lunes, septiembre 24, 2007

Dulce Dolor

¿Por qué será que siempre nos atrae lo que mas nos hace sufrir? Las relaciones tormentosas, lo prohibido, lo ajeno, etc., nunca estamos conformes con lo que tenemos y siempre buscamos esa dosis de dolor como si fuera esa la clave para descubrir que estamos vivos. Por lamentarnos dejamos de ver muchas de las cosas buenas que hacen que todo lo negro se borre de nuestra mente, porque al parecer siempre es mejor quedarse con lo amargo que es lo que abunda en vez de saborear lo dulce, aunque sea poco.
A veces pienso que es mentira eso de que “a nadie le gusta sufrir” y creo que es todo lo contrario, nos encanta ese masoquismo porque en ciertas ocasiones hasta puede ser favorable. Eso de ser el o la sufrida del cuento siempre trae ciertos beneficios y más de alguno babea por vernos bien o nosotros babeamos por ver bien a alguien que queremos y hacemos de todo por darles un instante de felicidad. Lo que a mi me cuesta entender es porque en las relaciones amorosas la tortura es casi eterna, al principio, en el medio y en el final. Está bien, la felicidad completa no existe pero las cosas podrían ser un poquito más fáciles, pero no, no puede faltar ese dolor tan placentero que nos hace felices en el fondo. Por ejemplo:
Tenemos el caso de la mujer que es más buena que el pan, preocupada, cariñosa, divertida, etc., enamorada de un pastel carretero, que la busca solo cuando el quiere, despreocupado y con una actitud que da entender que no está ni ahí. Lo que debiera hacer es mandarlo a la cresta y buscarse a otro que la valore realmente, pero ella hace todo lo contrario. Por un buen tiempo sigue creyendo todas sus palabras, le da mil oportunidades, llora y patalea rogando un cambio milagroso en su amor y como nunca llega se aburre. Como es de esperarse la historia no termina aquí, cuando por fin se decide a dar vuelta a la pagina, habla con el y dice estar decidida a eliminarlo de su vida ¿qué pasa? ¡Sorpresa! Se invierten los papeles y ahora es el pobre imbécil el que ruega y busca a la pajarita que estaba haciendo sufrir y que lo quería sinceramente, la busca, la llama y le ofrece todo lo que no se le ocurrió hacer antes.
Después tenemos las relaciones sin nombre, esas en las que puede pasar de todo pero que no son nada, esas relaciones en las que las mujeres fingimos ser relajadas y en la que ponerle nombre a ese “algo” es un compromiso que está demás. Falso, lamentablemente uno siempre quiere más, creo que son escasas los que son relajados de verdad y no están ni ahí, pero los que yo conocí no fueron el caso, se les olvido que la cuestión no era nada y cuando quisieron más no podían hacer nada porque nunca se habló de alguna formalidad. Sufrimiento al doble yo creo, porque pueden tener millones de quejas pero de nada les sirve porque al final siempre llegamos a lo mismo “no éramos nada” y por lo tanto no tienen derecho a pedir nada ni reclamar nada porque nunca hubo nada. Cuando todo se termina ¿qué pasa? Después de todo lo bonito que fue esa aventura sale a flote todo lo malo diciendo que: “Me vio la cara” “Fue un juego” “Me usó”. Todo eso en base a suposiciones porque lo que siente el otro no lo podemos saber con exactitud, pero siempre es más fácil pensar mal para que eso nos ayude a olvidar más rápido y tratar de no sufrir mas por todo lo que no pudo ser. Divertido, al final estamos haciendo todo lo contrario.
En fin, siempre lo más difícil es lo más atractivo, lo más difícil a la larga es lo más doloroso, porque esa lucha por conseguir lo que queremos tiene muchos fracasos antes de lograr lo que nos hará felices por un tiempo escaso.
El dolor es parte de la vida, pero hay veces en que se puede evitar. Hay que levantarse, tratar de ponerse firme antes todo y decir: “Basta, no más” Es cosa de valorarse uno mismo creo yo, pero aún así al parecer el dolor a veces tiene algo de dulce.

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