martes, marzo 12, 2013

El Último Café


Hace días que vengo sintiéndome extraña, una angustia invadió mi pecho sin intención de marcharse y siento un vacío enorme por cada lugar que piso y en cada cosa que hago. Hoy me levanté como cada mañana derechito al frasco de café, me lo hice cargado y bien caliente como me gusta o como me gustaba porque me supo tan amargo como la vida misma, al menos como mi vida. Dejé la mitad olvidado en una taza mientras miraba por la ventana el día gris que acompañaba a mi angustia y me puse a pensar que mi cuerpo me queda grande, mi alma se hizo pequeña en algún momento y se escondió en algún rincón logrando que hagan eco en mi cada uno de mis tristes pensamientos y todas las palabras hirientes que dijeron o me dicen queriendo o sin querer.
            Más tarde en la ducha me puse a cantar una de esas canciones de amor que bordean en lo desagradable de cursi pero que alivió un poco el sentimiento que me embarga, de pronto el agua que caía sirvió para disimular las lágrimas de un llanto preso por mucho tiempo y el sonido de su rebote en la tina ocultó mis sollozos de nadie porque estaba sola…Porque estoy sola.
            Yo que siempre fui tan valiente y tan entera ahora siento que me caigo a pedazos, sin ánimos ni fuerzas para nada, sin interés en nada de lo que hago sólo me alcanza para quejarme en silencio y reclamarme a mi misma frente al espejo mientras desenredo mi pelo largo que me tiene bastante aburrida.
            Busqué entre mi ropa algo que ponerme pero nada me agradó. Apareció uno que otro color vivo que me cayó como patada en el hígado pero en realidad entre los pocos trapos que tengo algo negro pareció ser la mejor opción para escoger ¡Cómo me cansa vestirme! En realidad últimamente me cansa hasta respirar.
            Una vez vestida volví al espejo para tratar de hacer algo por mi cara de culo y pensé: ¡Qué fastidio es ser mujer! Ojalá todo hubiera terminado al vestirme, aún quedaba el maldito ritual del maquillaje impuesto por mi trabajo. Un poco de color por ahí otro poco por allá pero nada, no logré verme ni medianamente bien…Que fea estoy, acabada. El pelo no me brilla, estoy pálida y mis ojos sombríos, parezco un zombie o algo peor.
            Ya es de noche y estoy en mi cama haciendo un recuento de lo que hice hoy, el día estuvo nefasto como todos los otros desde hace varios años. El insomnio me tiene pegada mirando el techo pensando en que no solo tengo que lidiar con mis trastornos mentales sino que también con los del sueño: No vivo feliz y tampoco duermo feliz.             
           Estoy en silencio en plena oscuridad, no hay diferencia con el día porque es  la representación exacta de mi realidad. Oigo un ruido en la cocina, seguramente es un ratón. Sabía que en esta casona me haría falta un gato pero siendo franca si no puedo hacerme cargo de mi misma no puedo pretender ser la madre de un indefenso animal que no merece la tortura de vivir conmigo. Mañana o mejor dicho en unas horas solucionaré ese problema con un poco de veneno. Pobre rata, realmente no se si seré capaz.
            Amaneció, el día está tan nublado como ayer y al parecer el invierno no se quiere hacer esperar. De nuevo empieza la rutina aunque creo que hoy será diferente y muy diferente porque esta mañana comencé todo al revés. Ya estoy vestida y maquillada más o menos igual que ayer y con los mismos resultados nulos, estoy cada día más horrible. Ya tengo el café negro y humeante entre mis manos al que le doy pequeños sorbos mientras miro por la ventana pensando en que todo está en orden. A lo lejos se oye el mismo ruidito de anoche en la cocina, hoy debía ser el último día del ratón pero no me atreví. Saqué el veneno con la intención de liquidarlo pero a fin de cuentas el animal no me hace ningún daño o al menos ninguno comparado al que llevo a cuestas, al que me hicieron y al que me hice. Me deshice del veneno y ahora está donde siempre debió estar.
            Tomo mi café y noto que tiene un sabor distinto. Es un gusto casi insoportable y que quema por dentro pero no importa porque sé que el último de los sorbos será el más dulce y aliviador que cualquiera de todos los que me tomé en la vida. Hoy no pienso dejarlo a medias, hoy por ser el último lo tomaré hasta el final.

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