miércoles, marzo 27, 2013

El Fin


Hace casi dos años que no lo veo y sin embargo no ha pasado ni un solo mes, ni un solo día, ni una sola hora que haya dejado de pensar en él. Las cosas terminaron mal y yo quedé deshecha como jamás pensé que estaría, sin exagerar se siente como si el mundo se viniera abajo y el dolor se extiende por cada vena, por cada espacio del cuerpo que parece marchitarse.
La primera vez que nos vimos fue hace diez años y no hubo para nada algún indicio de romance, al contrario, todo empezó como una amistad. Éramos los mejores amigos que podían existir hasta que llegó el amor a hacer de las suyas y a dejar marcas que no se borran ni con la amnesia. El silencio era nuestro lenguaje y nuestros ojos que estaban siempre conectados por medio de una mirada profunda era la mejor manera de comunicarnos. Cómo extraño esas conversaciones en las que no decíamos ni una sola palabra pero al mismo tiempo lo decíamos todo. Díganme patética pero aún lo amo y sobre todo lo necesito, nunca pensé que el vacío que iba a dejar en mi vida sería tan grande y doloroso.
Aunque trato de pensar en otras cosas estoy llena de recuerdos que se presentan en medio de mi soledad y hacen parecer que hubiera sido ayer cada uno de esos momentos que pasamos juntos. Mis recuerdos favoritos son los que me llevan a cuando comenzó todo, en especial a ese primer beso que fue robado. Éramos del tipo de amigos cargados al cariño, de abrazos constantes e inocentes; supongo que los dos buscábamos un refugio al cual escapar de nuestras soledades, sobre todo yo que por ese tiempo cargaba con más de un dilema a cuestas. Fue en uno de esos abrazos y en un momento de descuido cuando sentí sus labios sobre los míos con una ternura inmensa, ahí me di cuenta de que lo amaba hacía mucho tiempo. El corazón me latía a mil, me sentía una chiquilla con ese cosquilleo en la panza y la felicidad me inundaba de la cabeza a los pies hasta que reaccioné y mi razón despertó diciendo que no debía pasar nunca más.
No quería perderlo, era mi apoyo incondicional y él único que había llegado a saber todo de mí  y una relación solo nos alejaría y complicaría todo pero ya era tarde. Habíamos caído en ese enredo amoroso y no había vuelta atrás, todo había cambiado. Estaba decidida a que no se diera un romance pero fue inútil, los besos se hicieron una costumbre y afirmaría que hasta se hicieron una necesidad. Ya no había nada más que hacer, sólo entregarse.
Me llené de miedo y de dudas por el simple hecho de ser un poco mayor. Si, me pesaban los seis años de diferencia que pueden parecer pocos pero a la larga se notan. A él nunca le molestaron pero a mi me torturaban porque era consciente de que estábamos en etapas diferentes de la vida, él empezando su carrera y yo en vías de independencia y desarrollándome en mi profesión muy lejos de las fiestas universitarias. Pero en realidad mi mayor miedo era ser reemplazada por alguien de su edad, que tuviera su mismo ritmo de vida y más cosas en común que conmigo y como soy media bruja mi temor se convirtió en premonición, fue la crónica de una muerte anunciada. Las cosas pasaron tal cual las imaginé y vaticiné.
Después de un año de vivir un amor intenso y de un momento a otro todo se acabó de golpe. Comenzaba su segundo año de universidad y ya habíamos celebrado nuestro aniversario prometiéndonos amor eterno, todo iba bien hasta que un día encontré una nota sobre mi cama diciéndome que se había enamorado de alguien más y no podía seguir con lo nuestro. En ese instante se me cayó el mundo y empezó una agonía que aún hoy parece no terminar. Nunca me dio la cara ni me dijo que todo se acababa mirándome a los ojos y yo nunca lo busqué, aunque un par de meses después nos encontramos; lo único que hizo fue pedirme perdón jurando que nunca podría amar a nadie como me amaba a mí pero que no íbamos a llegar a ninguna parte y que mejor fuéramos amigos. ¿Amigos? ¿¡Amigos!? ¿¡Cómo se puede ser amigo de una persona que te ha roto el corazón!? ¡Qué fácil es pedir algo así cuándo tú estás entero! Por mi parte solo le deseé toda la felicidad del mundo y le dije que se olvidara de mí porque nunca más me volvería a ver.
El infierno que pasé después es algo imborrable, las lágrimas que derramé me secaron por dentro y todo en mi cambió de manera radical. Mis sonrisas disminuyeron, mis locas ocurrencias desaparecieron, mi círculo social que siempre fue disminuido quedó convertido en nada y me quedó solo la compañía de mis libros y mi gato. Hasta mis kilos demás se esfumaron. Lloraba día y noche, no podía dormir y cuando lo lograba tenía pesadillas, respirar me dolía, comer me dolía, hablar me dolía; todo absolutamente todo me recordaba su ausencia y me hacía necesitarlo pero él nunca venía a mi rescate. Sólo supo hacerse presente cuando llamó en mis cumpleaños (a pesar de que le pedí que no lo hiciera) para decirme que nuestro vínculo sería para siempre sin saber que con eso sólo conseguía dejarme peor de lo que estaba y pensando en cuál era su afán de hacerse presente.
Han pasado dos años y una semana y el otro día por cosas de mi mala suerte nos encontramos. Yo iba mirando el piso como siempre pensando quizás en qué cuando alguien se atravesó en mi camino sin intención de moverse. Levanté la mirada para encarar al osado que interrumpía mis pasos y mis pensamientos y me encontré con esos ojos misteriosos que alguna vez me miraron con amor infinito y con esa sonrisa inolvidable que me doblegaba hasta el alma; su mirada profunda llena de secretos me hizo temblar mientras me invadía el olor de su perfume al que era adicta.
Nos miramos tanto tiempo que pareció una eternidad, sin decir palabra y diciéndolo todo igual que antes, igual que siempre. Por mi cabeza pasaban tantas cosas y estoy segura de que por la suya también, sé lo que significa exactamente cada expresión de su rostro y esa mirada es la que más conozco, la que más amo, la que más añoro. Quería gritarle que lo odiaba por todo lo que me hizo sufrir y que por fin lo había olvidado pero tratar de lastimarlo no curaría mis heridas ni desharía el daño hecho. No, era mejor decirle que lo amaba a pesar de todo, a pesar de ella y a mi pesar pero a fin de cuentas cualquier palabra sobraba. Callé.
Posó sus labios muy cerca de los míos desatando un caos en mi interior, pasó su mano por mi mejilla con la delicadeza con la que se acaricia la porcelana más fina cuidando de que no se rompa, no entiendo por qué si yo ya estoy rota. Me miró de nuevo, en su evidente ansiedad noté que quería decirme algo y seguramente era importante pero justo cuando pretendía asomar una palabra apareció de pronto su mujer a tomarle la mano para marcar su territorio y a recordarme que él ya no era mío. Sus ojos se tornaron tristes, agachó la mirada y a mi no me quedó nada más que pasar por su lado tragándome la rabia, las lágrimas y el orgullo. Seguí mi camino hacia el olvido sin mirar atrás porque todo eso bastó para entender que de nuestra historia ese momento había sido el fin. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareció un relato maravilloso... solo espero que no sea real,y solo pertenezca a una historia de ficción, no me gustaría saber que has sufrido tanto, puesto que eres una persona muy linda ... saludos

Morgana dijo...

¡Gracias por venir y por tus palabras!