No creo que aún me sigas queriendo como antes.

-No discutiré eso contigo, te lo recordé porque varios amigos míos saben lo que siento por ti y se enteraron de la fila de pretendientes que te esperaba. Supongo que no hay nada de espionaje en que sin querer ellos me hayan contado.

Me quedé en silencio y afortunadamente Marcelino no insistió en el tema ya que era bastante incómodo para los dos. Después de esa respuesta no me quedaron ganas de seguir dándole vueltas al asunto de Octavio porque temía que estar dañando a mi amigo, aunque él en ningún momento se quejó.

Terminamos el café hablando de otras cosas, entre esas de cómo era la vida en Santiago. Quedé fascinada con lo que él me contó y totalmente convencida de que debía seguir mi sueño de estudiar a pesar de lo que dijeran mi madre y mis hermanos.

Oscureció sin que nos diéramos cuenta, la hora se nos había pasado volando y ya era tiempo de regresar a la casa pues mi madre empezaría a preocuparse y terminaría armando un alboroto que derivaría a castigo. Ella siempre decía que una señorita no debía andar en la calle sola una vez que anochecía pero en esos momentos no me quedaba alternativa, llegar acompañada de Marcelino si que era castigo seguro. Sin embargo por más que traté de convencer a Marcelino de que mi madre me perdonaría la desobediencia por una vez no hubo caso y quiso acompañarme a pesar de mis alegatos, no le importó para nada el hecho de que mi madre podía correrlo a escobazos si nos veía juntos y decidió arriesgarse.

Antes de irnos quise pasar al baño a lavarme las manos y a arreglarme el pelo que tenía un poco desordenado, mi madre pensaría cualquier cosa al notar quién me acompañaba. Marcelino decidió esperarme afuera del café mientras me arreglaba así que hice todo muy apurada, salí del lugar tan distraída pensando en mi madre que no me fijé en el pequeño escalón que había y me doblé el pie perdiendo el equilibrio y cayendo hacia delante. Afortunadamente los brazos de Marcelino esperaban abiertos para recibirme, nuestras caras quedaron extremadamente cerca y al cabo de unos segundo nos pusimos a reír mientras seguíamos abrazados sin darnos cuenta que una vez más teníamos público, Karim y Octavio estaban a unos pasos y nos miraban fijamente.

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