lunes, mayo 21, 2007

Una historia sin resolver

Capítulo XXXII

Poco me duró mi postura de mujer fría, Bruno me tomó por la cintura, me acercó a él y me besó con la misma intensidad de la primera vez, con este beso me convencí de que aunque fuera para sacarle celos a Emilia, Lucas tenía razón y “ojitos claros” no hacía nada sin sentirlo. Cuando me liberó se dispuso a hablar con autoritarismo:
-¡Te vienes conmigo por las buenas o por las malas, pero vienes conmigo!
No me tuvo que rogar demasiado, porque después de ese beso ya todo me daba lo mismo, me quería ir con él sin preocuparme de Emilia, de Lucas, ni de mi estúpido miedo. Las palabras salieron solas de mi boca:
-¡Nos está esperando el bus! ¡Vamos!
El bus llegó a Villarrica una hora después, ya estaba oscureciendo entramos al hotel. En seguida Bruno pidió que nos llevaran a las piezas respectivas, que estaba una al lado de la otra, pero surgió un inconveniente. Por error habían entregado una de nuestras habitaciones a otro pasajero y por desgracia, el hotel estaba lleno. Al parecer el encargado notó que la pieza era muy chica y que tenía una sola cama bastante diminuta, así que a modo de recompensa nos ofreció una más grande, que acababan de desocupar, al mismo precio que las otras. Cuando llegamos nos dimos cuenta de que era de las más caras que tenía el hotel, era hermosa. Tenía vista al lago, una chimenea, una maravilla, el único inconveniente era que… tenía una sola cama. Con eso entré en pánico y se lo hice saber al amable anfitrión que nos atendía, pero Bruno interfirió diciendo que no hiciera caso de mis alegatos, que todo estaría bien. Nos quedamos solos, salí al balcón y de pronto empezó a llover, Bruno se acercó muy cariñoso y dijo:
-Al fin estamos juntos y tranquilos.
Me di vuelta y tomé su cara entre mis manos, lo besé y le dije:
-Olvídate de cualquier otra cosa que no sea dormir en esa cama.
-¡No se me ha pasado por la cabeza nada que no sea dormir!-Rió.
Reí con él y me di cuenta de que iba a respetar mi espacio, me relajé. Era feliz, por primera vez en mi vida me sentía así, plena.
Una hora más tarde nos llevaron la comida a la habitación, Bruno había encendido la chimenea, así que luego de comer nos sentamos en el piso junto a ella. Conversamos por largo rato, aunque él hablaba más que yo, porque mis nervios aún no se calmaban. Me costó aceptar que “ojitos claros” ya era libre para estar conmigo, y que ya no estábamos ahí como amigos sino como una pareja que recién comenzaba, era algo que nunca había vivido. Ya era muy tarde cuando me empezó a dar sueño, quise ir a dormir porque quería aprovechar todo el día siguiente en conocer cada rincón de ese hermoso lugar, que seguramente tenía mucho que ofrecer.
Entré al baño para ponerme pijama mientras Bruno esperaba su turno, cuando salí, sin mirarlo me acosté lo más a la orilla que pude de esa inmensa cama, de hecho estaba a punto de caer. Él no se demoró mucho en estar junto a mí, apagó la luz y estuvimos en silencio unos minutos, sólo se escuchaba el sonido de la lluvia. De pronto Bruno se puso a reír, yo no entendía nada ni me atrevía a preguntar, me sentía algo incómoda compartiendo la cama, sobre todo si era con él. Finalmente en medio de risas me dijo:
-Ofelia, no creo que esté tan gordo como para que me quieras dejar casi toda la cama. Es más, creo que es bastante grande para los dos.
Me hervían las mejillas, no sabía que responder, me daba vergüenza estar en esa situación, aún a oscuras sentía que mi cara podía alumbrar toda la pieza de lo colorada que estaba. Tratando de salvar la situación contesté:
-No es eso es sólo que yo no necesito tanto espacio para dormir, así estoy bien.
-¿Por qué tienes tanto miedo de lo que pueda pasar?-Preguntó serio.
-¿Miedo de qué?
-A penas llegamos me aclaraste que en esta cama no iba a pasar nada que no fuera dormir, con eso me quisiste decir que no quieres que tú y yo…-No quiso terminar la oración.
-¿No quiero que tú y yo que?-Seguí evadiendo su pregunta.
-No quieres que estemos juntos.
-Pero si estamos juntos, estamos aquí los dos ¿no?
-Si, pero me refiero a que… no quieres que hagamos el amor.-Dijo con algo de temor.
El latido acelerado de mi corazón se podía escuchar en toda la pieza, había llegado el momento de aclarar las cosas con Bruno. Me senté en la cama sin encender la luz y él también se sentó, a penas distinguía su cara en la penumbra pero eso me facilitaba las cosas para hablarle con honestidad. No me sentía con valor, pero al final no tenía alternativa:
-Bruno, no es eso. Lo que pasa es que yo nunca he estado con nadie.
-¿Qué? ¿Cómo con nadie?-Preguntó incrédulo.
-Soy…soy virgen.-Contesté algo avergonzada.
Sentí como Bruno se acercaba a mí, no me podía alejar más porque hubiera caído de la cama y no quise escapar para no ser la misma cobarde de siempre. Pero a pesar de todo no sentí miedo, él tomó mi mano, se acostó y me invitó a reposar en su pecho, así lo hice. Me abrazó y no dijo nada, acarició mi mano por tanto rato que ni si quiera supe cuando me dormí. Siento decepcionarlos pero no pasó nada, sólo dormí con él, igual como hace diez años lo hice en ese sueño tan real.

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