jueves, mayo 31, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXXIII

A la mañana siguiente al despertar me di cuenta de que aún seguía en los brazos de Bruno, él dormía profundamente y yo me dediqué a mirarlo por un buen rato. Luego me levanté, me di una ducha y cuando terminé de vestirme él ya había despertado. No era tan tarde pero para mi cada hora del día era indispensable porque quería disfrutar todo al máximo, así que burlona le dije:
-¡Ya era hora de que despertaras! ¡Flojo!
-Lo siento es que me quedé dormido de amanecida.-Dijo aun dormido.
-¿Por qué? ¿¡Me moví mucho!? ¡Disculpa!-Me apresuré a decir.
-¡No, nada de eso! Fui yo el que no se quiso dormir antes.
-¿Cómo? Y ¿por qué no? No entiendo.-Dije mientras me sentaba a su lado.
-Es que te veías tan linda durmiendo…sin darme cuenta amaneció mientras te miraba.-Contestó.
Con eso terminó de conquistarme, no me resistí y lo besé hasta que me cansé. Su ternura me conmovía y sabía que era sincero, era realmente lo que había imaginado de él por años, y talvez era mucho más.
A penas estuvo vestido nos fuimos a pasear por los alrededores, fuimos a los Ojos de Caburgua unos hermosos pozones con el agua más cristalina que he visto, el maravilloso bosque en el que estaban ubicadas hacían todo mucho más especial. Después de almorzar se me ocurrió que podíamos dar un paseo en bote por el lago, Bruno aceptaba todo lo que a mi se me ocurría, lo único que le importaba era que disfrutara cada minuto a su lado. Cuando llegamos a orillas del lago nos dijeron que tendríamos que esperar un momento porque estaba todo ocupado, en eso estábamos cuando de pronto una voz chillona grita:
-¡Bruno! ¿Cómo estas? ¿Disfrutando del paseo?
Emilia se acercó y venía acompañada de un tipo que parecía extranjero, me miró despectiva y besó ligeramente a Bruno en los labios, herví de rabia y mi boca no pudo mantenerse cerrada:
-¿Qué te pasa? ¿No te queda nada de dignidad? ¿No te bastó con todo lo que te dijo Bruno para que lo sigas molestando? Nada de lo que hagas va a influir entre nosotros. ¡Para tu desgracia él me quiere a mí!
-¿Si estás tan segura por qué me dices todo esto? Admite que sientes celos ¡haznos saber que no eres de piedra y que sientes!-Contestó riendo.
-¡Emilia ya es suficiente! No tienes por qué tratar así a Ofelia. En todo caso, ella tiene razón... yo la quiero a ella y nadie más. Y en vez de seguir discutiendo ¿por qué no nos presentas a tu acompañante?
-¡Ah claro! Él es William, un viejo amigo ingles cuyas vacaciones coincidieron con las mías. Lo llamé y le dije que se viniera de inmediato para acá, así le muestro lo maravilloso de Pucón.
Mientras Emilia explicaba la historia de su amigo gringo nos llamaron para entregarnos el bote, la dejamos hablando sola sin querer. Nos pusieron los chalecos salvavidas y nos subimos al bote, cuando Bruno comenzó a remar noté que Emilia se subía a una bicicleta acuática con William y que se dirigían hacia donde estábamos nosotros, se lo hice saber a “ojitos claros”, pero no le dio importancia. Yo me relajé y tampoco le di importancia, me dediqué a observar el hermoso paisaje, de un momento a otro fuimos chocados tan fuerte que ni supimos cuando nos encontramos en el agua. Cuando reaccioné vi alejarse la bicicleta de Emilia y oía su fastidiosa risa de victoria, noté que Bruno estaba tratando de dar vuelta el bote para poder subirnos otra vez así que lo auxilié. Me ayudó a subir y luego subió él, mientras remábamos de regreso nos miramos y nos pusimos a reír de lo sucedido, no le dimos el gusto a la “miss Chile” de arruinar todo. Ya estábamos empapados, pero nunca está demás otro poco de agua así que se puso a llover, afortunadamente ya casi llegábamos a la orilla cuando se hizo más torrencial. Llegamos lo más pronto posible al hotel, nos estábamos congelando así que al entrar en la habitación de inmediato encendimos la chimenea y nos pusimos un momento junto a ella para abrigarnos un poco. Bruno me abrazó y me cobijó con una manta, luego me dijo:
-Siento que Emilia haya hecho eso. No pensé que pudiera ser tan infantil.
-Tú no tienes la culpa, sólo está dolida porque la dejaste.-Contesté
Nos besamos, pero fue un beso distinto, en ese momento supe que era tiempo de entregar mi corazón por completo sin pensar en nada. Me levanté y tomé a Bruno de la mano, él me imitó y se puso de pie. Lo guíe hasta la cama, me acosté y él se tendió junto a mí, lo miré a los ojos mientras acariciaba su rostro y pensaba en lo mucho que lo quería. Temblaba entera y él lo noto, igual de nervioso preguntó:
-¿Estás segura? No quiero que te sientas presionada, nada nos apura.
-No me siento presionada, quiero estar contigo… ahora.-Respondí casi en un susurro.
Llevé una de las manos de Bruno hasta mi cintura, lo besé y él me correspondió con ternura. Posó sus labios en mi cuello recorriéndolo entero, sentí como una ola de calor llegó hasta mis mejillas haciéndolas arder. Me quitó el suéter con delicadeza mientras yo torpemente lo ayudaba a desvestirse, mis brazos rodearon su espalda desnuda y por un momento nuestras miradas se encontraron. Ahí estaba, perdida en sus ojos otra vez, atrapada entre sus besos, frágil ante sus caricias, sólo quería entregarme a él por completo, lo amaba y ya estaba lista para dar ese paso. A pesar de su evidente experiencia, Bruno parecía inseguro, supongo que temía más por mí que yo misma, pero yo disfrutaba a cada segundo el contacto de su piel rozando la mía. Cada vez que me tocaba provocaba una explosión de éxtasis que me hacía desearlo más y mi corazón latía a gran velocidad mientras él exploraba cada rincón de mi cuerpo.
No supe en que instante me quedé dormida, sólo recuerdo que me sentía la mujer más amada y la mas bonita que podía existir. Estaba embriagada de amor, aunque suene cursi, “ojitos claros” me hacía muy feliz y tanta felicidad me asustaba.

No hay comentarios.: