Soy
lo que tanto quise ser. Desde niña mi único anhelo fue crecer, conseguir mi
independencia y ser una profesional exitosa para manejar mi vida a mi antojo
lejos de los reproches de mi familia. Si, lo conseguí todo: la profesión que a
mí me gustaba, en la universidad que yo quería y en la ciudad más alejada; un
departamento para mi sola, un trabajo que me acomoda y en el que hago y deshago
porque soy mi propia jefa. Maravilloso, nunca la vida había sido tan dulce como
ahora. El éxito es el mayor de mis placeres.
Ahora que me miro en el espejo tan
bien vestida y maquillada es difícil reconocerme entre tanta hermosura y
perfección, es como si no fuera yo…Quizás no soy yo. No queda ningún rastro de
la joven simple y noble, con una sencillez absoluta que iba desde la ropa hasta
lo más profundo de su ser. No, nada queda de ella ni de su corazón puro y leal.
¿A quién le importa eso de todas formas? ¡Lo que estoy pensando es una soberana
estupidez! ¡Por favor, mírate! No podrías ser ni la mitad de lo que eres ahora
si aún fueras esa tonta simple y bonachona. ¡Qué horror!
Aún recuerdo cuando quería más al
resto que a mí, cuando lo daba todo y no recibía nada y creía en todos esos
discursos baratos sobre amar sin esperar. Claro, era una adolescente ñoña de la
que nadie esperaba nada. Creo que ni yo esperaba logar algo y eso fue mi
impulso para alcanzar todo lo que me propuse, siempre me ha gustado llevar la
contra incluso a mí misma. ¡Qué días aquellos! Era tan hippie, tan soñadora,
tan ilusa, tan inocente ¡y tan tonta! Pero uno crece, la vida pasa con tantos
remezones entre medio que los cambios son inevitables y poco a poco tu esencia
muere. Ahora no creo en esos discursos, sigo sin esperar nada de nadie pero ahora tampoco doy nada.
Así llegan días como el de hoy para
mí en el que te miras al espejo y sabes que estás mirando a una extraña, en
algún momento te perdiste y no sabes con exactitud cuándo fue. Pero soy
exitosa y hago lo que quiero, eso lo vale ¿o no? Todo el sacrificio y la
transformación deben tener su recompensa, el trabajar como esclava aunque ya no
esté tan convencida de que esto es lo mío, vestirme con esta ropa incómoda para
encajar en el mundo y verme intelectualmente sexy. Si, ser una mujer modelo,
independiente, fuerte, segura y exitosa lo vale. Claro que lo vale.
Me veo tan linda, es el reflejo que
siempre quise ver cuando era una persona insignificante para todos…o significante
cuando les convenía en realidad. Quien diría que llegaría tan lejos, mi papá
jamás lo hubiera imaginado porque no fue el camino que él tenía pensado para mí.
No, él quería una hija sumisa y abnegada, no la loca rebelde que se lanzó
contra todo (incluso su propia familia) para salirse con la suya. A veces me
pregunto si estará orgulloso pero supongo que eso siempre será un misterio.
Mi vida es perfecta, mi vida es
perfecta, mi vida es perfecta…Sin embargo, duele mirarme en el espejo y no
saber quién soy, detesto la soledad en la que me he sumergido; estoy odiando mi
trabajo y mi vida en general porque me siento en el limbo. Mi vida es perfecta
pero no soporto usar esta ropa estrecha e incómoda y ya no tolero este
maquillaje que sostiene mi sonrisa perfecta y toda la farsa detrás de mi
perfección. Mi vida es perfecta pero el éxito no compensa todo lo que me falta,
no aleja mi inseguridad ni me da fortaleza sólo me consume poco a poco.
En este último tiempo extraño más
que nunca a esa chiquilla simple, la que tenía corazón, la que sentía algo.
Ahora cuando todo se ha vuelto vacío me despierto de mi ensueño y me doy cuenta
de que mi vida es perfecta para todos menos para mí, que todo lo que he logrado
ha sido un suicidio en vida distanciándome de lo que creía correcto para alcanzar
lo inalcanzable, para alejarme de una buena vez del dolor. Pero fallé, a fin de
cuentas salió peor el remedio que la enfermedad porque si hay algo
perfectamente claro en todo esto es que soy perfectamente infeliz.
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